Cerca del Hotel Nacional de Cuba realiza algún servicio. Uno de los iconos de la época del dictador Fulgencio Batista es ahora, como antes, una isla dentro de la isla. Otro fuerte junto al malecón, protegido por los cañones de guerras pretéritas para mantener el estatus, que no la seguridad, porque no hace falta, de los que en su interior engullen mojitos, o directamente se bañan en el combinado. Seguro que a Yoel le gustaría venir un día con su familia al Nacional, aunque sus puertas sean ahora tan caras para un cubano como lo eran en los años de Batista. Aquellos días en los que allí paraba todo mafioso que hubiese prosperado en el gran país vecino, vigilante al norte. Acostumbrado a la resignación que se palpa en el ambiente,casi tanto como la humedad, igual de asfixiante, nuestro amigo se conforma con poder llevar a casa cada día los pesos necesarios - mejor en euros, compadre - para seguir adelante una jornada más. Ni un paso atrás, ni un golpe de pedal menos de los necesarios. Para él, su Nacional es una pequeña casa a dos kilómetros del centro, y mide el lujo en las patadas que su hijo le da al flamante balón emulando a sus ídolos de España.

Yoel es el verdadero guardián de la revolución cubana. Su retrato no preside plazas y no ilustra la cartelería con la propaganda oficial, pero en su resistencia diaria reside la verdadera capacidad de un pueblo para sobreponerse a las adversidades que se cruzan en su camino. Su conversación no es la suma de otras, ni está regada con quejas sobre la mala suerte. Disfruta a su manera por haber conseguido la meta del día; el objetivo que se propuso al salir de su casa esa mañana dando pedales hacia otra jornada de incertidumbre por delante. Contagia esa alegría por tan poco, o tanto, al turista acomodado que ya no encuentra la felicidad pese a tener dos coches en el garaje y el adosado medio pagado. El revolucionario Yoel guarda la revolución en una sonrisa sincera. Sentida. Un bien del que comenzamos a estar escasos en esta España nuestra, o de quién la tenga en propiedad. Necesitamos más revolucionarios como Yoel. No vengan a Cuba a por ron o puros. Hay productos mucho mejores. Llévense en la maleta la ideología del luchador del bici-taxi, y cuenten su historia. El icono de su fotografía junto a su medio de vida inspira mucho más que la evocación de los viejos héroes nacionales y sus victorias.

Ion Antolín Llorente es periodista especializado en comunicación corporativa y política
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