El 70% de las preferencias políticas de las personas puede comprenderse tras analizar su ambiente familiar, social o laboral. Pero simplificar nuestras decisiones a este hecho sería banalizar la complejidad de la neuropolítica, un nuevo área en el que últimamente se están produciendo un montón de estudios dado su obvio interés.

Una buena parte también se debe a razones genéticas y otra a cuestiones personales, que pueden hacer que una persona modifique su conducta e ideología (como un desahucio, un enfermo de hepatitis C que se ve solo, sin tratamiento y sin ayuda, un parado de larga duración...). Pero según apuntan algunas investigaciones, gran parte de nuestras decisiones políticas podrían deberse a la morfología de nuestro cerebro.

La gente de derechas, más cerrada e inflexible

Hace una década, un estudio de la Universidad de Nueva York publicado en Nature Neuroscience sentenciaba que las personas conservadoras tienen menor actividad neuronal en el córtex cingulado anterior, una zona que debería iluminarse como un árbol de Navidad cuando tratamos de resolver un conflicto. Ya imagináis lo que esto significa: que los liberales o las personas más de izquierdas se manejan mejor cuando les toca improvisar ante una situación inesperada.

"Ser de derechas estaría unido a ser más agresivo, más violento, a emplear el miedo en los razonamientos"

El mismo estudio concluyó que las personas de derechas tienen un perfil más estructurado y tienden a ser más 'cabezotas', por lo que la flexibilidad tampoco es uno de sus puntos fuertes. Menos aún cuando lo que se pretende es cambiar un hábito (como la intención de voto).

Las consecuencias de esto es una actitud ante el día a día que afecta a la política y al resto de la vida en general. En las personas de derechas, esta actitud se traduce en que afrontan las situaciones con un mayor miedo al cambio. En cambio, las personas de izquierdas están dispuestas a romper con todo lo conocido por cambiar una mala situación sin temor alguno.

Según explica el neurocientífico Manuel Martín-Loeches para ELPLURAL.COM, "las áreas del cerebro son siempre polivalentes y están insertas en complicados circuitos, es decir, trabajan junto con otras muchas áreas. Se puede decir que ser de derechas (en los que se aprecia mayor actividad en la amígdala) estaría unido a ser más agresivo, más violento, a emplear el miedo en los razonamientos, mientras que ser de izquierdas (mayor actividad en el cíngulo) iría relacionado con la activación de un área implicada en la detección de conflictos sociales, en la empatía, en el entendimiento de que podría haber varios puntos de vista para un mismo problema".

No obstante, el científico recuerda que estos datos son extremos y han sido obtenidos por análisis de los datos, "donde se extreman las diferencias estadísticamente, de forma que no cabe pensar que los de izquierdas no activen la amígdala (aunque menos) ni los de derechas el cíngulo (aunque menos). Y no olvidemos tampoco que estos son estudios comparando liberales y conservadores, que no es exactamente nuestra izquierda y nuestra derecha".

La gente de izquierdas, más inteligente

Otro polémico estudio realizado por la Universidad Brock (Ontario) que analizó datos recopilados de más de 15.000 personas durante 50 años, llegó a la conclusión de que los de izquierdas eran más inteligentes que los de derechas dado que existía una estrecha relación entre el grosor de dos áreas de materia gris del cerebro y la ideología política. 

Sus conclusiones apuntaban que las personas con menos inteligencia se decantan por ideas conservadoras porque les hace sentir muy seguros y no tienen que hacer el esfuerzo de alejarse de su círculo de confort, pero que nada tiene que ver esto con su nivel educacional.

Según explicaban los investigadores en el estudio publicado en Journal of Psychological Science, "las ideologías conservadoras representan un vínculo crítico a través del cual la inteligencia en la niñez puede predecir el racismo de los adultos. En términos psicológicos, la relación entre inteligencia y prejuicios puede derivar de cuán propensos son los individuos con bajas capacidades cognitivas a respaldar con mayor fuerza las ideologías conservadoras de derecha, debido a que ofrecen una sensación de estabilidad y de orden".

Como dato curioso, los autores de la investigación también descubrieron que aquellos niños a los que se le había detectado una baja inteligencia, tendían a desarrollar pensamientos racistas y homófobos en la edad adulta.

¿Cuánto podemos confiar en estos estudios?

No debemos olvidar que estos estudios marcan diferencias sutiles y que, en algunas ocasiones, son solo los resultados de un único estudio. Según explica Martín Loeches, "no creo que ser de izquierdas o derechas tenga una vinculación directa con algo tan aséptico y generalmente poco emocional como la inteligencia. De hecho, las áreas implicadas son fundamentalmente emocionales, no intelectuales". 

Las personas con menos inteligencia se decantan por ideas conservadoras porque les hace sentir seguros

No obstante, el científico reconoce que lo que afirman las investigaciones puede tener bastante sentido (cuando el río suena...): "el cíngulo anterior está muy interconectado con una de las áreas cerebrañes que más han aumentado de tamaño con la evolución, el área de Brodmann 10 o polo frontal, que a su vez se relaciona muchísimo con la inteligencia general. Por otra parte, el cíngulo anterior contiene en nuestra especie una gran cantidad de neuronas "en huso" o fusiformes, algo que sólo tienen los mamíferos altamente sociales, y lo social es una fuente de capacidad intelectual: la solución de problemas o conflictos sociales se relaciona con el cíngulo anterior, precisamente, y esas neuronas tienen que ver con circuitos especializados en la resolución de esos conflictos".

Por su parte, el neurocientífico Xurxo Mariño reconoce para ELPLURAL.COM que estos trabajos hay que tomarlos con cautela. A pesar de que las técnicas de imagen actuales son muy útiles para detectar cambios importantes de actividad en la corteza cerebral bajo determinadas circunstancias, "en estos casos en los que se buscan diferencias sutiles no está claro si estas técnicas tienen la resolución (espacial y temporal) suficiente, e incluso si lo que muestran se trata realmente de las regiones cerebrales implicadas".

Lo que Mariño trata de explicar es que pueden mostrar un aumento de la actividad neuronal que en realidad está relacionado con otro proceso del encéfalo. Para entenderlo el neurológo pone un sencillo ejemplo, "considerar que las zonas que se muestran más activas en una resonancia magnética indican con claridad qué neuronas son las más importantes para una determinada tarea podría ser tan engañoso como un estudio sobre la actividad del motor de un coche con base en el calor que desprende: en este caso se concluiría que la parte más importante del coche es el radiador".