El verano trae consigo calor, días más largos y la oportunidad de disfrutar del aire libre. Una etapa esperada por muchos, que para los adultos mayores puede suponer un riesgo plagado de desafíos para su salud. Una situación que se extiende por aquellos que viven en sus domicilios, en residencias o acompañados por sus familiares. El verano puede provocar problemas físicos, pero también sociales como el aumento de la soledad y cambios en la alimentación y en la medicación.

Las elevadas temperaturas pueden descompensar patologías preexistentes y afectar la salud renal, especialmente en aquellos adultos mayores que toman diuréticos. Los adultos mayores tienen una mayor prevalencia de diversas enfermedades y el uso de múltiples medicamentos, lo que aumenta el riesgo de deshidratación y problemas renales durante el verano. 

A los problemas de hidratación se unen los de alimentación, porque el calor puede reducir el apetito y provocar que disminuyan las ingestas. Algo que refuerza también la deshidratación si además dejamos de lado alimentos frescos y ricos en agua y nutrientes.

Un tercer riesgo es el aislamiento social. Porque si la soledad ya es de por sí un problema recurrente entre los adultos mayores, en verano puede intensificarse, cuando pierden su red de apoyo cuando sus integrantes se van de vacaciones. Y la reducción de las interacciones sociales no solo pueden afectar a los que cuidados que reciben, también puede lastrar su bienestar emocional y mental.

Efectos físicos del calor

Las olas de calor cíclicas que suelen acompañar al verano se ceban de manera desproporcionada sobre los adultos mayores, con un consecuente aumento de la mortalidad y la morbilidad en este colectivo. “Los efectos pueden manifestarse a través de enfermedades como golpes de calor, agotamiento por calor, asma, enfermedades cardiovasculares y respiratorias, entre otras, nos explica la doctora Ana Isabel Hormigo Sánchez, geriatra del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, integrado en la red pública madrileña (SERMAS).

Estos efectos son más pronunciados debido a los cambios en la termorregulación que ocurren con el envejecimiento, haciendo a los mayores más susceptibles a la deshidratación y al estrés térmico. De ahí, “la importancia de las campañas de verano sobre los efectos del calor, concienciando sobre cómo protegerse del calor, hidratarse y posibles ajustes en la medicación en la población mayor” subraya la doctora.

Ana Isabel Hormigo Sánchez, geriatra del Hospital Universitario Fundación Jiménez Día
Ana Isabel Hormigo Sánchez, geriatra del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz

Consejos para luchar contra el calor

Algunos de estos consejos son intuitivos, pero no está de más recordarlos. La hidratación es fundamental y los adultos mayores deben beber agua incluso cuando no sientan sed. Así como evitar la exposición al sol, sobre todo en las horas en las que es mayor la incisión de la radiación ultravioleta, “generalmente entre las 10 de la mañana y las 5 de la tarde, para reducir el riesgo de quemaduras solares y otros problemas de salud”, explica la geriatra de la Fundación Jiménez Díaz, así como usar protección solar con factor de protección adecuado cuando sea inevitable esta al aire libre.

Otra recomendación es usar ropa ligera, con colores claros y que, aún cubriendo la mayor parte del cuerpo, permita mantener una temperatura corporal adecuada. En lo que respecta a interiores, hay que mantener una buena ventilación y una temperatura fresca “para evitar golpes de calor y agotamiento por calor”.

Es importante también revisar la medicación crónica, porque algunos medicamentos “pueden aumentar la sensibilidad al sol o la deshidratación”. “Es importante revisar la medicación de los adultos mayores durante el verano, ya que algunos medicamentos pueden afectar la termorregulación y aumentar el riesgo de deshidratación como es el caso de los diuréticos e hipotensores”, señala doctora, que también remarca la importancia de “controlar la tensión arterial en época estival para evitar el sobretratamiento e hipotensión”.

Y mantener el contacto social, no sólo para vigilar la situación física o posibles problemas con la medicación, sino “porque la soledad y el aislamiento social pueden afectar la salud mental de los adultos mayores, y es recomendable mantener el contacto con familiares y amigos, ya sea de forma presencial o virtual, para promover el bienestar emocional”.

El verano en las residencias

En el caso de los adultos mayores que viven en residencias o en hogares específicos para ellos, los consejos son similares, aunque quienes más tienen que vigilarlos son los cuidadores. Mantener una temperatura fresca en el interior es algo fundamental. También la hidratación es prioritaria y los cuidadores “deben ofrecer agua regularmente y fomentar la ingesta de líquidos para prevenir la deshidratación, que es común en épocas de calor extremo”.

Un punto al que prestar atención son los síntomas que pueden alertar de los temidos golpes de calor. “Los cuidadores deben estar atentos a cualquier signo de malestar relacionado con el calor, como agotamiento, mareos o confusión. Es importante comunicarse con el personal médico si se observan síntomas de golpe de calor u otros problemas de salud relacionados con el calor”, señala la doctora Hormigo Sánchez.

La nutrición es un factor importante para mantener la hidratación y se deben priorizar alimentos frescos, frutas y verduras con alto contenido en agua; así como evitar comidas pesadas que dificulten la digestión.

La lucha contra la soledad

La soledad, uno de los mayores problemas de los adultos mayores, se ve agravada en el verano, cuando sus familiares y amigos se alejan por las vacaciones. Más allá de la conexión virtual que se comentaba antes, es importante mantener conexiones sociales y participar en actividades físicas adaptadas, porque son esenciales para el bienestar emocional y mental. Las actividades grupales y el ejercicio regular pueden mejorar la calidad de vida, reducir la sensación de soledad y aumentar la movilidad y la autonomía.

“La menor actividad física también supone mayor probabilidad de deterioro funcional y pérdida de autonomía, por lo que hay que fomentarlo también en verano”, explica la doctora del hospital madrileño. Organizar eventos grupales, salidas al aire libre y programas de ejercicio adaptados a las necesidades de los adultos mayores puede promover un estilo de vida activo y saludable durante el verano.