Se creyó triunfante. Había dejado atrás a rivales de peso. Se convirtió en costalero de Rajoy. Lo paseó por el congreso de Valencia. Le entregó una reliquia a Ana Botella-promesa-de-alcaldesa. Ana se hizo circunvalación para llegar a la estación Aznar. Trasbordo en Génova con mesa, mantel y cama. Sombrero, ay, mi sombrero. Ni Utrera Molina lo conocía. Dijo entonces que cumpliría su tiempo de alcalde porque nunca traicionaría a sus electores. Hizo una restricción mental que dirían los fariseos clásicos del cristianismo y tapó su mentira con la visera ancha que le ocultaba la blancura del pelo.
Veinte de Noviembre. Medio luto después de tantos años. Entubado. Boca arriba. General-generalísimo instalado en la muerte. Gallardón joven, de la mano de Fraga recién muerto. Fraga cargado de Montejurra, de Grimau, de Ruano. Pero con fuerzas para seguir empujando a Gallardón hacia un futuro lejano. Vencido y desarmado el ejército rojo. Rajoy salta y salta Esperanza aunque un poco escondida. Salta Miri y Pons y María Dolores. Gallardón saluda la elección sombrero en mano, como quien brinda por un ministerio cercano embistiendo en Génova.
Juro y prometo por mi conciencia y honor. Soy ministro, cantaba con tonillo de soy minero. Primero se lo dijo a Fraga. Antes que a su mujer. Y D. Manuel se murió de perfil para que lo enterraran en la cartera ministerial de Gallardón.
Llegó esa noche a casa. Se desnudó frente al espejo. ¿Alberto-centro? ¿Ruiz-centro? ¿Gallardón-centro? Demasiado tiempo con sombrero. Lo tiró por la ventana. Había encanecido sin darse cuenta. Hacía años que no se miraba el pelo. Mañana coche oficial, más oficial todavía. Ministro de Justicia, Notario Mayor del reino. Camino de la Zarzuela, miró a Madrid por encina del hombro, por encima de Ana-más-Aznar-que-nunca. Juro por mi conciencia y honor. Y Mariano ante él con su conciencia y honor. Cansado de mentir: subir impuestos es una perversión, que Ana Mato se encargue de los derechos de la mujer y los guarde en el sótano de Génova, los parados engañados que se fastidien, los trabajadores que se enteren que el despido es el despido, que Rouco bendiga los millones recibidos, que los empresarios se sientan capitanes de la patria, que se privatice la sanidad, la educación. Que Wert aprenda a mentir con descaro, que las clases medias y los obreros paguen la miserable actitud de ser clase media y obreros por no haber sabido llegar a gran empresario, a banquero, a presidente de la gran empresa, de la pequeña empresa. Y Gallardón serio saboreando por su conciencia y honor.
Gallardón sin sombrero. Se le ve de cuerpo entero. Descentrado el centro. Testosterona de derechas sin reparo. Carguen el aborto y llévenlo al ochenta y cinco. Cuando a la mujer se le quitan sus derechos se le quitan su derecho a ser mujer. Ingresen a los homosexuales, crónicos invertidos, de amor despilfarrado. Paguen por la justicia. Cásense por los notarios que andan pidiendo en las puertas de las iglesias, Cadena perpetua con grilletes revisables para que no se oxiden. No importa la reinserción. El infierno es fuego eterno y las cárceles también. Peligroso ser niño cuando sólo se es niño. El castigo puede ser infinito como cuando se masturbaban en el nacionalcatolicismo.
El sombrero lo usan los que asaltan la historia por los caminos. Alberto se quitó el sombrero. Nos queda el ministro justiciero de cuerpo entero. Ahí está el Gallardón palpable, el que es lo que siempre fue.