Cuando los activistas medioambientales y los nativos americanos se opusieron con firmeza, determinación y fuerza a la ampliación del oleoducto Keystone no era por una cuestión ideológica o folklórica. Los opositores argumentaban el peligro que suponían millones de litros de combustible pasando por unas tierras y acuíferos. Entornos de los que depende la supervivencia de miles de personas y la preservación de espacios naturales únicos. Y efectivamente, tenían razón.

Un vertido advertido

Pocas semanas después de la conclusión de las obras del oleoducto, gracias a la insistencia de Donald Trump, el oleoducto ha tenido un importante escape. La fuga se ha producido en unas de las zonas que más conflicto generaron, cerca de la reserva india de Sioux Falls, en la localidad de Amherst, en Dakota del Sur. TransCanada, la empresa propietaria de la infraestructura ha tenido que admitir el vertido de 5.000 barriles de crudo, o lo que es lo mismo, nada menos que 800.000 litros del petróleo que han salido de las tuberías y han ido directamente al suelo.

Y ahora toca limpiar

La fuga fue detectada por personal de la compañía de madrugada, al registrar una pérdida de presión en las tuberías. Los 15 minutos que se tardó en cerrar el suministró fueron suficientes para que se produjera el vertido más grave en la historia del oleoducto Keystone. La compañía tardó más de cuatro horas en advertir a las autoridades. Luego sí se ha puesto manos a la obra para tratar de minimizar el impacto del vertido. Han creado una web en la que van informando sobre los trabajos de limpieza. Según la compañía ya se han recuperado cerca de 100.000 litros de combustible. 170 personas trabajan tanto en la recogida como en la limpieza de la zona. Además, aseguran que monitorizan cada minuto el la calidad del aire, suelo y, sobre todo, agua de la zona. Lo más grave es que el contenido se filtre hasta la capa freática y contamine los acuíferos de la zona.