La pasada semana ElPlural.com desveló las irregularidades contractuales de la Compañía Nacional de Danza, órgano público dependiente del INAEM (Ministerio de Cultura), que han provocado pugnas en los tribunales entre los bailarines y la dirección. Y como avanzamos, no son el único punto de fricción entre la CND y sus trabajadores y trabajadoras. Según ha podido confirmar este periódico, los bailarines de la Compañía denuncian que no se cumplieron los protocolos anti Covid-19 fijados por el Gobierno de España: dando lugar a brotes y situaciones de riesgo que no han sido reveladas por miedo a represalias.

Todo comenzó el 12 de marzo del año 2020. Aquel día, el Gobierno recomendó que se evitaran los desplazamientos innecesarios, que las personas con síntomas se confinaran y se primara el teletrabajo. Aquella misma jornada se suspendió La Liga, Irene Montero dio positivo, los ministros y los reyes Felipe VI y Letizia se sometieron a pruebas PCR… El paisaje cambió por completo. Las mascarillas ya eran la tónica habitual y ya se confabulaba con un hipotético estado de alarma que, a cada minuto que pasaba, ganaba enteros; decretándose formalmente el sábado 14 de marzo, aunque en los días previos ya se tomaron medidas.

En lo que respecta a la Compañía Nacional de Danza, el 10 de marzo se informó a los trabajadores y trabajadoras de que por indicaciones del INAEM -que seguía las instrucciones de Sanidad- se paralizaría toda la actividad. El 11 de marzo, el director de la CND, Joaquín de Luz, envió un correo electrónico a todos sus bailarines manifestando su perplejidad por las dudas que mostraban por obviar las sugerencias sanitarias y mantener las clases y ensayos; presionándoles para que acudieran a los ensayos, según las fuentes consultadas.

En el email, cuya veracidad ha sido confirmada por este periódico- De Luz censuraba que se atendió el deseo de “seguir utilizando los estudios para clases/ensayos” y, después de “rompernos el coco para diseñar un sistema que permita la actividad de forma segura y ordenada” los bailarines se mostraron reticentes con motivo de la evolución de la pandemia: “La actividad en la sede es totalmente voluntaria. Los que quieran seguirán trabajando para no parar dos semanas (como mínimo). Aclaraos y entended nuestra posición, por favor”.

Varios bailarines aquejan que las “clases voluntarias” no tenían nada de voluntarias. “Decían que eran optativas, pero no es verdad. Quien no iba sufría las consecuencias. Se nos amenazaba. Decía que es que no teníamos ganas de trabajar. Dijeron que teníamos que ir el día 13 a trabajar, aunque el Gobierno había dicho que no. Las cosas que pasan en la Compañía se quedan en la Compañía… ”, asegura un bailarín -no aportaremos su nombre para mantener su anonimato, pues aún impera el miedo a las represalias-.

Las mismas fuentes consultadas por este periódico lamentan que “nos quería poner a todos en riesgo”; pero el INAEM tomó cartas en el asunto y el día 13 de marzo decidieron cerrar la sede hasta el 22, un plazo que evidentemente se amplió a la postre.

Protocolos de riesgo y amenazas por las vacaciones

Toda España ya estaba confinada y teletrabajando, a excepción de los servicios esenciales entre los que, por supuesto, no se encontraba la CND. “Llegó el confinamiento y nos enviaron un suelo de aproximadamente un metro cuadrado para instalarlo en casa y dar clases online y practicar”, cuenta otra bailarina.

A finales de mayo, la dirección de la Compañía envió otro email a los trabajadores informándoles de que, con la desescalada, se reanudaría parte de la actividad. Los bailarines afirman que adjunto al correo figuraba un protocolo con medidas de seguridad que no fue aprobado ni por Riesgos Laborales ni por el INAEM. Los sindicatos contactaron entonces con Riesgos Laborales para informar de que los bailarines no acudirían hasta que los protocolos fueran rubricados y aprobados por los organismos correspondientes. “La Coordinación Artística nos insistía en que teníamos que ir, pero hasta la noche anterior no supimos nada. Finalmente se aprobó el plan y el día 1 de junio reanudamos el trabajo”, relatan.

Varios bailarines denuncian que el protocolo recogía que era condición sine qua non que no coincidieran en la misma sala más de 15 bailarines, pero “esto nunca se respetó, siempre éramos más”.

“La idea -añaden- era no coincidir entre grupos y mantener contacto siempre con las mismas personas. Pero cada semana cambiaban los grupos en funciones de las ‘necesidades artísticas’ y había clases y ensayos con más de una decena de bailarines”.

En pleno clima de tensión y malestar por el riesgo al que estaban sometidos y las presiones y amenazas; llegó el periodo estival. En la CND las vacaciones se dan en agosto, cuando no hay funciones cerradas; pero entonces “se planteó la idea de no darnos vacaciones porque decían que ya habíamos tenido suficiente parón. Decía que en lugar de las cuatro semanas seguidas que nos corresponden, nos daría una a finales de junio, dos en agosto y otra ya se vería a lo largo de la temporada. Le dijimos [al director, Joaquín de Luz] que no habíamos estado de vacaciones sino confinados”. Finalmente la dirección accedió tras el aluvión de quejas.

Presiones para saltarse las medidas sanitarias

Tras regresar de las vacaciones estivales se continuó con el sistema de cuatro grupos establecido con anterioridad, pero seguía sin respetarse. Un bailarín cuenta a ElPlural.com que en septiembre había que bailar tres piezas: Apollo, de George Balanchine; concierto DSCH, de Alexei Radmanski y White Darkness, de Nacho Duato.

“Había gente que estaban en una, dos o tres piezas. Y claro, había que ensayar en todas las que estuvieras. Por la mañana se ensayaba, por ejemplo, el concierto DSCH y había gente en turno de tarde por el sistema de grupos. Decía que era voluntario, pero todos sabemos lo que eso significaba. Nos ponían en la tesitura de que, si no ibas, no bailabas en esa pieza. Nos obligaban a mezclarnos, aunque no quisiéramos. No daban opción de ensayar la pieza con tu grupo o en tu horario porque ‘no es operativo’. Nos quejamos y dijimos que queríamos bailar las piezas, pero que nos dieran la opción de hacerlo sin mezclar grupos y en nuestros turnos. Se negaron y tuvimos que hacer más horas encima”, explican.

De hecho, estos bailarines acusan a Joaquín de Luz de reprocharles que “en el confinamiento habíamos estado cobrando sin trabajar y ahora teníamos que hacer un esfuerzo y devolver todas las horas que nos habían pagado. Nosotros dijimos que no habíamos estado de vacaciones”.

A las presiones y los horarios abusivos hay que sumarle las irregularidades denunciadas en los teatros sedes de ensayo. Los bailarines con los que ha hablado el periódico desmienten que, tal y como dijo De Luz, se les hiciera ninguna prueba PCR o se les tomara la temperatura. Nada de eso: “Para bailar decía que se nos hacía una PCR a la semana y que se nos tomaba la temperatura al entrar. Es mentira. No se nos tomaba la temperatura ni la PCR, sino un test serológico antes de las giras. Durante las giras nada. Además, el aforo máximo del vestuario era de seis personas, pero los grupos eran de 15. El aforo máximo de sala era de 20, pero en varios ensayos nunca ha habido menos de 20”.

El INAEM niega que se violaran los protocolos

Desde el INAEM aseguran que en todo momento se han cumplido “estrictamente” el protocolo sanitario tanto el lo relativo a la reincorporación a la actividad artística, el aforo y las medidas higiénicas de las instalaciones y la realización de las pruebas diagnósticas.

Justifican que el aforo nunca se vio comprometido porque se estableció “un máximo de 37 personas” y la superficie es “de aproximadamente 400 metros cuadrados”, además de contar “con una ventilación directa periódica”.

Con respecto a las pruebas, admiten que únicamente se han realizado test serológicos y de antígenos; y las PCR tan solo se realizaron coincidiendo con la producción de Giselle en el Teatro de la Zarzuela, así como con otras giras.

Sobre la voluntariedad -que los bailarines denuncian que no fue tal-, el INAEM alega que “solo se planteó esta cuestión en una única ocasión y de manera excepcional debido a la insólita situación provocada por la pandemia y fue coincidiendo con el regreso de los bailarines tras el descanso estival. Desde la Compañía Nacional de Danza, se ofrecieron clases de carácter voluntario cuya finalidad era dar la posibilidad de que pudieran retomar la forma física aquellos bailarines que lo desearan”.