De verdad que poca gente tiene más cintura que los aficionados a la música. Quizá una bailarina de ballet clásico, pero poco más. Porque a ver si no cómo se entiende que cambiando el formato cada dos por tres, los fans sigan escuchando música. Y que dé igual que sea en casete, en vinilo, en cedé, en formatos digitales o streaming.

Toneladas de música en mp3

Ahora resulta que el mp3 está muerto. Después de haber defenestrado al último formato físico, el cedé, a finales de los noventa el mp3 se impuso como el nuevo sistema para escuchar música. Poco importó a los fieles que presentara una ostensible merma de calidad frente a las formas anteriores. Lo estupendo del mp3 es que podíamos almacenar toneladas de música en aparatos del tamaño de un paquete de tabaco. Toda la discografía de Led Zeppelin, Queen, The Doors y los Stones. Daba igual que realmente no lo fuéramos a escuchar jamás. Lo importante, como con tantas otras cosas en la era del consumismo, era tenerlo. Y por fin lo teníamos.

Reino pirata

Vale, la procedencia era fraudulenta. Casi todo era descargado de aquel viejo Napster y el resto de programas similares que aparecieron. Pero eso poco importaba. Al menos a nosotros. A la industria, a las casas de discos, sí les preocupaba más. Normal, todavía andan dando vueltas viendo cómo se recuperan de aquel mazazo. Ahora, veinte años después, los mismo creadores del formato mp3 dicen que se acabó. Que “el programa de licencias para ciertas patentes relacionadas con el mp3 ha terminado”. Ya nadie se fija en este formato para hacer música. Que no tiene sentido.

Streaming asesino

Al parecer, en este caso el asesino del asesino han sido los nuevos formatos que presentan más calidad como el AAC, el que usa iTunes y iPhone para reproducir música. Pero detrás, el que sí que parece más potente es el streaming. Las nuevas plataformas como Spotify hacen absurda la necesidad de descargar música e ir por la vida con otros dispositivo si ya tienes un móvil. Pero esta es tan solo la penúltima revolución. Dentro de poco, de menos de veinte años, aparecerá otra forma de escuchar música que ahora ni imaginamos. Pero a este paso, probablemente sea de forma directa en nuestro cerebro.