A veces es necesario recordar los datos. En las elecciones generales de 2008, la provincia de Córdoba fue una de las pocas de Andalucía en que los socialistas aumentaron su porcentaje de votos, e incluso consiguieron mantener sus cuatro diputados, a pesar de que la representación de la circunscripción había bajado de siete a seis escaños, es decir, le arrebataron un escaño al PP. En aquella misma fecha, en las elecciones autonómicas la lista socialista perdió más de siete puntos porcentuales con respecto a 2004. La candidatura al Congreso estaba encabezada por Carmen Calvo, la del Parlamento andaluz por José Antonio Griñán. En las elecciones municipales de 2011, los socialistas sufrieron de forma clara el “efecto Rosa Aguilar”, por cuanto no consiguieron canalizar hacia su candidatura en la capital los votos que habían llevado a la hoy ministra a la alcaldía de Córdoba. Es más, que yo recuerde, Rosa Aguilar participó en la presentación al menos de la candidatura socialista en Priego de Córdoba, pues bien en esa población el PSOE pasó de tener 10 concejales y ser la fuerza más votada, a 5 y situarse como tercera fuerza política.

Sería deseable que alguien entre los socialistas explicara algún día las razones por las que se le ofreció a Rosa Aguilar el cargo de Consejera y luego de Ministra. Nadie que tenga un mínimo conocimiento de la situación política en Córdoba puede pensar que la exalcaldesa pudiera representar un gancho para el voto de izquierdas, como se ha puesto de manifiesto en los comicios locales. Quien haya conocido su gestión sabe que ha estado llena de gestos populistas y en muchos casos de obstáculos y zancadillas a los gobiernos socialistas, bien de Sevilla o de Madrid. Es más, su mayor aportación en todos estos años al discurso político se reduce al latiguillo de “los cordobeses y las cordobesas”. No se le conoce ninguna aportación intelectual a la definición de una ciudad como Córdoba.

Su imagen fuera de Córdoba parece diferente, quizás construida a partir de una falsa moderación de la que hacía gala en las tertulias de un programa de radio de gran audiencia, donde se limitaba a repetir algunos lugares comunes acerca de los valores de la izquierda, del compromiso social y por supuesto procuraba atacar al PP con el fin de crear un ambiente favorable a su llegada al PSOE. Cuando dejó la alcaldía habló de lealtad, y para quienes alguna vez hemos trabajado en el estudio de personalidades históricas caracterizadas por su condición de leales, solo nos cabe la conclusión de que ignora el significado de esa palabra.

Ahora, al parecer, encabezará la lista socialista al Congreso de los Diputados. Uno de los argumentos utilizados es su valoración en las encuestas, que sin embargo algunos no leen en su totalidad, porque cuando acudimos al detalle podemos ver que tiene una nota muy favorable entre los votantes del PP, mucho más que otros ministros, y como cualquiera puede deducir son personas que nunca van a votar a los socialistas. El próximo 20 de noviembre, los votantes de IU en las municipales que antes daban su voto en las generales al PSOE ya no lo harán, como también habrá votantes socialistas que emigrarán a otro partido o que se acercarán a las urnas con su voto en blanco o que se abstendrán. Será interesante escuchar entonces las declaraciones del día después, cuando al menos Rosa Aguilar sí haya conseguido su objetivo de garantizarse el sustento durante otros cuatro años, porque de lo que sí ha dado prueba es de su capacidad para defender su interés particular.

La posición de Carmen Calvo en este asunto me parece honesta, o como ella misma ha dicho es una cuestión de dignidad. En este momento en que todo el mundo habla de indignación, merece la pena escuchar a alguien hablar en positivo. Las palabras de Elena Valenciano o de José Antonio Griñán no han sido sino el ejemplo de lo mucho que falta en el seno de los partidos para establecer una verdadera democratización de su vida interna, y sobre todo lo que les queda por aprender acerca de lo que es la coherencia, la dignidad, la lealtad y la conciencia.

PD: Para que nadie se llame a engaño. Soy amigo personal de Carmen Calvo, pero ya hace bastantes años que he mantenido en la prensa cordobesa esta opinión sobre la exalcaldesa de Córdoba, y aquí solo escribo desde la perspectiva del votante socialista preocupado porque desde el PSOE se le dé una nueva baza a la derecha para ganar el 20-N.



* José Luis Casas Sánchez es Profesor de Historia