“El mercado solo no resuelve todo”. El Papa ha revolucionado de nuevo la Iglesia dando un toque de atención al mundo con su tercera encíclica, “Hermanos todos”. De entrada, rechaza que la sociedad deba regirse por los preceptos económicos y advierte que nos quieren hacer creer en ese poder omnímodo del mercado que califica como dogma de fe neoliberal.

Armado con tan potente pensamiento, sostiene que hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, “pero no así para el desarrollo humano integral”; es decir, una enmienda a la totalidad del consumismo y del egoísmo.

Abriendo las ventanas de la Iglesia a la realidad, Francisco repasa los desastres del mundo actual: se reabren conflictos anacrónicos, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos, dice. Y, entrando en modo directo, propio de su perfil, denuncia que los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global, que favorece a los más fuertes y vuelve cada vez más vulnerables y dependientes a las regiones pobres.

 Era imprescindible que la pandemia provocada por el coronavirus estuviera muy presente en esta última encíclica. Así, alerta de que “o nos salvamos todos o no se salva nadie”, y recuerda que la fragilidad de los sistemas mundiales frente a esta pandemia fuera de control ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado. Pero el golpe duro e inesperado de esta pandemia fuera de control obligó por la fuerza a volver a pensar en los seres humanos, “en todos, más que en el beneficio de algunos”.

Otra cuestión que Francisco no ha olvidado en su carta “Hermanos Todos” es el rechazo a la pena de muerte y la propuesta de que con el dinero destinado a armamento se constituya un fondo mundial para erradicar el hambre, como también ha insistido el Papa en clamar con dureza contra quienes niegan el refugio. Desde su responsabilidad como Pontífice, reafirma el derecho a no emigrar, es decir, “a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra”.

Como Jesús en el templo, golpea Francisco con el látigo de su indignación a toda esta ultraderecha con resabios de fascismo que atenta contra la dignidad humana y llama a la acción: “El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día”.  A años luz de estos mensaje, están quienes aquí y ahora sólo les preocupa zaherir al adversario.