Cada año, miles de personas mayores ven cómo una caída inesperada les cambia la vida. Una fractura de cadera, lejos de ser solo un problema ortopédico, puede suponer el inicio de una pérdida de autonomía, movilidad y calidad de vida. Pero no tiene por qué ser así. El trabajo conjunto de equipos sanitarios especializados y la personalización de los tratamientos están demostrando que, con un abordaje adecuado, muchas de estas personas pueden volver a caminar y recuperar su día a día.
Las fracturas de cadera son una de las principales causas de discapacidad y dependencia en la población geriátrica. Su impacto es profundo: no solo inmovilizan físicamente al paciente, sino que también afectan su estado emocional, su salud general y su entorno familiar. Además, representan un importante desafío para los sistemas sanitarios, debido a la elevada tasa de hospitalización, intervenciones quirúrgicas y cuidados posteriores que requieren.
En este contexto, el Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles ha liderado un estudio clave publicado en la revista científica Age and Aging. La investigación, fruto del trabajo conjunto entre geriatras, internistas, enfermeras y otros profesionales, analiza los factores que determinan la capacidad de los pacientes mayores para recuperar la marcha tras una fractura de cadera.
El camino empieza en el quirófano… pero no termina allí
El primer paso tras una fractura de cadera es, habitualmente, la cirugía. Pero la intervención, por sí sola, no garantiza la recuperación. La forma en que se aborda la rehabilitación y la rapidez con la que se inicia son aspectos decisivos para volver a caminar.
“Cuanto antes se trabaje la movilidad del paciente, mayores serán sus probabilidades de volver a caminar”, explica la Dra. Cristina González de Villaumbrosia, jefa del Servicio de Geriatría del Hospital Rey Juan Carlos y una de las principales autoras del estudio.
La movilización temprana, iniciada incluso en los primeros días tras la operación, ha demostrado reducir complicaciones asociadas a la inmovilidad, como infecciones, trombos o deterioro funcional. Pero, para ser eficaz, debe estar integrada en un enfoque coordinado y multidisciplinar.
La revolución silenciosa de las unidades ortogeriátricas
Uno de los elementos más transformadores en la recuperación de estos pacientes son las unidades ortogeriátricas, donde geriatras y traumatólogos trabajan codo a codo con enfermeros, fisioterapeutas y otros especialistas.
“Los pacientes tratados en hospitales con unidades ortogeriátricas especializadas presentan mejores tasas de recuperación y menos complicaciones durante su hospitalización”, señala la Dra. González de Villaumbrosia, indicando que “este enfoque mejora la movilidad tras una fractura, y reduce el riesgo de delirium, infecciones y otras complicaciones asociadas a la inmovilidad prolongada”.
Estas unidades permiten una atención individualizada, basada no solo en la patología ortopédica, sino también en las características del paciente mayor: su fragilidad, sus enfermedades crónicas, su estado cognitivo o su entorno social. La coordinación entre profesionales es clave para adaptar las decisiones clínicas a cada caso.
Una recuperación que se personaliza paso a paso
No todos los pacientes llegan igual a la fractura, ni todos responden del mismo modo al tratamiento. Hay factores que no se pueden modificar, como la edad avanzada, la presencia de demencia o una situación previa de dependencia. Pero también existen factores que sí se pueden abordar: el estado nutricional, la masa muscular, el tipo de ejercicio físico y el acompañamiento emocional.
En este sentido, el estudio del Hospital Rey Juan Carlos subraya la importancia de abandonar los protocolos estandarizados para abrazar una atención verdaderamente personalizada. No se puede aplicar un protocolo estándar para todos los pacientes; cada caso requiere una evaluación detallada para adaptar la rehabilitación a sus necesidades específicas.
La rehabilitación no consiste solo en ejercicios repetitivos: implica motivación, empatía, conocimiento clínico y un plan ajustado a los objetivos reales del paciente.
El miedo a caer otra vez: una barrera psicológica infravalorada
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio ha sido el papel del miedo a caerse como factor psicológico que dificulta la recuperación de la marcha. Este temor, presente en muchos pacientes tras una fractura, genera inseguridad, evita la movilización y puede cronificar la dependencia.
Superarlo requiere algo más que una rutina de fisioterapia. Es fundamental ofrecer apoyo emocional, promover la confianza y diseñar entornos seguros tanto en el hospital como en el domicilio. La participación activa del paciente en su proceso de recuperación, siempre acompañada por un equipo preparado, es esencial para romper ese círculo de miedo e inmovilidad.
Volver a caminar… y a vivir
Recuperarse de una fractura de cadera en la vejez no es solo una cuestión médica, sino una oportunidad para repensar cómo tratamos a nuestros mayores cuando están más vulnerables. El estudio liderado por el Hospital Universitario Rey Juan Carlos no solo aporta evidencia científica sobre los factores implicados en la recuperación funcional, sino que señala el camino hacia una atención más humana, integrada y eficaz.
La combinación de cirugía adecuada, movilización precoz, tratamiento personalizado y apoyo emocional permite a muchas personas mayores recuperar no solo su capacidad de caminar, sino también su independencia y su autoestima. Porque tras una fractura de cadera, aún queda mucho por andar.