Un caso de confusiones sin precedentes el que se ha dado los últimos días en Malasia cuando un hombre pensaba que su hijo estaba muerto, pero finalmente no. Posiblemente sea la historia más rocambolesca de la semana, además de llamativa y, por qué no decirlo, impactante. Una de esas veces en las que la realidad supera la ficción, y es que el hecho que aquí se relata podría obedecer perfectamente al guion de una novela o de una película.

Un hijo en prisión, la angustia de un padre que pensaba que éste había muerto y un falso cadáver son los tres ingredientes que dotan de un mínimo de sentido a esta página de sucesos. A día de hoy, el hombre todavía no sabe lo que ha pasado. Si cree -y si no, posiblemente también- lo asocie a una coincidencia divina que, sin embargo, no es casualidad. Pero, por partes.

Primera llamada: su hijo ha muerto

El señor de Malasia que aquí se menciona ha pasado una de las peores semanas de su vida después de enterarse de que su hijo había fallecido. La primera vez que descolgó el teléfono -habría una segunda con mejores noticias- el hombre se quedo completamente en shock por varias cuestiones. En primer lugar, porque ni siquiera sabía que el chico estaba en la cárcel. En segundo, porque no casi con total seguridad, no hay nada más duro en esta vida que enterrar a un hijo.

Así las cosas, la información de la primera llamada es clara. El hombre descuelga el teléfono en la ciudad de Sungai Buloh y le dicen que su hijo ha muerto en prisión. En la misma conversación, corta pero directa, le piden que, por favor, acuda al hospital para identificar el cadáver. Un mal trago para el que el hombre, evidentemente, no estaba preparado -nadie lo está-, menos si cabe después de las noticias que le llegan y que no termina de creerse. En ese sentido, es importante señalar que el señor creía que su hijo se encontraba trabajando fuera del país, siendo esas las últimas noticias que percibió de él.

Con todo, acude al centro hospitalario para empezar a despertar, aunque sea un poco, de la pesadilla. Nada más lejos de la realidad, lo que encuentra le impresiona todavía más. El cuerpo estaba tumbado sobre la camilla con una sábana; pero cuando el protagonista de estas líneas destapa la misma se da cuenta de lo que menos esperaba: la persona que está debajo de ella no es su hijo.

En un primer momento se lo dice al personal del centro y a los forenses. Sin embargo, estos últimos profesionales atribuyen las sospechas del hombre a una mezcla entre el shock todavía presente y a una cuestión más técnica y que no depende de la mente ni los sentimientos que el señor pudiera experimentar en ese momento. Relacionado con el segundo aspecto, le comunican que el cadáver llevaba el pelo rapado como lo están el resto de presos de la prisión en la que se encontraba y que la autopsia le había desfigurado el rostro. Tras muchas negativas, el hombre acepta la explicaciones.

Segunda llamada: su hijo sigue vivo

El proceso para dar el último adiós a su hijo sigue su curso y el paso siguiente es trasladar el cuerpo al cementerio de la localidad para la consiguiente incineración. Poco antes de proceder a este último punto, el móvil vuelve a sonar. Es un número largo y desconocido. Él ya no se teme lo peor porque lo peor ya ha ocurrido. No obstante, la vida le tiene una sorpresa preparada, una carta en la manga que le hará volver a sonreír y a la que cualquiera se aferraría en una situación así: su hijo está vivo.

Esto es al menos lo que le dicen desde el otro lado de la línea y es que, después de todo, el ya desconfía. Así lo relatan desde el periódico El Caso, el primero en hablar sobre el suceso.

En concreto, fueron los funcionarios de prisión quienes hablaron con el padre y le dijeron que se encontraba en la cárcel. Él, sin embargo, no daba crédito, por lo que el personal del centro le facilitó la posibilidad de ver a su hijo por videollamada. El hombre no pudo evitar emocionarse y cuando los dos estuvieron ya más tranquilos, el hijo le contó al padre toda la verdad.

Por su parte, el cadáver que iba a ser incinerado todavía se encuentra sin identificar en el momento de conclusión de estas líneas, pero a juzgar por el aspecto del mismo todo apunta que el estado actual obedece a un accidente o una dura agresión.