Este jueves 8 de mayo, El Vaticano ha sido testigo de una elección histórica. Por primera vez, un estadounidense se sienta en el ‘trono de Pedro’. El cardenal Robert Francis Prevost, oriundo de Chicago, forjado en las Iglesias de Perú y con raíces españolas por parte de madre, ha sido elegido como León XIV, el papa número 267. Este exmisionero, agustino, políglota y doctor en Derecho Canónico está destinado a servir de contrapeso al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
La elección de Prevost no ha sido del todo una sorpresa. Su nombre circulaba con fuerza en los pasillos del Vaticano desde que en 2023 fue nombrado prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Allí, demostró su habilidad para generar consensos y su fidelidad al espíritu de apertura e inclusión promovido por Francisco. En sus propias palabras antes de ser elegido Papa ya dejaba claras sus intenciones: "No podemos parar, no podemos retroceder. Tenemos que ver cómo el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sea hoy y mañana".
Sin duda, su elección simboliza una voluntad clara del Colegio Cardenalicio: continuar el ciclo primaveral iniciado por Juan XXIII, interrumpido durante décadas por el conservadurismo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, y recuperado por Bergoglio.
Un papa temido por la extrema derecha
La elección de Prevost era temida en los sectores más ultraconservadores de la Iglesia. Su perfil latinoamericano, su historial pastoral entre los más pobres, y su firme defensa de los migrantes lo convierten en una figura incómoda para quienes quieren una Iglesia más doctrinaria, menos social y con un pie más firme en Occidente.
En España, ha sido objeto de ataques, incluso en los últimos días, por parte de portales como Infovaticana, una web ultraconservadora conocida por su discurso abiertamente reaccionario. De hecho, en vísperas del cónclave, Infovaticana lo calificó como “un peligro para la ortodoxia”.
Muy influyente en sectores conservadores de la Iglesia, Infovaticana está dirigida por Gabriel Ariza, hijo del controvertido dueño del Grupo Intereconomía de comunicación, el navarro Julio Ariza, ex del PP en Cataluña y hombre clave en el ascenso de Vox. Padre e hijo son los más influyentes de los sectores más rancios del catolicismo. Incluso su empresa, Tizona Comunicacón, dirige Vox y está investigada por supuesta corrupción.
Gabriel Ariza, junto a la mano derecha de Santiago Abascal, Kiko Méndez Monasterio se ha convertido en referentes empresariales para Vox, ya que a través de sus compañías proporcionan apoyo táctico a la formación de extrema derecha.
En este sentido, el veterano vaticanista Antonio Pelayo ha sido contundente al valorar su elección: "A Trump le ha salido un grano en el culo". La frase resume el temor que León XIV despierta en el trumpismo eclesial y político, especialmente en Estados Unidos, donde ha sido crítico con las posturas xenófobas del expresidente.
El Papa que puede frenar a Trump
El amor de León XIV por América Latina se consolidó con su larga estancia en Perú, donde ejerció como misionero, rector del seminario agustiniano en Trujillo, y más tarde obispo de Chiclayo. En ese país incluso adquirió la nacionalidad. Esta doble pertenencia, sumada a su rol en la Curia romana, lo convierte en un líder que conoce el sur global y el aparato vaticano por igual.
Ha mantenido buenas relaciones con diferentes sensibilidades dentro de la Iglesia, pero está claramente alineado con la dirección marcada por Francisco. "El obispo no debe ser un principito sentado en su reino. Está llamado auténticamente a ser humilde, a estar cerca de la gente a la que sirve, a caminar con ellos, a sufrir con ellos", llegó a decir en el pasado.
Por ello, en un mundo donde los discursos de odio y la xenofobia ganan terreno, la figura de León XIV se erige como un posible contrapeso moral y espiritual. En su momento, Francisco ya fue duro con Trump, llegando a decir que "una persona que piensa solo en construir muros y no en construir puentes no es cristiana". La respuesta de Trump no se hizo esperar: en tono burlón, se dejó fotografiar con un montaje de inteligencia artificial donde aparecía vestido de papa. Una provocación que no pasó inadvertida.
León XIV, que conoce bien la realidad de la Iglesia en Estados Unidos, está en condiciones de responder a estos desafíos. Su experiencia en Perú le da una sensibilidad distinta, que contrasta con la rigidez de figuras como el cardenal Timothy Dolan, preferido de Trump y representante del ala tradicionalista norteamericana.
Las fricciones con el conservadurismo estadounidense
Desde su paso por el obispado de Chiclayo, Prevost ha sido blanco de las críticas de la derecha eclesial. A pesar de algunas polémicas —como las falsas acusaciones infundadas de encubrimiento de abusos sexuales, desmentidas por la diócesis peruana—, su figura emergió con fuerza como una opción de equilibrio y de apertura.
En Estados Unidos, donde hay más de 72 millones de católicos, el nuevo Papa tiene por delante una labor titánica: recuperar una Iglesia fracturada por la politización de la fe. Como él mismo denunció en una ocasión: "Los católicos y cristianos estadounidenses han puesto la ideología, la política partidaria, por delante de su fe".
León XIV: un nombre, una declaración
La elección del nombre León XIV no es baladí. Se trata de una evocación a papas que, en la historia, fueron reformistas o enfrentaron tiempos convulsos. Su pertenencia a la Orden de San Agustín añade un símbolo más: los agustinos, conocidos por su enfoque intelectual, comunitario y su apertura al diálogo, encarnan bien el talante del nuevo pontífice.
No es casualidad que quien fuera prior general de los agustinos por más de una década, y después misionero de base en Perú, combine ahora la reflexión teológica con una praxis comprometida. "Sé que cree que todo el mundo tiene el derecho y el deber de expresarse en la Iglesia", dijo de él un antiguo compañero de formación, Mark R. Francis.
Lo cierto es que Prevost no ha ocultado sus prioridades. En declaraciones a Vatican News, ya como prefecto, expresó en su día: "Tenemos que continuar buscando maneras de ser Iglesia en esta época en la que vivimos". En otra ocasión afirmó: "El mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es el mismo que el mundo de hace 10 o 20 años". Su insistencia en leer los signos de los tiempos y adaptarse a ellos marca una hoja de ruta clara para su pontificado.
Descripto como reservado y sencillo, Prevost siempre rehuyó del protagonismo. En su etapa como cardenal, solía bromear con sus compañeros agustinos cuando lo llamaban “padre” en vez de “eminencia”. Él mismo contaba con humor que en Perú, muchos lo seguían tratando como "el padre Robert", incluso después de ser obispo. Y en sus pocos ratos libres, confesaba que extrañaba jugar al tenis: "Desde que dejé Perú tuve pocas ocasiones de practicar, así que estoy deseando volver a las canchas".
Pero el llamado al papado, como él mismo admitió, cambia todas las prioridades. A sus 69 años, León XIV parece haber sido elegido no solo por su experiencia, sino por lo que representa: una Iglesia abierta al mundo, y que no tiene miedo de confrontar al poder, aunque esté encarnado por Donald Trump, cuando este se aleja de los valores del Evangelio.