Ay Juan Manuel, Juan Manuel, quién te ha visto y quién te ve, ayer con un pie en la tumba y hoy más fresco que un clavel.

No, no, el cronista no se ha vuelto poeta, pero es que solo una incursión en el romancero puede dar buena cuenta de la gesta de Mio Juanma: al igual que, según la leyenda, El Cid conquistó Valencia después de muerto, Juan Manuel Moreno conquistó Andalucía 24 horas después de que todo estuviera a punto para su entierro. El 1 de diciembre de 2018 estaba muerto y el 2 había resucitado. Ni la Virgen del Rocío hace ya milagros así.

Los pasos de Aznar

Dos años después, Moreno le ha tomado el gusto a estar vivo y a mandar, y ya no se conforma con menos. Su estrategia para conseguirlo: imitar hasta 2022 al Aznar moderado de 1996 para poder ser a partir de entonces el Aznar/Aznar de 2000, pero sin llegar nunca a convertirse en el Aznar/Aznar/Aznar de 2004.

Aunque en principio no lo parece, de momento nadie puede afirmar con total seguridad que Moreno sea tan derechas como Aznar. Es presidente gracias a los votos de la extrema derecha, pero se comporta como si hubiera sido investido por unas ONG.

Los pasos de Casado

Entre las habilidades de Moreno es muy de destacar su talento para no pisar ningún charco. La discreción y la cautela del presidente en materia de ideología pura y dura son proverbiales.

Cuando el líder de su partido, Pablo Casado, adelantaba sin complejos a Vox por la derecha, a Moreno le parecía bien; cuando optó por adelantarlo por la izquierda en su célebre discurso –flor de un día– contra Santiago Abascal, no hubo manera de saber si al andaluz aquel brusco giro le parecía bien, mal o regular.

Moreno hubiera preferido que Casado se ahorrara aquel discurso, embarazoso para quien como él depende de los votos de Vox para gobernar, pero prefirió guardar silencio.

Aborto sí, aborto no, aborto no se sabe

El presidente de la Junta no se comporta con esa prudencia que raya la pusilanimidad porque sea presidente de la Junta y el cargo lo obligue a una cierta contención.

Ya en 2014, cuando solo era un recién nombrado presidente del PP de Andalucía y en todo el país pero también dentro del PP arreciaba el debate sobre la ley del aborto que acabaría costándole la carrera política a Alberto Ruiz Gallardón, en una entrevista en Diario de Sevilla el periodista le preguntó y repreguntó cuál era su posición sobre la legislación del aborto y el modo en que Gallardón se proponía liquidarla.

Pues bien, el entrevistador hizo bien su trabajo, pero Moreno hizo aún mejor el suyo: no hubo manera de saber qué diablos pensaba realmente el flamante líder del PP sobre el aborto. Es lícito conjeturar que si la ley Gallardón hubiera sido aprobada, le habría parecido bien... pero tampoco debió parecerle del todo mal que Rajoy mantuviera la ley de Zapatero.

El flanco débil

No ha de sorprender, pues, la ambigüedad calculada de Moreno con respecto al que, en principio, era y es el flanco más débil de su mandato: la dependencia política de Vox.

No parece que le quite el sueño la acusación de las izquierdas de haber blanqueado a la extrema derecha: lo que sí se lo quita es que la influencia cada vez más visible de Vox en San Telmo acabe despertando a los votantes de izquierdas. 

Durante sus dos primeros años de gobierno, Moreno ha conseguido que Vox no le pegara demasiado su pringue ultra. A los ojos de la opinión pública andaluza, su figura no permanece inmaculada, pero el negro tizne ultra no ha subido mucho más allá de los bajos de la túnica presidencial.

Nada en su rostro ni en su busto, que es lo que acostumbra a mostrar la televisión, permite adivinar que de cintura para abajo están presentes los manchurrones que suele dejar la compañía continuada de la extrema derecha.

¿Un portazo sigiloso?

Sin embargo, el resucitado Moreno y su hombre para todo Elías Bendodo –Juanma reina y Elías gobierna– son conscientes de que una alianza demasiado estrecha con los ultras puede a la postre resultar electoralmente comprometida.

Tal vez por ello, solo unos días después de cerrar, en noviembre pasado, el pacto con Vox que garantizaba la aprobación de los Presupuestos de 2021, la fontanería fina de San Telmo filtró a algunos medios que ese iba a ser el último acuerdo presupuestario con la extrema derecha: con lo acordado para 2021–susurraban desde palacio– la legislatura estaba salvada; Vox no iba a ser necesario ni este año ni el que viene.

Ya resultaba, en todo caso, llamativo que el Ejecutivo autonómico diera a conocer, aun de manera oficiosa, un elemento tan importante de su estrategia política para el resto de legislatura, como sería el de ir dándole portazo a Vox. Llamativo y sospechoso: en política, las estrategias políticas nunca se cuentan… salvo, claro está, que no sean estrategias, sino señuelos.

Por definición, es imposible saber cuánto hay de verdad en la determinación de alejarse de Vox, pero el deseo de hacerlo es perfectamente verosímil. Para ello, sin embargo, sería preciso que Vox se chupara el dedo, lo que seguramente no estará en sus planes.

La pregunta estratégica de Moreno en este 2021 sería, pues, más o menos esta: ¿cómo ir alejándose de Vox de modo que lo note todo el mundo salvo Vox o al menos que, aun notándolo, no se enfade demasiado? Seguro que Elías ya está trabajando en la respuesta.