Mientras cada día millones de personas afrontan su particular lucha contra el cáncer, las investigaciones avanzan y nuevos tratamientos de abren paso.

Si bien es cierto que en todas las áreas se han conseguido avances, en el campo de la hematología estos han sido especialmente importantes, debido a que, en comparación con los tumores sólidos, en aquellos que afectan a la sangre, es infinitamente más fácil obtener una muestra para su análisis.

“En muchos tumores, basta con hacer una extracción igual a la que hacemos para conocer nuestro nivel de glucosa o de colesterol”, apunta el doctor Raúl Córdoba, hematólogo del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y coordinador de la Unidad Funcional de Linfomas de este centro.

A esto hay que añadir, además, que, en algunos tipos de cáncer de la sangre, eliminar tanto la célula tumoral como la célula sana, “no supone una toxicidad inaceptable”, explica este especialista. “En muchos casos se puede vivir con unos cuidados especiales. En las leucemias de linfocitos B, por ejemplo, al eliminarlos dejan de producirse inmunoglobulinas, los llamados anticuerpos, pero podemos ponérselos de por vida al paciente”, aclara.

En el tratamiento de los linfomas encontramos un claro ejemplo de cómo se han abierto nuevas formas de abordar esta patología que afecta a los ganglios linfáticos y de la que, cada año, se diagnostican más de 4.000 casos en España.

Tratamientos "libres de quimioterapia"

Los tratamientos “libres de quimioterapia” son una de las alternativas que se han utilizado frente a la quimioterapia clásica en algunos tipos de linfomas. “Se trata de nuevas moléculas con mecanismos de acción diferente”, apunta el doctor Córdoba. Éste es el caso de las terapias moleculares dirigidas o de los inmunomoduladores, mediante las cuales se están tratando linfomas indolentes y la Leucemia Linfática Crónica (LLC).

La inmunoterapia

Otra de las vías que está en pleno desarrollo y que ha supuesto una auténtica revolución en este campo es la de la inmunoterapia, cuyo principio no se basa en aplicar un tratamiento dirigido al tumor, sino en “estimular el sistema inmune del propio paciente, de manera que sea él mismo el que lo reconozca y lo destruya”, subraya este hematólogo.

Esto se puede conseguir de distintos modos, “con anticuerpos inhibidores de los puntos de control inmune, conocidos como checkpoints, como pasa con los casos de Linfoma Hodgkin” o “con células modificadas genéticamente, como las células CAR, empleadas, por ejemplo, en el tratamiento de linfomas agresivos”, precisa.

 

A día de hoy, en hematología “hay aprobadas dos terapias de anticuerpos inhibidores de los puntos de control inmunológico para el Linfoma Hodgkin, y se está explorando su uso en otros tipos de tumores”, relata el doctor Córdoba, quien añade que, “en Estados Unidos, recientemente, la FDA ha aprobado la terapia celular con células CAR (portadoras de un receptor antigénico quimérico) para Leucemias Agudas Linfoblásticas de células B y para linfomas agresivos, siempre que tengan el marcador CD19, que es al que va dirigida la célula CAR”.  Sin embargo, advierte: “Estas terapias aún no están autorizadas en España y, por tanto, no podemos utilizarlas, si bien, ya han recibido el visto bueno por parte de las autoridades sanitarias europeas”.

No obstante, la inmunoterapia sigue abriéndose camino. “Hemos pasado de la era de la quimioterapia, que se extendió hasta los años 1990-2000, a la era de las terapias moleculares dirigidas (2000-2010) y de ahí a de la inmunoterapia”, recalca el doctor Córdoba.   

En la actualidad hay diversos tipos de linfomas que “conseguimos curarlos con inmunoquimioterapia”, puntualiza el doctor Córdoba. Es el caso de un elevado porcentaje de linfomas Hodgkin, “entre el 80 y el 90%”, y el de un porcentaje algo menor, “de entre el 50 y el 70%, de linfoma B difuso de células grandes”.  

La inmunoterapia es una estrategia que, hoy por hoy, se puede probar en casos de quimioresistencia, apunta el responsable de la Unidad Funcional de Linfomas de la FJD, “cuando la quimioterapia ha dejado de funcionar, y dar más sería aportar toxicidad sin ningún beneficio clínico”. 

Pero su futuro es innegable y pasa por su combinación con otros tratamientos ya existentes, como la quimioterapia convencional, los anticuerpos monoclonales y las terapias moleculares.

“Existen datos preliminares muy prometedores de distintas combinaciones, como la de inhibidores de checkpoint y anticuerpo anti-CD30 en linfoma Hodgkin en recaída, o la de inhibidores de checkpoint y terapias moleculares dirigidas como inhibidores de Tirosina Quinasa de Bruton”, especifica este médico.  

Tratamientos adaptados

Otros de los aspectos en lo que se está trabajando también es el referido a la adaptación de los tratamientos a cada paciente. Con el tiempo “hemos aprendido que adaptar las terapias en pacientes con otras enfermedades mejora los resultados, al igual que modificar las dosis, aumentando la intensidad cuando no se obtiene una respuesta adecuada, o reduciéndola en casos con buen pronóstico”, matiza el doctor Córdoba.

En este sentido la creación de unidades específicas de linfoma ha permitido el abordaje multidisciplinar y personalizado de la enfermedad. Profesionales de distintas áreas combinan su trabajo, poniendo al paciente en el centro del proceso asistencial.  “Nos adaptamos a sus características propias y diseñamos una estrategia de tratamiento individualizada para cada persona”, recalca este especialista, algo clave para una patología en la que cada caso es único. El diseño de un tratamiento adaptado es aún más relevante para las personas mayores que, además del cáncer, tienen otras enfermedades. De ahí la importancia de los programas de onco-hemato-geriatría, como el Programa de Hematogeriatría del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, pionero a nivel nacional y europeo, y que sirve de modelo para que otros médicos especialistas vengan a formarse a este centro.