Cada vez son más los niños con sobrepeso, hasta el punto de que según el último Estudio ALADINO de Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España, alrededor del 40 por ciento de los pequeños de entre 6 y 9 años tiene un peso por encima del saludable.

La obesidad es ya una auténtica epidemia en los países industrializados y actuar a tiempo, sobre todo, cuando se trata de la infancia, es clave. Los menores con este problema tienen mayores probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades cardiovasculares, diabetes o síndrome metabólico, patologías que figuran entre las principales causas de muerte en la edad adulta.

Esta es la razón por la que se creó el Proyecto InfaSEN (Infancia con Sentido), una iniciativa prevención de la obesidad infantil basada en tres pilares: el sueño, el ejercicio y la nutrición.

Se puso en marcha en 2019 y de su desarrollo se encarga un equipo multidisciplinar de profesionales sanitarios de los cuatro hospitales públicos gestionados por Quirónsalud en la Comunidad de Madrid (Fundación Jiménez Díaz, Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba) y de sus respectivas áreas de referencia de Atención Primaria.

“El cuidado global de la salud es uno de los ejes de la estrategia de nuestros hospitales, por lo que desde Continuidad Asistencial participamos en la realización de actividades de promoción y prevención de ésta y colaboramos con asociaciones de pacientes y con todas las instituciones que se relacionan con el centro” explica el Dr. Óscar Gómez, director de Continuidad Asistencial de esta red de hospitales.

El objetivo del proyecto es difundir recomendaciones sobre hábitos saludables, por lo que incluye diferentes actividades, información en red, charlas y talleres. Un ejemplo es la II Jornada de Prevención de obesidad infantil que se ha desarrollado recientemente en la Fundación Jiménez Díaz dirigida a profesionales sanitarios, educadores y familias interesadas y que se puede consultar a través del canal de Youtube de Quirónsalud.

“Queremos llegar, tanto a los niños, como a los adultos que les rodean”, precisa la Dra. Teresa Gavela, médico adjunto responsable de la consulta de Obesidad Infantil del Servicio de Pediatría de la FJD.

Y es que el sobrepeso no solo supone un auténtico reto de salud pública, sino que acarrea problemas físicos, psíquicos y sociales.

Una enfermedad ligada a muchas otras

La obesidad entraña importantes riesgos para la salud, incluido el cardiovascular.

“Ya en la infancia, altera la configuración de los vasos sanguíneos, aumenta las grasas y baja el colesterol HDL, con lo que incrementa el riesgo de accidente cerebrovascular e infarto de miocardio”, advierte la Dra. Almudena Gutiérrez de Terán, pediatra en el Centro de Salud Imperial de Madrid.

Además, subraya especialista, cambia el metabolismo de los hidratos de carbono-que abarca desde la alteración de la glucosa en ayunas hasta la diabetes-puede producir hígado graso, alteraciones traumatológicas, digestivas, cutáneas y trastornos psicoafectivos importantes como la ansiedad o la depresión.

Cambiar de hábitos

Aproximadamente la mitad de los niños obesos de 2 a 6 años lo serán también en la adolescencia, y si el problema no se revierte en esta etapa, las opciones de conseguirlo en la edad adulta son muy reducidas.

Es fundamental, por tanto, abordarlo y prevenirlo y la manera de hacerlo pasa por cambiar los hábitos de vida.

En esta estrategia hay tres factores, sueño, ejercicio y nutrición, aspectos a los que habría que añadir, según han evidenciado investigaciones recientes, la regularidad horaria con la que se realizan las distintas actividades.

Dormir a la misma hora

Aunque a nivel social todavía se tiene poca conciencia de esto, todos los estudios demuestran que el sueño está estrechamente relacionado con el desarrollo de la obesidad, de ahí la importancia de dormir un número de horas adecuado. “Ni mucho ni poco”, concretan los expertos.

“Está demostrado que los niños y adolescentes duermen menos que hace unas décadas fruto de la sociedad de 24 horas que vivimos, los problemas para la conciliación familiar y los aparatos electrónicos, que ‘contaminan’ el descanso y favorecen el sedentarismo”, sostiene la Dra. Gavela.

Del mismo modo, es fundamental regularidad en los horarios, sin que existan muchas diferencias entre unos días y otros.

En este sentido, apunta, además, que “sería interesante averiguar el cronotipo de cada paciente y adecuar a sus ritmos circadianos las recomendaciones horarias a las que realizar cada una de las actividades”.

Hacer ejercicio de forma regular

Frente a lo que ocurre con el sueño, la sociedad sí reconoce el papel que juega el ejercicio físico en la prevención de la obesidad, pero la asignatura pendiente aquí es llevarlo a cabo.

Como mínimo, tanto niños como adolescentes han de realizar 60 minutos de actividad física, de intensidad moderada o vigorosa, todos o la mayoría de los días de la semana, y al menos dos de esos días han de incluir ejercicios que trabajen la fuerza y la flexibilidad.

“Si la actividad física es superior a los niveles recomendados, generará unos beneficios adicionales para la salud, ya que parece existir una relación lineal gradual entre la cantidad de actividad física y el estado de salud”, señala por su parte la Dra. María Nieves Domínguez, pediatra de la Fundación Jiménez Díaz.

Cumplir el objetivo de la hora diaria puede lograrse a través de actividades habituales, jugando en el recreo o el parque, yendo al centro escolar andando o a través de actividades programadas como la educación física o los deportes.

Asimismo, “los juegos activos que implican actividades de transporte, escalada y lucha contribuirán a desarrollar y mantener la condición física muscular y la flexibilidad”, precisa esta médico, que hace hicapié en el papel que tienen familiares y cuidadores a la hora de fomentar que los niños sean físicamente activos. “Han de actuar como modelos, como ejemplo, e involucrarlos en actividades familiares”, afirma.

Por otro lado, apunta también, es necesario que los pequeños vean la actividad física como algo divertido e interesante, de manera que hay que elogiarlos y centrarse en los logros positivos, no en los fracasos.

En lo que respecta a los centros educativos, la Dra. Domínguez remarca la importancia de que sean conscientes del efecto positivo del ejercicio físico y no prohíban su actividad en recreos u horas de juego libres, ni lo empleen como castigo. “Los niños no deben asociar el deporte a algo negativo, es crucial centrarse en la participación y no en la competitividad”, recalca.

Cabe destacar que, además de prevenir el sobrepeso, el ejercicio físico mejora la interrelación personal, la ansiedad, la depresión, el estrés, la autoestima, el rendimiento escolar y la autogestión de su salud.

Aprender a comer

El tercer pilar de los hábitos saludables lo constituye la alimentación. Hay que aprender a comer y adquirir buenos hábitos de nutrición en la primera infancia, para consolidarlos y evitar que con el crecimiento y ante las nuevas pautas sociales se abandonen.

Si bien las cifras de obesidad infantil se han ido estabilizando en los últimos años, los expertos consideran que el próximo estudio ALADINO, realizado ya en pandemia, evidenciará un cambio de tendencia.

“Se sabe que los datos no van a ser buenos, después de una situación completamente anómala para todos, y más para los niños”, concluye la Dra.Gutiérrez de Terán.