Cada año se diagnostican en España más de 4.000 linfomas, un tipo de cáncer de la sangre que afecta a los ganglios linfáticos y que se desarrolla cuando se produce un fallo en el normal funcionamiento de los linfocitos.

Se trata del séptimo tumor más frecuente en el ser humano, a lo que hay que añadir que existen más de 70 subtipos distintos de linfoma, cada uno con sus características clínicas y biológicas.

Obtener un diagnóstico correcto para poder ofrecer el mejor tratamiento a cada paciente es, por tanto, fundamental, y lo que motivó que en 2014 se pusiera en marcha en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz una Unidad Funcional de Linfomas. Así lo explica a ELPLURAL.COM el doctor Raúl Córdoba, hematótogo coordinador de la unidad, quien insiste en la “necesidad de formar equipos multidisciplinares en los que participen todos los especialistas implicados: hematólogos, patólogos, expertos en citometría de flujo, citogenética, biología molecular, radioterapeutas, radiólogos, médicos nucleares, farmacéuticos hospitalarios, dermatólogos, geriatras y enfermeras”.

“Esta es la forma de organización en los grandes centros del cáncer americanos (comprehensive cancer centers)”, subraya este médico, y “el modelo que tenemos en el Instituto Oncohealth, y en los cuatro hospitales públicos del grupo Quironsalud en Madrid, la Fundación Jiménez Díaz, el Hospital Rey Juan Carlos, el Infanta Elena y el de Villalba”.

Llegar a un diagnóstico correcto no es fácil y “solo integrando a todos los profesionales implicados para que trabajen coordinados y en equipo puede hacerse”, indica.

“Debemos seguir las recomendaciones que nos dicta la Organización Mundial de la Salud, cuya última revisión de clasificación de los linfomas se publicó en 2016”, explica este especialista, para lo que “tenemos que integrar la morfología, el fenotipo, la genética y la biología molecular, junto con las manifestaciones clínicas que tiene el paciente”.

La clave está en el origen

En lo que respecta al tipo de linfoma éste depende de la célula de origen, “de la que motivó la transformación a una célula tumoral, y de las mutaciones específicas que tengan, explica el doctor Córdoba.

El linfoma de Hodgkin “suele tener unas características clínicas típicas”. Lo padecen con mayor frecuencia adultos jóvenes, de entre 20 y 30 años, sobre todo mujeres, y “afecta a ganglios cervicales o mediastínicos”.

Los linfomas no Hodgkin se presentan a cualquier edad y “pueden afectar no solo a ganglios linfáticos en todos los territorios ganglionares, sino también a otros órganos como la piel, el tubo digestivo, la médula ósea o el sistema nervioso central”.

Llegar a un diagnóstico o a otro dependerá de “la integración de las características clínicas junto con los resultados de la biopsia ganglionar o de tejido afecto”.

Con o sin síntomas

Los linfomas tienen un comportamiento muy heterogéneo, de manera que la sintomatología varía en gran medida de una persona a otra. “Hay pacientes completamente asintomáticos”, a los que se detecta la enfermedad “por una analítica de sangre o una prueba de imagen como una ecografía o un TAC”.

Otros, sin embargo, llegan a consulta por el crecimiento de algún ganglio linfático, pero sin más malestar; y hay quien presenta lo que se conocen como “síntomas B: pérdida de peso inexplicada mayor del 10% del peso corporal en los seis últimos meses, fiebre superior a 38 grados centígrados y sudoración nocturna profusa”. Cansancio, picor en la piel y manchas cutáneas de coloración rojiza son otras de las señales que pueden experimentar algunos pacientes.

“El que un linfoma pueda aparecer en cualquier parte del cuerpo”, destaca este médico de la Fundación Jiménez Díaz, “complica mucho el diagnóstico y nos obliga siempre a pensar en ello”.

Pese a todo, el síntoma más común es la “aparición de un bulto, que no suele ser doloroso en el cuello, la axila o las ingles”.

Muchas opciones terapéuticas

Los tratamientos, a día de hoy, son variados y van desde los más convencionales, como la quimioterapia, la radioterapia y los anticuerpos monoclonales, hasta las más novedosos: los llamados “fármacos diana”, la inmunoterapia y la recién aprobada terapia celular con células CART.

“En este momento estamos viviendo una etapa en la que se abren muchas opciones terapéuticas a los pacientes con linfomas”, subraya este hematólogo. “La elección se basará en el diagnóstico específico de tumor, en sus características biológicas, y en las del propio paciente”. “No se administra el mismo tratamiento a un linfoma agresivo que a uno indolente; como tampoco se trata igual a un paciente que recae, a una persona joven o a una mayor”.

Del mismo modo, hay casos en los que los tratamientos disponibles se agotan. Entonces, indica el doctor Córdoba, “es el momento de ofrecer la participación en un ensayo clínico con nuevos fármacos, con mecanismos de acción diferentes que puedan ser la solución al problema”. 

Balance positivo

El balance de los tres años de vida de esta Unidad Funcional de Linfomas de la Fundación Jiménez Díaz, es “tremendamente positivo”, señala su coordinador. “Es complicado cambiar la forma de trabajar tradicional en la que cada servicio funcionaba de forma independiente”. Coordinar a los distintos facultativos “es una tarea tremendamente enriquecedora, que lo que hace finalmente es colocar al paciente en el centro del proceso asistencial”. “Todos aportamos nuestros conocimientos y experiencia y cada caso es analizado de forma individualizada”.