El 25 de julio de 1992 amaneció soleado en Barcelona. No era un día cualquiera. Tras un mes de junio con intensas lluvias en Cataluña que se prolongaron hasta bien entrado julio, el sol comenzaba a brillar como un signo premonitorio de lo que estaba por venir. Y es que el 25 de julio de 1992 fue un día único. No faltó nadie.

Aprovechando la Cumbre Iberoamericana de Madrid, buena parte de los jefes de estado y presidentes se trasladaron esa misma mañana junto a los reyes en dos aviones fletados por Iberia escoltados por dos cazas F-18 del Ejército del Aire. A su llegada a la ciudad condal, los entonces reyes ofrecieron un almuerzo de gala con más de 200 invitados, que acabó con la salida al Estadio Olímpico de Montjuic a las siete de la tarde para no perder detalle de la cita histórica.

Tampoco al otro lado del televisor quiso perderse nadie la cita. TVE registró en España un 62.4% de cuota y reunió a 5.957.000 espectadores. Sigue siendo, a día de hoy, la ceremonia inaugural más vista de unos Juegos Olímpicos. Durante el encendido del pebetero, a cargo del arquero paralímpico Antonio Rebollo, a eso de las 22:40 horas, 6.811.000 espectadores con un 64,9% de share conectaron con Televisión Española. Como anécdota, es el día en el que La 2 consiguió su mejor dato histórico con un 39,3%. En el mundo, la ceremonia fue seguida por 3.500 millones de personas.

Iceta, Colau y Franco

Una de las personas que vio la ceremonia por televisión fue el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta. "En aquella época trabajaba en el Gabinete de la Presidencia del Gobierno, me había incorporado de la mano de Narcís Serra, con lo cual yo seguí los Juegos Olímpicos desde muy cerca porque él estuvo muy vinculado a ellos desde el principio. Teníamos una presidencia en la Delegación del Gobierno en Cataluña y lo seguí muy de cerca", cuenta en declaraciones a ElPlural.com.

Por su parte, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, tal y como explica a ElPlural.com, no se encontraba en la ciudad en el momento de los Juegos: "Estaba en Italia con un viaje de Interrail. Al decir que era de Barcelona todos la relacionaban con los juegos. Era mágico", indicaba. Sin embargo, también se acuerda los Juegos Paralímpicos al volver de su viaje en septiembre ya que fue a verlos con un familiar que había sufrido un accidente que le dejó en silla de ruedas: "Eso fue todavía más emocionante, este es el recuerdo más especial que tengo".

"El 25 de julio de 1992 estaba en la aldea en la que nací, A Pobra do Brollon, en las fiestas patronales. Claro que vi la ceremonia. Imagine la felicidad doble: fiestas del pueblo y evento en España de esa categoría. Para mi fue inolvidable. Además del emotivo momento del desfile de nuestros y nuestras atletas, es inolvidable cuando Montserrat Caballé cantó, para pena de todos, sin Freddie Mercury", rememora por su parte el presidente del CSD, Jose Manuel Franco.

La ceremonia

 Precisamente fue Caballé la que abrió la gala junto a Josep Carreras con la sardana Bienvinguts cuando acabó la coreografía ideada por Judy Chabola con la que cientos de figurantes dijeron 'hola' al mundo en ocho ocasiones. Mientras tanto, más de seiscientos sardaneros que formaron al fin de su performance un corazón que cobraba vida gracias a unos pañuelos rojos escondidos en el bolsillo de los bailariles.

A continuación llegó el momento denominado como 'Tierra de pasión' en el que 300 tambores del bajo aragón recorrieron las gradas del estadio mientras figuras diseñadas por Javier Mariscal como las Meninas, Colón o el mismísimo Velázquez bailaban sobre un Plácido Domingo cantando una jota a la bailaora Cristina Hoyos, que cruzaba la pista a lomos de un caballo negro. Tras bailar unas soleares con una docena de parejas de baile, abandonó al galope cruzando de nuevo el estadio para dar paso a una de las escenas más espectaculares de la ceremonia.

Y es que fueron cientos los figurantes vestidos de llamas solares los que formaron un gran sol sobre la tela azul que cubría el estadio. Así, poco a poco una gran figura metalica separaba unas gigantescas columnas de Hércules sobre el escenario, dando paso al mar sobre el Mediterráneo, sobre el que se navegaba un barco que se enfrentaba a todo tipo de bestias marinas hasta llegar a buen puerto. La escena, de veinte minutos de duración y con más de 3.000 extras supuso un antes y después en la forma de hacer las mencionadas ceremonias, aunque tuvo gran polémica en Japón y EEUU por las imágenes de un hombre ensangrentado durante el fragor de la batalla con las alimañas subacuáticas.

Poco a poco desfilaron los 9.959 atletas de las 172 delegaciones. Sin duda, antes incluso que la encendida del pebetero, sobresalió el papel del entonces príncipe de Asturias como abanderado español. Así lo recuerda Iceta: "Yo vi la ceremonia. Yo recuerdo un momento muy fuerte. Ver al entonces príncipe abanderado de la delegación española y la ilusión que suscitó. También me impresionó el guión, la fuerza de un espectáculo en el que se proyectó la imagen mediterránea de una Barcelona, Cataluña y España de una manera muy potente. Nos ayudó a ponernos en el circuito de los países más modernos del mundo y que hubiera una reacción de admiración, interés y curiosidad de España y en especial de Barcelona que hemos aprovechado en todos los terrenos".

Tras los discursos, en el que destacó Samaranch como presidente del COE ya que fue una figura fundamental para el desarrollo de una Barcelona olímpica, llegó el turno de la llama olímpica. Tras varios relevos, la llama llegó al arquero paralímpico Antonio Rebollo, encargado de realizar el último trayecto de la antorcha vía aérea para dar por inaugurados los Juegos. Sin duda, uno de los encendidos más impresionantes de la historia y que sigue dejando con la boca abierta tres décadas después.

Sin embargo, el momento fue un efecto óptico ya que la flecha nunca entró al poder obstruir los conductos de gas ideado por el especialista Reyes Abades. El fuego ya estaba prendido al mínimo de combustible para que, cuando la flecha sobrevolara emergiera una gran llamarada. La lanza acabó saliendo del estadio, donde fue recogida por dos personas. Finalmente, una docena de castellers se emergieron de entre los atletas hasta el fin de la ceremonia, cuya pista costó desalojar más de media hora.

Barcelona 92 supuso el mejor palmarés de la historia. En total, España consiguió 22 medallas. En concreto, 13 de oros, 7 de plata y dos de bronce. Un hito histórico al que se llegó gracias a la inversión en deporte en el Programa ADO, con el objetivo de brindar a los deportistas españoles de élite los medios y recursos necesarios para lograr un buen resultado de cara a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y que se ha venido ampliando en diversos ciclos hasta la actualidad, aunque con peores resultados.