La bandera pirata es el noble emblema de nuestros continuos estafadores. Confían en que estrangulando a millones de personas, en todos los sentidos, se sentarán las bases para la recuperación. Sí, sí. ¡Menudas bases! Nada de gestionar la crisis al servicio de la ciudadanía, sino a merced total de los acreedores y de los frescos del barrio. Quieren que vayamos todos en la misma dirección. Unos en galeras y otros en camarotes de lujo.

Las frágiles instituciones definen en qué consiste Europa con un diseño a imagen y semejanza de los jefes del “money, money”. Pretenden que los demás no salgan del túnel para tener sujeta a la población y que sus intereses totales estén a buen recaudo. Sin inversión productiva no hay creación de empleo, como advierte la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Los recortes y las estafas en sesión continua amplifican los inconvenientes. Ni creación seria de puestos de trabajo ni transformación del modelo productivo con criterios sociales y medioambientales. Los bancos son un problema. El Banco Central Europeo actúa en este drama teatral como representante de las fuerzas acreedoras. Financia principalmente a las entidades bancarias para que compren deuda pública con tipos de interés más alto. Y a forrarse con esa Operación Triunfo.

Las condiciones regresivas nos alejan de un verdadero camino social y democrático. Las políticas solidarias, redistributivas e integradoras brillan por su ausencia. Beneficios para la gran banca y las grandes corporaciones industriales y energéticas, y una clase trabajadora en el último rincón y a golpe de pito. Los chantajistas financieros ganan. Y los organismos europeos son los fantoches que presionan a los Estados con la venia de unos gobernantes monaguillos y, eso sí, muy fuertes con los débiles.

La injusta fiscalidad sobre las rentas del dinero, la devaluación progresiva de los servicios públicos y la flojera de muchos ciudadanos, pese a alguna que otra protesta, son cuestiones de máxima envergadura. Todo el peso recae en las familias endeudadas y en favor de ciertas carteras. Todos los mecanismos que produjeron la crisis están siendo reforzados con las medidas que se imponen como una apisonadora anticonstitucional vestida de constitucionalidad.

El control de capitales y un proyecto alternativo de manera internacional constituyen un chorro de agua imprescindible para sofocar el fuego de la golfería y darle al oscuro asunto otra orientación más luminosa. Todas las miradas apuntan a Francçois Hollande, el candidato socialista que es favorito para derrotar al conservador Sarkozy en Francia. Muy necesario de cara a la reforma de la UE y a transitar por un auténtico camino de recuperación, justicia y futuro. Puede ser un comienzo.

El asunto ha ido pasando de puntillas, pero se debe aplaudir a Islandia, que encarceló a políticos y banqueros corruptos gracias a la limpia revuelta de 2008. Triplicará su crecimiento en este 2012. Es preciso, sí, edificar una nueva Europa con movimientos sociales y políticos que neutralicen esa inercia que nos tiene inmersos en el terraplén.

¿Quieren ustedes que las familias y la economía sumergida sigan siendo únicos refugios contra el paro? ¿Les satisface perder derechos en serie, sin posibilidad de recuperarlos, como ocurre con la privatización de la Sanidad valenciana o con tantas otras cosas? ¿Desean seguir así o peor permanentemente?... Éstas son las calenturientas realidades que tenemos entre manos.

Rajoy y toda la derecha extrema se sienten tocados por el halo divino para salvarnos con su “agenda reformista sin parangón que está destinada a rescribir nuestra historia de prosperidad”. Sólo la de unos, claro, mientras conducen a la ruina a los demás con las bondades del pensamiento único. Ahora bien, según Pérez Rubalcaba, “poco a poco se va resquebrajando”.

El Primero de Mayo ha sido una oportunidad más contra las reformas y los recortes salvajes. El consenso social y político no existe en aras del trabajo, la dignidad y los derechos. “Quieren acabar con todo”, expresa el lema. A eso se dedican. La respuesta masiva y constante es necesaria. O se opta por la autodefensa o acabarán con todo efectivamente.

Ya lo ven. Esperanza Aguirre está dispuesta a “plantar cara a la desvergüenza de los sindicatos y de la izquierda”. La desvergonzada derecha extrema se retrata sola. ¿Los culpables de la recesión son los ciudadanos? No. Los que se hacen dueños de la vida ajena manejándola a su antojo.

¿Se puede permitir esto y abonar la factura? ¿Reformas? Sí, gracias. Pero ganar unas elecciones no es un cheque en blanco para atropellar a los viandantes. La convivencia no la perturban los que levantan la voz. Es violada sistemáticamente por el autoritarismo económico, la regresión y la inflexible y caciquil acción política.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos