"El discurso de odio siempre precede al crimen de odio", cuenta Miquel Ramos, periodista e investigador especializado en extrema derecha, delitos de odio y movimientos sociales. Para él, el discurso es el germen del crimen, aquel que al elevarse termina desembocando en sangre. Como lo que estamos viendo en Palestina a día de hoy, y como lo que se vivió en la horrible Alemania nazi.
El comunicador se ha puesto al frente de Crímenes de odio, nueva serie original de Podium Podcast, en la que a lo largo de veinte episodios recorre algunos de los asesinatos más escalofriantes de las últimas décadas. ¿Qué es lo que tienen todos ellos en común? Una raíz: el odio. Crímenes cuya motivación ha sido el racismo, la lgtbifobia, la xenofobia y una larga lista de odios que en algún momento creímos empezar a superar, pero que irrumpen con más fuerza que nunca en este siglo XXI.
Pregunta: ¿Por qué decides ponerte al frente de Crímenes de odio?
Respuesta: No es la primera vez que en mi trabajo hago referencia a los crímenes de odio. De hecho, yo lancé el proyecto Crímenesdeodio.info hace ya diez años con otro compañero llamado David Bou, donde recogíamos la memoria de varios crímenes de odio sucedidos en España desde los años 90 hasta entonces, 2015. Es un tema del que yo venía hablando desde hace mucho tiempo, porque me parecía que había muchas historias no contadas sobre crímenes de odio y además había muy poco reconocimiento a la mayoría de las víctimas.
Viendo también el auge estos últimos años de los discursos de odio y el avance de la extrema derecha, me parecía que hablar sobre las víctimas del odio era más que pertinente, con la intención de reconocerlas y respetar sus pasos, y también como prevención de a dónde pueden llevar los discursos de odio.
(P): Qué actitud debe adoptar el público al enfrentarse al podcast: ¿crítica o entretenimiento?
(R): En todos los episodios yo he tratado de ir un poco más allá del suceso en sí, de lo que sería un true crime al uso. He intentado explicar el contexto en el que se produce y las características que lo definen como un crimen de odio. Y esto tiene sin ninguna duda una lectura sociológica y política que en el podcast se trata de recoger.
Lo que queremos también es que el oyente se dé cuenta de que esto no es un crimen como cualquier otro. Los crímenes de odio tienen una catalogación especial porque vienen agravados por las circunstancias de la víctima, ya sea por su condición sexual, su origen nacional, su color de piel, su religión, su ideología, etcétera.
Esto está muy remarcado en los capítulos porque son historias muy diferentes tanto en el espacio como en el tiempo. Hay contextos muy diferentes, pero en todos subyace algo que es universal y peligrosamente vigente, que es el odio. Alguien se encarga de difundir y promover este odio que lleva luego a este tipo de actos. No son hechos fruto del azar o un instinto delicuencial u homicida, sino que forma parte de una construcción ideológica.
Los herederos ideológicos de quienes promovieron el odio contra determinados colectivos están subiendo cada vez más y están siguiendo el mismo guion
(P): Cada episodio se centra en un crimen diferente, narrando así casos que distan entre sí en el tiempo pero que tienen el odio como misma raíz. ¿Qué conclusiones sacaste?
(R): La conclusión es que el odio es un mal que ha estado presente en la sociedad desde tiempos inmemoriales. Lo que pasa es que todo esto se puede combatir, y de hecho hay muchos ejemplos de cómo la sociedad ha avanzado y ha sabido mitigar este odio a base de educación y de políticas también que tratan de rebajarlo, relajarlo, eliminar esos prejuicios y esos procesos de deshumanización que luego hacen odiar a determinados colectivos y que producen no solo crímenes de odio sino también genocidios.
Lo que subyace en estas historias, desde el asesinato del Ku Klux Klan en los 60 hasta la limpieza étnica en Gaza o el Holocausto, es la deshumanización de un colectivo. Continúan habiendo estos procesos y, lo que es peor, continúa habiendo personas que basan su ideario y su discurso político actualmente en incitar al odio hacia determinados colectivos. Y esto, lamentablemente, en la Europa de 2025, 80 años después del Holocausto, está ganando elecciones. Los herederos ideológicos de quienes promovieron el odio contra determinados colectivos están subiendo cada vez más y están siguiendo el mismo guion.
El odio ahora lo que pretende es dividir y romper la convivencia y romper esa base de la democracia que es el saber convivir en nuestras diferencias.
(P): ¿Se están normalizando los crímenes de odio?
(R): Este auge reaccionario, la batalla que algunos llevan a cabo en el terreno cultural de las ideas, trata de revertir los consensos que hemos alcanzado a lo largo de los años.
Hace determinados años nos horrorizarían algunas posiciones que hoy se defienden con absoluta normalidad, y todo esto está muy vinculado con esa banalidad del mal que estamos viendo ante un genocidio actualmente, hacia muchos casos de racismo, machismo, homofobia. Es decir, se están volviendo a normalizar los discursos machistas o racistas cuando hace unos años no era así.
De hecho, uno de los objetivos de la extrema derecha, precisamente en Europa, es que esto vuelva a ser algo normal y respetable. Es peligroso porque ya no es una cuestión política, sino de estar minando algo básico para la convivencia, para la libertad y la igualdad de los seres humanos.
Lo de Gaza es un ejemplo, está sucediendo ante nuestros ojos y no es solo que algunos lo nieguen, sino que incluso lo celebran. Los nazis negaban los crímenes y que hubiera cámaras de gas, aquí los están retransmitiendo en directo, y muchos no se avergüenzan de ello. Hay que destacar que el discurso de odio siempre precede al delito de odio. Hitler no estranguló con sus propias manos a los judíos, él tenía la retórica, la acción la ponían otros.
Hace determinados años nos horrorizarían algunas posiciones que hoy se defienden con absoluta normalidad
(P): ¿Cuál crees que es la relación que existe actualmente entre la extrema derecha y los discursos de odio?
(R): Hay que destacar que los prejuicios, que son la base de todo discurso de odio, no son patrimonio de la extrema derecha. Es decir, el machismo, el racismo, la homofobia han estado presentes en toda la sociedad. Los prejuicios están en la base de la sociedad y que seas de izquierdas o derechas no te exime de ser machista o racista. Lo que sí que es verdad es que quien hace bandera y quien hace política de todos estos odios es la extrema derecha, quien los promueve y niega al mismo tiempo que esto exista.
(P): ¿Cómo se debe combatir a la extrema derecha? Encontramos reacciones más físicas como las de Maestre o más irónicas como las de Rufián.
(R): Cada uno tiene una posición y un papel en esta sociedad. No es lo mismo lo que puede hacer alguien que está en el Gobierno que lo que pueda hacer mi madre que está jubilado o el cajero del supermercado. Cada uno tiene un alcance, una capacidad de reacción, una circunstancia que le permitirá ser más o menos activo en determinados frentes.
Pero sí que es un problema en el cual todos podemos y todos los que se consideran demócratas deberían hacer algo. Porque la extrema derecha no tiene ningún escrúpulo incluso en utilizar la mentira, la desinformación. Es parte de todo este proceso de deshumanización y de incluso revictimización de la víctima.
Lo que se debe tener muy presente es que la gente es mucho mejor de lo que la extrema derecha pretende hacer creer. La derecha intenta fomentar el miedo, el odio, la desconfianza y las personas, en general, somos mejores que esta caricatura que nos hace la extrema derecha precisamente para que nos odiemos entre nosotros, para buscar cualquier diferencia para acrecentar esa desconfianza. Fragmentar a la sociedad es una de las herramientas más útiles para que luego nos reclamemos entre nosotros cosas que debería ser de sentido común para mejorar nuestras vidas. Sin embargo, si nos pegamos porque tú eres negro y yo soy blanco, porque tú eres homosexual y yo soy heterosexual, porque tú eres lo que sea ahí no vamos a ninguna parte.
La extrema derecha promueve los odios y niega que existan al mismo tiempo
(P): El podcast forma parte del true crime, un género que ha sido muy criticado en los últimos tiempos por una posible tendencia, en algunos casos, al sensacionalismo o al morbo.
(R): Cualquier producto periodístico, artístico o informativo corre el riesgo de caer en el morbo o ser una herramienta útil. No creo que sea blanco o negro, creo que aquí entra la manufactura de los autores. Yo puedo contar todas estas historias obviando el contenido político-social, y contarlo tipo true crime siendo muy sensacionalista y muy escabroso.
(P): ¿Cuáles crees que deben ser los límites del true crime? Es un debate que ha vuelto a reabrirse en las últimas semanas con el caso de Ana Julia Quezada.
(R): Marcar límites en la creación artística me parece muy arriesgado. Creo que no nos corresponde a nosotros juzgar lo que se puede hablar y lo que no. Lo que sí que es verdad es que el riesgo que tiene el conjunto de todo este tipo de productos es caer en la banalización, la espectacularización y la fascinación por la violencia.
Va a depender mucho de la manufactura del autor, de cómo va a envolver ese producto para explicarlo. Si no, no explicaríamos tampoco el Holocausto, porque está lleno de historias macabras. Aunque es verdad que es un fenómeno político y un hecho aislado. Muchas veces este tipo de crímenes tienen morbo porque son hechos excepcionales que nadie entiende cómo alguien puede llegar a esos extremos, pero que no responden a un odio o a una construcción política social, sino a otras cosas que evidencian que hay muchos factores.
Creo que entramos en un terreno lleno de aristas, donde la libertad de expresión y de creación puede chocar a veces con otros derechos y con otras percepciones morales.