Sábado,  8:15.- Salgo a correr (todavía no es una metáfora). El barrio se despierta con la pereza de todos los sábados. Chesterton: un regalo de la libertad.

Sábado, 9:35.- El río está lechoso y manso, no sabe de nuestras angustias. Me pregunto si mi madre se sigue inevitablemente preocupando por mí.

Sábado, 10:33.- Estoy en la cola de un supermercado. Hay cinco filas para cobrar. Nada más miedoso que un millón de euros, dicen los listos de la bolsa. Aquí nadie tiene ni tendrá nunca un millón de euros. Pero todos se aprietan por pagar.

Sábado, 11:15.- Es un tipo ruidoso en el hablar y paso a su vera. Se queja de la “mardita gente” que no tiene “consiensia”. Está sentado en el velador de una cafetería, fuma y habla a un colega: mi mujer es enfermera y tiene que ir por cohones y (sic) la puta gente no es consiente de que tiene que quedarse en casa dos semanas. Ralentizo el paso, fuma y bebe (supongo) café y no se calla. Ningún respeto por él. Ninguna indiferencia.

Sábado, 11:42.- Los periódicos de ahora han inventado el viaje en el tiempo. Compras el de hoy y ya está tan viejo que no sabes cómo leerlo sin arrugarte con él. Me pregunto por la tipa/o que tuvo que hacer el titular, seguro que gritó a los algoritmos: a cinco columnas, hoy es uno de esos días de las cinco columnas. Lo compré con tarjeta de crédito. Historias de ayer muertas antes de nacer.

Sábado, 12:24.- Se suspende la Semana Santa de Sevilla y del mundo mundial, que en Sevilla se acaba en Alcalá de Guadaira. Ni los superobispos ni sus profetas se creen que las pandemias se curan rezando y que la Tierra es el centro del Universo. Yo Galileo, hijo de Vincenzio de Florencia, de 70 años…

Sábado, 12:58.- Qué descanso de ripios, qué alivio de pregoneros vomitando azahares bajo palios. Pilatos por fin deja vivo a Jesucristo. Quién nos iba a decir que los chinos iban a rescatar la aconfesionalidad del Estado. Esta liberación de rojos alcaldes procesionando con toda política desvergüenza.

Sábado,14:44.- El pollo, en pepitoria. Ese punto de azafrán con almendras.. Y unos tomaticos de la cañada que me ha traído internet. Y unas pataticas boca abajo. Y un tinto de rioja. Confinada, sí, pero, como Arrimadas, dispuesta (ay, mangas verdes) a votar presupuestos de urgencias. Lo que desde Fraga se viene llamado razón de Estado. Pero la razón nunca le interesó a Rivera. El abogado becario que pasa por la política y se hace rico después. ¿A que no huele bien?

Sábado, 15:55.- Hago mis provisiones. Las mil doscientas quince páginas de Roberto Bolaños prometen tiempos detenidos. Releer a Faludy (esta vida de ahora que acaso sea la última), un inquietante Carrère, Santos Juliá me convoca con su historia de las dos Españas (¿nos moriremos matándonos?), busco en Valle al marqués de Bradomín y los oficios de tercería. Pero sobre todo esa confesión de Yeats: sólo el destino sabe si alcanzaré la felicidad contigo; de lo que sí estoy segura es de haberte amado hasta donde he podido. Sin mascarilla.

Sábado, 16:32.- Pido permiso a mi editor para que me pulique este diario. Cualquier cosa menos enferma de ideología, le digo. La respuesta ha sido sí, pero sin derroches de entusiasmo. Mi editor es adorable, pero se está haciendo cínico y, como mi altocargo, sospechosamente renuente.

Sábado, 18:27.- Las derechas ya saben que el coronavirus es culpa de Sánchez. Joder, qué me gustaría ser de derechas y saberlo todo con antelación. A mí que me da que en realidad ha sido Irene Montero.

Sábado, 18:45.- Leí no sé donde que hay obras que ganan en la inexistencia. Este puede ser el caso. Vamos a seguir sin los propios prejuicios. Dentro de un par de semanas lo sabremos. O no.