Boris Izaguirre es como un elegante dandi inglés, por su esmerado aspecto personal y su conversación correcta y pausada, al que a veces se le escapan ligeros ramalazos caribeños, ingeniosos, que te provocan una sonrisa. El Plural ha hablado con él con motivo de la publicación de ‘Tiempo de tormentas’, una novela autobiográfica, editada por Planeta, en la habla del importante papel que desempeñó su madre en su vida,  de su homosexualidad, de la situación política en Venezuela y del acoso y violación que sufrió en su niñez.

Las consecuencias emocionales
En uno de los capítulos más duros de la novela: “Animal de frivolidad”, Boris Izaguirre narra cómo fue violado por un amigo por el que se sentía atraído, pero que se vengó de él violándole, simplemente por ganarle en una competición de natación. Lo agredió borracho y en compañía de otros dos jóvenes

“Boris termina en el hospital, maltrecho, tiene varias roturas, entre ellas las del brazo izquierdo, con el que conseguía su magnífica brazada. Pero mucho peores serán las consecuencias de tipo emocional que le acompañarán durante mucho tiempo”, se explica en la nota de prensa que acompaña el libro.

El éxito de juventud y la salida de Venezuela
La escritura fue una balsa de salvación para Boris Izaguirre, que se inició como columnista a los 16 años y que pasados los 20 años consiguió fama en su país como autor de telenovelas. Tras el golpe de Estado de Hugo Chávez, decidió emigrar a España tras conseguir una oferta desde Santiago de Compostela.

En la capital gallega conoció a quien es hoy su marido, Rubén (Gabriel en la novela). En Santiago quedó “impactado por ese muchacho de ojos de color verde oliva, y especial”.

Luego llegó su etapa en Madrid, donde conoció a Terenci Moix y a Xavier Sardá, grandes amigos. De la mano de este último disfrutó de una gran popularidad gracias al programa Crónica marcianas.

Un cuadro en la vida de una familia
El nombre de la novela, ‘Tiempo de tormentas’ ha sido tomado de un cuadro que durante años estuvo colgado en la casa de su infancia y que fue “testigo, cómplice, amigo y juez de la historia familiar”.  La historia la escribió en su totalidad en Miami, en “una mesa de madera, como las de las casas de campo americanas”.

La charla de El Plural con Boris Izaguirre transcurre en un refinado café en Madrid.

No podemos evitar un tema que está en la calle ¿Qué opina sobre la prisión permanente revisable?

 

Es un tema tan delicado... Estamos todos tan exaltados con lo que ha pasado. Mi mamá siempre me decía que las cosas hay que pensarlas en frío, y, hasta entonces, no puedes tomar una decisión. Y eso es lo que pienso. Tengo la sensación de que esta revisión va a tener ciertos plazos y tenemos que hacerlos, quizás, cuando nos calmemos un poco.

Me ha impresionado la madre, que ha pedido que se recupere la canción de ‘tus ojos son como girasoles’. Es algo que sólo una madre puede hacer, ponerse por encima de la situación. Solamente las madres pueden hacer ese tipo de cosas, y pedir que el mensaje sea recordar a este niño más en felicidad que con esa terrible tragedia.

Una vez superada la exaltación, la corrección de cualquier ley siempre es beneficiosa, porque siempre se hace amoldándose a lo que ha sucedido. El debate es importante. Por una vez, me gustaría que no nos involucremos tan gratuitamente, tenemos que dejar que los verdaderos responsables lo debatan.

No me gustaría que mi opinión exaltada sirviera para avivar más el fuego, y los legisladores son los que deben debatirlo.

 

El acoso es un tema presente en su novela. Usted lo sufrió en su infancia

 

El acoso que sufrí en mi infancia no fue por mis compañeros, sino por los profesores y la dirección. Se pone el foco en los menores, cuando en realidad pasa en el aparato superior. Me agredían los profesores y la directora del colegio, que no podía entender mi afeminamiento y mi homosexualidad, no me gusta este término, pero no hay otro.

Me llevaron a hacerme estudios psicológicos, electroencefalogramas, fui un niño con aparatitos de colores. Me estaban aplastando sólo por mi forma de ser. Siempre se dice: ‘ese chico o chicos acosan a ese niño’, pero los adultos que están allí también están involucrados y son responsables del bullying

 

¿Usted cree que la homofobia está superada? ¿En qué momento estamos en España?

 

En España, nos parece ver este tema en pretérito, pero no es verdad. La homosexualidad sigue requiriendo una explicación. En cualquier momento en el que tengas una conversación en la que el tema sale en profundidad, la persona heterosexual nos pregunta por qué la homosexualidad. No se pregunta a ningún heterosexual por qué es así. Encuentro en eso una gran discriminación que sigue estando latente. ¿Por qué tienes que dar una explicación? ¿Por qué tienes que sentirte distinto, para empezar?

Yo he sido educado para caerme y levantarme. Mi madre me enseñó. Mi ojo, mi opinión me lo ha dado ser gay y eso lo defiendo. Y creo que mi éxito me ha reafirmado en ello. Y mi éxito está vinculado a un país que optó por defender

Yo me siento mejor por saber que yo colaboré a que una sociedad entera viera de otra manera una situación con la que antes había tenido serios problemas. Se debe continuar hablando. Me molesta que se ponga en pretérito este tema

 

¿Qué le parecieron las movilizaciones del 8 de marzo?

 

Emocionantísimo. Nos ha demostrado que España es capaz de hacer cosas por encima de sí misma, como el descubrimiento de América. Es un país que ha sido capaz de cosas increíbles. Siempre te dirán: fue por azar, pero hay muchas cosas por azar. Aquello fue maravilloso, algo extraordinario.

El 8 de marzo yo estaba en mi trabajo, una oficina en la que trabajan personas de Colombia, Cuba, Argentina, de muchos países y estábamos viendo la manifestación en el monitor. Alguien dijo: ‘Amo a Madrid’, y me pareció la frase, es lo que me trasmite esta ciudad y este país. Un país que tiene un sentido increíble de la libertad, de la defensa de la libertad.

 

¿Hablamos de Venezuela? Parece increíble lo que está sucediendo

 

Lo que ha hecho posible el chavismo es el aparato de Inteligencia del castrismo. La revolución de Castro transformó a la generación de mis padres, les generó una gran ilusión y en la medida en que iban cumpliendo años, luego, una gran desilusión, y en medio de todo eso se formó el chavismo.

Todos los movimientos revolucionarios están vinculados a la revolución cubana y a ese espíritu y a ese desmoronamiento de ese espíritu. Mucha gente se alineó con Chávez porque pensaron que por fin se conseguía por lo que ellos habían luchado. Pero el chavismo no ha sabido luchar contra esa gran lacra política, que es la corrupción.

 

Volvamos a su novela, y más aún, al acto de escribir. ¿Es usted de los escritores que sufren?

 

Sólo lo puedo comparar con un tratamiento de belleza pavoroso, que tiene un resultado extraordinario, pero es tortuoso. El dolor es absoluto, un estado de golpe. De repente, te preguntas: ‘qué estoy haciendo, esta lucha loca, de detener el tiempo, de crear una ficción buena, que si me tiene que llevar por delante que me lleve’. He tenido momentos escribiendo este libro que habría preferido no haberlos vivido o incluso desearía que los viviera gente que realmente detesto.

Si mi madre estuviera viva me diría: ‘¿pero, Boris, como te puede hacer daño algo que te gusta tanto? Le respondería: ‘para que sea tan bueno como yo quiero que sea, me tengo que desangrar. Y es desagradabilísimo. He tenido momentos horribles en Miami escribiéndola, 'tiempos de tormentas' en los que he pensado, que me arrastren y ya está. Rubén me decía: ‘No, porque tienes que levantarte mañana y acabar la novela’.

Tenía que escribir esta novela porque mi relación con mi madre ha sido extraordinaria.

La columna de El País es otro show. Desde hoy martes empieza a convertirse en una tensión hasta que está terminada. Es como un suflé, que estás viendo a ver si se levanta y queda como quieres que quede.

 

¿Tiene ciertas manías para escribir?

 

Escribo de día, en un despacho monísimo que ha decorado Rubén. No me gusta escribir en la oscuridad o ayudado con la luz eléctrica. Escribo duchado y vestido como si fuera a salir a trabajar. En realidad, es lo que aprendí. Crecí con el sonido de la máquina de escribir de mi papá, que tenía que escribir su crónica de cine, y también veía a mi mamá, que era bailarina.  Ellos todos los días asumían que iban al trabajo todos los días, como si fueran empleados. Yo he incorporado lo mismo a mi vida. Soy de 9 a 5, total, como si tuviera que fichar.