Las pocas noticias que nos llegan de los acuerdos para la legislatura que comienza entre el PSOE e IU, parpadean entre el rumor y las llamadas  fuentes dignas de crédito, que tanto fastidian a los verdaderamente acreditados. Mientras llega el sí quiero: la casquivana prima de riesgo se sube por las nubes, los argentinos nos tocan los perejiles y al Rey le ponen la cuña si no pierde el apetito.

Los comentarios políticos sobre el futuro gobierno andaluz y sus consecuencias, si la izquierda se pone de acuerdo, aunque no bajan del tono agresivo  ordenado por los heraldos de la derecha, pierden pie ante la magnitud de las otras noticias, cosas del momento. De todas maneras tienen tiempo para despacharse a gusto sus fieles durante la legislatura, porque tienen la vocación de sitiarnos; sería impropio del estilo blandido por los  populares no estigmatizar a Andalucía, cuando ya no tengan excusas, y llegue la impopularidad de su gobierno a las cotas que se está labrando Rajoy.

De todas maneras, aquí o allá, con las aulas atiborradas como las colas del desempleo, estamos viviendo unos momentos dónde se necesita elevar el tono de la política de estado y cortar las patas de los banquillos de las políticas partidarias; políticas de estado que busquen más allá de los armarios tradicionales, dónde actúa, sin paliativos, la derecha europea desde los puentes de mando o en simplificaciones dogmáticas que se leen o escuchan desde determinados ámbitos de la izquierda.

La tierra que más empleo creaba  en Europa antes de la crisis, ha sufrido más las consecuencias, antes nos señalaba como ejemplo a seguir, hoy nos vuelven a tachar con las viejas tarabitas del siglo XIX. Como dicen muchos: a mi me pilló trabajando cuando se descarriló el tren de la economía, de sol a sol y en una obra, lamentablemente a otros les pilló haciendo el pillo, es decir, de mangantes de la ocasión que nunca faltan cuando aflora la fortuna. Laboriosos unos y golfos otros, autóctonos y transfronterizos, como se lee en las cartillas de parados o en los expedientes de los juzgados.

Andalucía no ha pensado nunca en soledad, aunque ahora estemos en triste e introspectiva época de las cavilaciones económicas. Andalucía es española y europea, sin limitaciones en su solidaridad y esfuerzo, tan universal como canta la letra de su himno. El ciudadano andaluz tiene los mismos derechos que el resto de la ciudadanía española a elegir quién los gobiernan, porque en nuestras penurias y en nuestras alegrías aprendimos el valor que tiene no ser súbditos. Hace mal la derecha desenterrando los viejos eslóganes y maltratando a nuestro pueblo, si algún día tiene la racional aspiración de gobernarlo.