Los equipos de bomberos que acudieron al trágico incendio de Campanar que ha costado 10 vidas han visto como, en los últimos días, la calidad de su trabajo se sostiene en la cuerda floja tras varias publicaciones que deslizaban, algunas más sibilinamente que otras, que el hecho de decirles que se metieran en casa a los miembros de la familia que falleció con sus bebés implica una culpa de los bomberos. ElPlural.com ha podido hablar con fuentes de este cuerpo que han explicado que los motivos por los que enviaron a su domicilio a esta familia fue “porque, el rellano y la escalera estaban llenas de humo. Eso, sumado a las altas temperaturas derivadas del fuego hacía inviable que los pequeños llegaran con vida a la planta baja”.

Pero es más, las mismas fuentes ponen en duda que al ritmo de bajar con dos bebés, los padres hubieran logrado salir indemnes. Es por eso que se les indicó que se refugiaran en su casa, tal y como indican los protocolos de actuación en caso de incendios en fincas, mientras el equipo de bomberos bajaba a buscar el material necesario para poder rescatarlos sanos y salvos a los cuatro.

Ese equipo está compuesto de mantas térmicas o chaquetones adaptados para soportar mejor las temperaturas, así como máscaras de rescate que se acoplan al equipo ERA (equipo de respiración autónoma) para que las víctimas rescatadas no respiren el humo tóxico que les habría costado la vida bajando las ocho plantas. En resumen, el material necesario para que un bebé de ocho días y otro de dos años pudieran soportar el humo y el calor.

El problema no fue el protocolo o la forma de actuar de los bomberos. El problema fue la forma de comportarse del incendio, que parecía un animal con vida propia y que, en cuestión de minutos, en lo que tardaron en bajar y subir, convirtió el edificio en una ratonera mortal para la familia, y casi mortal para los bomberos.

Estos profesionales lo dieron todo para llegar hasta ellos. Pusieron tanto empeño que casi pierden la vida ellos, ya que uno de los rescatadores acabó con quemaduras severas en las manos tratando de llegar hasta la familia y otro, su compañero, no murió porque por casualidad, cuando los pasillos estaban ya impracticables y llenos de humo, uno de los bomberos tropezó con sus pies de su compañero cuando ya estaba inconsciente. Fue tan terrible que estos hombres se llegaron a despedir de sus compañeros a través de los walkie-talkie.

Hicieron lo que pudieron. No, hicieron más de lo que pudieron, pero a veces la valentía y la profesionalidad hinca la rodilla ante el fuego. No siempre se puede ganar, y el incendio del jueves fue una derrota sin paliativos para estos profesionales que no dudaron en jugarse el pellejo tratando de salvar las vidas de las diez personas que quedaron atrapadas en sus casas.

Haters

Esta historia tiene un final triste, muy triste, pues da lo mismo como se narre, el final siempre es el mismo: el fuego fue el vencedor de la partida. Pero lo que no se ha contado hasta ahora de ella es que, después de que se abriera un debate, estéril sí, pero debate, sobre la actuación de los bomberos, hay gente llamando a su número de teléfono insultándoles y llamándoles asesinos. Sí, esa ha sido la recompensa del clickbait: conseguir que la gente llame a los bomberos de Valencia para insultarles.

Pero hay otra consecuencia, y esta mucho más peligrosa que los insultos, y es la desobediencia a los profesionales. Este martes, el periódico El Comercio publicaba: “Un incendio en un edificio de Gijón desata el pánico: todos los vecinos del edificio bajan a la calle en tromba”. Todos los vecinos, incluso los de movilidad reducida. Un pánico generado por el debate inútil abierto con los bomberos de Valencia.

Por suerte, en este incendio no ha pasado nada, pero los bomberos recuerdan que los protocolos de quedarse en casa son los más seguros. El 80% de los muertos en un incendio lo son por inhalación de humo, así que, como dicen desde este cuerpo, “si la gente no hace caso, nos vamos a encontrar con varios fallecidos en las escaleras en el próximo incendio serio al que vayamos. La gente no es consciente de la rapidez con la que mata el humo. No hacer caso, costará vidas”. Y en cuanto a estas funestas consecuencias, existe una tercera, la del plano sicológico de los bomberos que llegaron los primeros al incendio de Nou Campanar. “Están rotos” hasta tal extremo que este martes los equipos de atención sicológica han tenido que atenderles en los parques en lo que trabajan.