Se acerca el 25 de julio y el apóstol Santiago saldrá a cabalgar en numeras iglesias y ermitas a lomos de su blanco corcel. Una representación, ésta de Santiago Matamoros, estrechamente unida a un curiosísimo fenómeno que se entremezcla con la historia. Hablamos de las batallas mitológicas, que siendo puras fábulas han tenido un éxito arrollador.

Los enfrentamientos fantásticos son de todo tiempo y todo lugar, por eso tuvieron éxito las Gigantomaquias en tiempos griegos y la lucha de King Kong y Godzilla el año pasado en los cines. Porque una pelea realista casi siempre tiene demasiada gente torpe, muchos cobardes y algún inmisericorde de más.

Por lo tanto, si combate atañe a nuestro pasado glorioso, se le suele aderezar con unos toques de fantasía, aunque, como veremos, a veces ese sazonamiento fabuloso se les fue de las manos a cronistas e historiadores.

El problema de las batallas mitológicas no son sus exageraciones si no tomarlas por ciertas

El problema de las batallas mitológicas no son sus exageraciones, sino tomarlas por ciertas. 

Batalla de Clavijo

Como decíamos antes, el atavío de Santiago (ese pescador de Betsaida del siglo I) a lomos de un caballo y dando mandobles a todo musulmán que se le pusiera por delante, nace en el siglo XII cuando el arzobispo de Toledo y consumado militar, Rodrigo Jiménez de Rada incluyó en los libros de historia un episodio del que hasta entonces nadie tenía noticia.

La aparición providencial del apóstol Santiago a lomos de su caballo en la localidad riojana de Clavijo en el año 844 (casi 300 años antes).

Según este relato, las tropas del rey Ramiro I salieron victoriosas y en gratitud el monarca prometió una paga anual a la catedral de Santiago (toda mentira tiene una intención) y desde entonces monarquía e iglesia sustentaron el lucrativo mito. No obstante, Jiménez de Rada cometió un pequeño error que sirve para tirar del hilo y desmontar toda la batalla.

Dijo que la noche antes del combate el monarca tuvo un sueño en el que el apóstol mostrándole la cruz le dijo “con este símbolo vencerás” que ¡oh casualidad! es la misma frase que se le aparece en sueños al emperador Constantino antes de la batalla de Puente Milvio, 500 años antes.

Este corta y pega de manual tambalea la leyenda, pero, si a eso se le suma que no hay resto arqueológico ninguno, ni documentación histórica que lo sostenga, la batalla de Clavijo acaba en derrota frente a las tropas del rigor histórico.

La batalla de Clavijo tiene la misma verosimilitud que la mirada con la que se representa al caballo de Santiago en este cuadro

La batalla de Clavijo tiene la misma verosimilitud que la mirada con la que se representa al caballo de Santiago en este cuadro

Covadonga

Otra inolvidable batalla aconteció (en teoría) unos años antes, en el 718, cuando las tropas de don Rodrigo se vieron acorraladas en las montañas asturianas. Eso sí, las primeras noticias de esta contienda solo aparecen en Crónica Albeldense, es decir 163 años más tarde y con un buen repertorio de hechos sobrenaturales: “Las piedras que salían de los fundíbulos (una especie de catapultas) y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos”.

El intrépido Pelayo estuvo a punto de sucumbir pero escapó de los malvados moros gracias a una providencial crecida río Piloña que se llevó por delante a sus enemigos.

¿Pudo existir la batalla de Covadonga? Posiblemente sí, pero si revisamos lo que cuentan los griegos sobre el santuario de Delfos en las Guerras Médicas en el año 480 a.C. nos daremos cuenta que los seis heroicos griegos frente a los 300.000 persas se parecen demasiado al desequilibrio de Covadonga. O que las piedras que vuelven a quien las disparan por obra de la divinidad se asemeja sospechosamente a la avalancha de rocas que sufren los persas por efecto de un rayo, por no hablar del desbordamiento del rio gracias a la intervención mágica de Filacos y Autonoos.

Quién se iba a acordar en tiempos de Alfonso III, cuando se redactó la crónica Albeldense, que la batalla de Covadonga estaba inspirada en el santuario de Delfos

¿Quién se iba a acordar en tiempos de Alfonso III, cuando se redactó la crónica Albeldense, que la batalla de Covadonga etaba inspirada en el santuario de Delfos?

Sobrarbe

No menos fantástica es la batalla de Ainsa en el Pirineo aragonés donde según la leyenda las ,nuevamente inferiores, tropas cristianas aplastaron en el año 724 a las tropas sarracenas gracias a la aparición de una fulgurante cruz de fuego sobre una encina, que dio ánimos a los cristianos. Dicha visión daría como origen nombre a la región del Sobrarbe (que vendría a significar “sobre el árbol”) algo que es un disparate toponímico en toda regla pero que durante siglos fue admitido.

En el año 1499 Fabricio Vagad incluyó la imagen de la cruz sobre el árbol en la Crónica de Aragón y desde entonces se tomó como un símbolo patrio y en consecuencia la batalla de Aínsa como un origen mítico del reino de Aragón. Jerónimo Zurita se opuso férreamente a ello pero de poco sirvió.

Y en realidad no parece muy buena idea dar por cierta la batalla, pues si tenemos en cuenta que antes, durante y después del año 724 la zona de Sobrarbe estaba en manos islámicas solo podemos pensar dos cosas, o que los cristianos perdieron ese terreno al poco de ganar la batalla, o que sencillamente tal batalla nunca existió.

La imagen de la cruz sobre el árbol se convirtió en todo un símbolo político cimentado sobre una batalla mitológica

La imagen de la cruz sobre el árbol se convirtió en todo un símbolo político cimentado sobre una batalla mitológica.