Este sábado 8 de julio se casaron la aristócrata Tamara Falcó y el empresario Íñigo Onieva en una ceremonia que se llevó a cabo en la finca El Rincón, donde la pareja y sus invitados disfrutaron de una gran fiesta hasta la madrugada. Tras tres días de celebración con preboda, boda y postboda, 400 invitados, dos escenarios y más de 250 empleados, la hija de Isabel Preysler ha cumplido su sueño de llegar al altar por todo lo alto tras tres años de noviazgo con algunas idas y venidas.

Nada ni nadie ha podido impedir este momento después de los múltiples contratiempos que pusieron en jaque el enlace y muchos han calificado como señales (la última cuando se le incendió la casulla a uno de los sacerdotes que oficiaba la boda). Feliz, radiante y vestida de blanco, se ha mostrado la marquesa de Griñón en el publirreportaje exclusivo concedido a ¡Hola!, pero hay detalles que no reveló la revista del corazón y que no han pasado desapercibidos.

La primera imagen de Tamara tras su boda y el gesto de Iñigo Onieva

Los dos han llegado juntos en un coche hasta el Ritz, donde han pasado la noche de bodas. Primero se ha bajado Tamara Falcó del vehículo, mostrando una sonrisa constante sin disimular su felicidad, con un look de color blanco, un vestido de encaje con falda midi y manga larga de Zimmermann valorado en 1.050 euros combinado con unas sandalias blancas de Birkenstock valoradas en 70 euros.

Después de ella se ha dejado ver Íñigo, que ha mostrado una imagen muy diferente con un rostro serio y con gafas de sol, sujetando la chaqueta de su traje sobre el hombro mientras caminaba hacia el interior del lujoso hotel, detrás de su mujer, sin contestar a las preguntas de los reporteros.

Tras la noche, el matrimonio recibió a sus familiares y personas más allegadas este domingo 9 de julio para disfrutar de un brunch al mediodía y en la más estricta intimidad. Será el inicio de la fiesta postboda de Falcó y Onieva. A partir de aquí, para ellos comienza una nueva etapa en sus vidas.

El polémico uniforme de las camareras 

Durante la boda, los novios quisieron tener un gesto con los periodistas desplazados a las puertas del lugar de la celebración bajo el sol abrasador, un detalle amable en forma de comida y bebida. Sin embargo, quedó eclipsado cuando los periodistas se percataron del uniforme que llevaban las camareras que trabajaban.

Gema Fernández, que formaba parte de este grupo de profesionales de la comunicación, quiso compartir el gesto por sus redes sociales, publicando en sus stories de Instagram un breve vídeo en el que se veía cómo los camareros del evento ofrecían comida y refrescos a los reporteros y fotógrafos presentes, quienes agradecían el buen trato.

Sin embargo, lo que podría haber quedado en tan solo un acto de generosidad con los medios se convirtió en polémica por lo que muchos interpretaron como clasismo latente aún existente en nuestro país. Y es que los uniformes elegidos para que vistieran los camareros y camareras durante la ceremonia recuerdan a tradiciones basadas en la desigualdad más propias de otro siglo, lo que ha generado multitud de críticas en las redes sociales. Los usuarios, al ver la vestimenta de la camarera que aparecía en la publicación de Gema Fernández, no han podido sino indignarse con los novios y los organizadores de la boda.

Los trajes en cuestión tienen un estilo que recuerda a los uniformes de las criadas que trabajaban en las casas de familias adineradas durante los comienzos del siglo XX. Una época en la que las normas sociales y laborales distaban mucho de las actuales, pues no se respetaban los derechos de los trabajadores. Es por esto, que han sido muchos los internautas que han interpretado la elección de esta indumentaria como una manera de menospreciar a los camareros, y de ensalzar la 'posición social' de los invitados.