Acabar con la vida de un líder despótico, ha sido uno de los debates más prolongados de la historia y ha servido para buscar los límites de la libertad humana, el buen gobierno, la rectitud moral, y en definitiva las grandes preguntas entre gobernantes y gobernados. Precisamente a pocos días del 398 aniversario del fallecimiento Juan de Mariana (gran defensor del tiranicidio) hablamos de ello.

Desde la antigüedad existe la tiranía, un buen ejemplo es Periandro de Corinto quien orquestó una espiral de asesinatos a su muerte para ocultar así su cadáver

Desde la antigüedad existe la tiranía. Un buen ejemplo es Periandro de Corinto, quien orquestó una espiral de asesinatos a su muerte para ocultar así su cadáver. 
Pensar en un tirano nos lleva a figuras como Hitler o Stalin, pero ya en el siglo IV a.C. Aristóteles advirtió de los peligros de la tiranía. Un sistema político que podía irrumpir por dos vías.
La primera: Por el consentimiento del pueblo, incluso democráticamente aferrándose luego al poder sin otro objetivo que el beneficio propio.
La segunda: Por la violencia y el engaño, mediante en el golpe de estado o artimañas religiosas en las que los tiranos terminaban esgrimiendo el poder en base al designio divino.
Una vez adquirido el poder, llegaba la hora de mantenerlo. Es entonces cuando el tirano utilizaba su astucia para pasar de ser alguien nefasto a aceptado e incluso a veces necesario.
Esa dependencia por el tirano servía para sostener un discurso de altruismo y los buenos modales. De hecho, advierte Aristóteles que un tirano peligroso era el que cuidaba sus formas públicamente siendo parco en sus intervenciones. Pero tarde o temprano la verdad salía a la luz y según dice el filósofo pequeños detalles destapaban al tirano.

Aristóteles afirma que la verdadera cara de los tiranos aparece cuando se ve con quién discuten “querellas femeninas han perdido a más de algún tirano” dijo el filósofo

Aristóteles afirma que la verdadera cara de los tiranos aparece cuando se ve con quién discuten. "Querellas femeninas han perdido a más de algún tirano", dijo el filósofo. 

Es ahí cuando se revelaban dos facetas del tirano, el ser torpe y ser traidor y aun sabiéndolo no haría nada por enmendarlo. El objetivo en ese momento era eliminar toda competencia que obstaculizase sus ansias de poder. Aunque fuese un líder mediocre lucharía por ser el único y por tanto el mejor. Un buen ejemplo nos lo ofrece la muerte del general romano Germánico (allá por el siglo I) acaecida justo en el momento en el que su carrera bélica comenzaba a eclipsar la de su tío el emperador Tiberio.
Esta actitud era el primer paso de la ruina política del tirano, ya que, perdiendo el contacto con la realidad, vivirá en una mentira de la que no quiere despertar, una patología descrita incluso por Gregorio Marañón como la pasión por mandar.
Llegado este punto, si el tirano conservaba algo de sentido común, temería que el pueblo se uniese contra él, por ello es frecuente que se eliminen las asociaciones y si la oposición continúa, sembrará la discordia. Envenenar a uno y otro bando desvían la atención dejando que la tiranía campe a sus anchas.

 

En tiempos de Tiberio, su mano derecha, Sejano, sembró la discordia creando todo tipo de juicios arbitrarios haciendo que la paranoia social impidiese luchar contra la tiranía

En tiempos de Tiberio, su mano derecha, Sejano, sembró la discordia creando todo tipo de juicios arbitrarios haciendo que la paranoia social impidiese luchar contra la tiranía. 

Es entonces cuando sin casi haberse dado cuenta, el tirano ha terminado de cavar su propia tumba, llegado ese punto lo único que falta es una cosa: su cadáver.
Cuando el desastre político ha llegado a este punto en el que los problemas y el tirano se hacen indivisibles, surge una solución salomónica: Si muere el tirano, mueren los problemas.
Y así lo planteó Aristóteles y posteriormente Alfonso X el Sabio, quien, en la Ley Décima de sus Siete Partidas, afirma:

“si él usase mal de su poderío en las maneras que dijimos en esta ley, que le puedan decir las gentes tirano y tórnase el señorío que era derecho en torcido, así como dijo Aristóteles, en el libro que habla del regimiento de las ciudades y de los reinos”.

Llegado el Renacimiento el tiranicidio es vuelto a plantear y aunque hubo juristas que meditaron sobre ello como Gregorio López de Tovar (fiscal del Consejo de Castilla en tiempos de los Reyes Católicos) en 1579 se publicó un tratado anónimo Vindiciae contra Tyrannos donde se expone claramente, en qué circunstancias acabar con un tirano.

Veinte años más tarde se publicó en España libro De rege et regis institutione traducido como: Sobre el rey y la institución real, escrito por el jesuita Juan de Mariana y en el que se aboga por el tiranicidio.

Así de rotundo se muestra Mariana en su libro

Asi de rotundo se muestra Mariana en su libro: "El Príncipe que, por medio de la fuerza y de las armas, ocupó la república sin derecho alguno y sin el consentimiento de los ciudadanos, es lícito a cualquiera quitarle la vida y despojarle del trono". 

Una alternativa, esta del tiranicidio, que por un lado disgustó al duque de Lerma (corrupto y tirano de manual) que no dudó en encarcelar a Mariana, pero que por otro inspiró a figuras como Lope de Vega autor de Fuenteovejuna y Peribañez y el Comendador de Ocaña, poco tiempo después de publicarse el libro del padre Mariana.
En definitiva, mucho se podría hablar sobre los tiranos pero parafraseando al mencionado padre Mariana "No me atrevo a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si digo la verdad, ni faltar al deber si la disimulo".
Quede pues avisado el lector y protegido por sus propios medios que el criterio es el mejor repelente contra tiranos cruentos.