La reforma laboral portuguesa es el ejemplo a seguir. Es muy conveniente abandonar la crisis poniendo a la clase trabajadora contra la pared en beneficio de la ciudadanía y de los parados. El diálogo social no hace falta y sí es preciso asumir las órdenes que nos impongan o administrar a golpe de decreto.

Los empresarios no quieren despedir sino contratar. Dicen. Y tener perritos falderos. Dóciles ante el amo y que no ladren ni muerdan como Dios manda. Los salarios decaen y no van a recuperar la pérdida de poder adquisitivo. Pero no importa. Esto es reactivar la economía, la actividad y la creación de puestos de trabajo.

Sea como fuere, la previsión del tiempo, facilitada cortésmente por los gurús del FMI, contempla borrasca económica para este año y el próximo. Los recortes agravarán la recesión porque nos golpean de lleno e invitan a resignarse como si no hubiese otras opciones. Los servicios básicos circulan por la cuerda floja y con riesgo de romperse la crisma.

Poden por la parte superior, que hay demasiado terreno donde meter la herramienta, y diluyan cargos públicos, asesores injustificados, personajes de confianza que sólo nos producen desconfianza, embajadas autonómicas, privilegios desorbitados o fraudes de diversa especie. Es decir, que no paguen los platos quienes nunca los rompen, aquellos que tienen que tragar los despropósitos y la ineficaz gestión de la cosa pública.

Por lo visto, lo lógico es el empobrecimiento de la ciudadanía. Que los derechos más elementales se esfumen por obra y gracia de la doctrina ultraliberal en manos de los poderes económicos, las autoridades europeas y los gobiernos de turno. Mucho mejor aún, como ahora, con un partido afín, el PP, al servicio de las grandes fortunas.

La crisis, administrada por el guante blanco del mundo financiero, reforzada por el clan de los hombres oscuros, los especuladores, y alimentada por la clase política dominante, incluso presuntamente corrupta en más de un caso, es el paisaje idóneo para que los caciques del siglo XXI traten de imponer o impongan sus tesis antidemocráticas con facilidad. A ellos deberíamos reformarles urgentemente.

La conclusión no puede ser otra para frenar el saqueo total en vías de consolidarse. No podemos mirar al tendido. Ni cruzarnos de brazos ni patalear solamente… Por fortuna, las eminencias de la compañía de Rajoy proponen sancionar o inhabilitar a los políticos que realicen una mala gestión del dinero público.

Simple estética para reducir las calenturas del clamor social. Vaselina para que entren mejor los supositorios de los populares… Puro efectismo y un arma verbal para ver la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio. Un argumento magnífico de cara a obtener papeletas en las próximas elecciones andaluzas. ¿Aún habrá gente que quiera votarles?

Ya sabemos que los electores deben castigar siempre a los socialistas y subir a hombros a la derecha extrema. Se lo merece. De malgastar y de derrochar entienden mucho los delirios de grandeza del PP. Ahora, aparentemente, sofocados con un cubo de agua.

Mientras, el PSOE se mira el ombligo con las primarias. La sociedad necesita aliento, esperanza, alternativas viables y mantener el pulso. Hacer frente al copioso chaparrón que no decae. ¿Saldrá del Congreso Federal de Sevilla más fuerte y cohesionado, con un liderazgo en torno al cual estará unido todo el partido, sea uno u otro el nuevo secretario general? La ciudadanía no puede esperar tanto. Urgen respuestas positivas y categóricas.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos