La imagen, que está cargada de alegoría y simbolismo, me ha provocado entre otras sensaciones un mal recuerdo de mi adolescencia y una reflexión sobre algo tan mundano como unas elecciones generales en las que se decidirá quienes nos gobernarán durante los próximos cuatro años.

Cuando era adolescente, allá por los cincuenta, mis educadores religiosos, que me tenían en permanente estado de angustia, me habían convencido de que, a pesar de que pudiese llevar una vida de santidad, tenía que estar siempre en guarda y no pecar bajo ningún concepto porque si caía en una tentación mortal -que según ellos un adolescente lo hacía con demasiada frecuencia- y moría fulminantemente sin haber tenido la posibilidad de confesarme me condenaría al infierno para toda la eternidad. Es lo que, más o menos, le ha pasado a la deportista bielorrusa, que tras una vida de total entrega a la consecución de una medalla de oro en una especialidad atlética, al final la ha perdido por un simple pecado de coquetería femenina.

La reflexión sobre las elecciones es un poco más retorcida pero viene a cuento. Veamos si me explico. Piensen que la atleta -aunque exija un gran esfuerzo de imaginación- es Mariano Rajoy, que en lugar de tratarse de una prueba de salto de longitud son unas elecciones generales simbolizadas en una carrera de, por ejemplo, 100 metros lisos y, por último, -si han llegado hasta aquí, pueden continuar- que la coleta de la deportista es el puro de don Mariano. Y un último esfuerzo delirante, el candidato popular ha basado toda su estrategia política, todo su abnegado esfuerzo para ganar las elecciones en fumarse un habano y que tiene en él todas sus esperanzas de victoria depositadas.

Pero ocurre, sin embargo, que el día de la carrera que Rajoy, naturalmente, la inicia fumando su inseparable veguero en la confianza de que éste, gracias a su longitud, le dará una ventaja adicional frente a sus contrincantes y, por ende, la victoria final en la meta, se le cae de la boca en el transcurso de la carrera y la termina empatado con su máximo contrincante. Y al final, se produce la sorpresa, el veredicto de la foto finish es inapelable: la calva de Rubalcaba traspasó en primer lugar la línea de llegada.

Una cola de caballo evitó ganar una medalla de oro y un habano la victoria en unas elecciones generales. ¡Qué sorpresas que da la vida! Moraleja: mientras se peinen colas de caballo o se fumen puros como única ocupación hay que mantener la esperanza hasta el final de la prueba; sea ésta un salto de longitud o unas elecciones generales. El tiempo lo dirá.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas