El calentamiento climático ya lo tenemos encima, o eso dicen los científicos, que atribuyen la alterada meteorología que padecemos en la actualidad a ese fenómeno que, según el primo de algún ilustre político, no era algo demostrado. Sin embargo, parece que ya los mayas, sí los mayas, hace unos cuentos cientos de años, mostraron su preocupación por cómo el ser humano se iba a cargar el planeta poco a poco. 

Coches por doquier, nubes de contaminación sobre las ciudades, consumismo sin control que conlleva un incremento de la producción y de desperdicios aún mayor, océanos esquilmados, sequías incontroladas frente a campos de golf como setas... en definitiva, acciones, actitudes y propuestas de la especie que se supone que tiene raciocinio cuya repercusión en forma de factura medioambiental cada vez más elevada, parece fuera de toda duda, salvo alguna teoría ultraeconómica. 

No somos conscientes del daño para la salud que provoca querer llevar el coche hasta casi la puerta del baño. La transformación que sufre el clima es una consecuencia directa de nuestra forma de actuar. 

Ahora, sin embargo, un artículo publicado en la revista científica Nature Commucations, pone de manifiesto algo que a más de uno va a provocar un susto. Grosso modo significaría que los fritos, sí, calamares, patatas, hamburguesas, etc, pueden resultar beneficiosos y ayudar a salvar el planeta, vía reducción de los efectos del calentamiento global.

Moléculas con estructura más consistente

No es un invento, sino el resultado de un estudio realizado por científicos de la Universidad de Reading. Estos investigadores, bajo la dirección del doctor Christian Pfrang, han analizado el efecto de unos aerosoles atmosféricos similares a las emisiones que desprende la cocción.

Las moléculas de la grasa asociada a ese humo adoptaban fases muy ligadas a la absorción de agua del ambiente circundante. Este proceso es el mismo que se da en la formación de nubes pero que, en este caso concreto, con un viscosidad mayor en las moléculas lo que provoca su mayor consistencia. 

Estas moléculas más 'longevas', por esa características, son capaces de formar las citadas nubes. De este modo, esas grasas que llegan a la atmósfera desde las cocinas, por ejemplo, por la utilización de freidoras o sartenes, por su especial estructura pueden ayudar a enfriar el planeta debido a que a partir de ellas se pueden generar nubes y lluvia. 

Cuidado con la salud

La investigación no ha finalizado todavía, ni mucho menos. Por ello, a pesar de todo lo anterior, los propios científicos han aclarado que esto no significa que las grasas para cocinar puedan acabar siendo utilizadas como una herramienta de geoingeniería con el propósito de rebajar el calentamiento del planeta.

No obstante, ¿quién se creía que un coche iba a circular sin conductor o con aceite usado de cocina como combustible, o un avión de pasajeros realizaría -de esto hace solo seis días- el primer vuelo con un carburante derivado también de aceite usado? El melón ya está abierto. 

Por cierto, por si alguno ha pensado en convertirse en una especie de Superman de la fritanga para salvar el planeta, los propios científicos lo descartan porque los efectos nocivos sobre la salud serían peores, nefastos y más rápidos que los que se pretendiera subsanar.