Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre los países sudamericanos demuestra, otra vez más, la facilidad con la que este presidente demoniza al resto del mundo. Una situación en la que no es de extrañar que España se viese implicada, pues al fin y al cabo… no sería la primera vez que según los norteamericanos, nosotros, somos los malos.
Ya se sabe que en muchas ocasiones la historia depende de quién la cuente. En este caso nos encontramos con dos versiones tan antagónicas que no parecen referirse siquiera al mismo acontecimiento histórico. Me refiero a la actuación del general Valeriano Weyler en la Guerra de Cuba.

Valeriano Weyler era el malo en el “melodrama” cubano, el bueno, como era de esperar, era el Tío Sam

En 1896 el panorama cubano era tan grave que el presidente Cánovas del Castillo sustituyó al general Martínez Campos por Valeriano Weyler. Este último era un militar mallorquín de reconocido prestigio, no en vano se le había concedido la laureada de San Fernando por su actuación en la isla de Santo Domingo  así como el título de teniente general por su participación en la última guerra Carlista.

Aunque pasó a la historia por su dureza Weyler también recibió homenajes y vítores

No es por tanto de extrañar que a sus 58 años se convirtiese en el general predilecto para sofocar la insurrección cubana. Sus métodos no fueron los más diplomáticos pero desde luego poca diplomacia quedaba ya por emplear en la insostenible situación de la isla. El líder cubano Antonio Maceo se había recorrido Cuba de parte a parte sin que nadie hubiese podido frenar a aquel “Titán de bronce”.

Las estrategias de Maceo como el lazo que realizó en su recorrido hacia el oeste de la isla hizo que su oponente trazase maniobras igualmente ingeniosas. El general de hierro como también llamaban al general Weyler orquestó un plan que aunque tuvo consecuencias desastrosas en la población civil, militarmente surtió efecto. Las trochas.

Esas líneas defensivas fortificadas, que es lo que eran en realidad las trochas, fragmentaban Cuba en compartimentos estancos gracias a los cuales Weyler fue ganando terreno. Esto, obviamente, obligó al traslado de la población civil que terminó sufriendo hambrunas y enfermedades a causa del desplazamiento.

 

Difamado por unos y laureado por otros. De lo que no hay duda es que el general Weyler fue objeto del sensacionalismo de la época

Curiosamente no solo los militares intervinieron en aquel conflicto, la prensa también tuvo un gran papel en el conflicto. Periódicos de todo el mundo enviaron sus corresponsales como el Daily Graphic que encargó a un joven Winston Churchill el seguimiento de la guerra, haciendo ya de paso que se aficionándose a los puros de la isla. Sin embargo desde las redacciones norteamericanas la visión de la guerra era de todo menos objetiva. Estados Unidos que se había posicionado claramente a favor de los rebeldes  utilizando la prensa para difamar a Weyler.

Philadelphia Inquirer lo representó como un gorila enjaulado mostrando así la brutalidad que atribuían a Weyler, el New York World exageró las informaciones hasta llegar a ganarse el título de prensa sensacionalista junto con el New York Journal, el cual denominó al general español como:

“Un déspota diabólico, un bruto devastador de haciendas, despiadado, frio un exterminador de hombres. No hay manera de impedir que su cerebro animal corra desenfrenado en su invención de torturas e infamia de perversión sangrienta”.

Cierto o no, la visión distorsionada que la prensa sensacionalista dio de Weyler fomentó la participación de Estados Unidos en el conflicto generando tal opinión que en pocos meses nadie dudó que en las guerras hay buenos y malos y que en aquel caso los malos… éramos los españoles.

 

La prensa estadounidense  difamó a los españoles fabulando con presuntos abusos en las fronteras, ironías de la historia…