El vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Agenda 2030, Pablo Iglesias, se encuentra inmerso en un proceso judicial en el marco del caso Dina, que poco a poco, ha degenerado también en un conflicto con los medios de comunicación. Desde Moncloa y durante la rueda de prensa, Iglesias abogó por “naturalizar” que "cualquiera que tenga presencia pública o cualquiera que tenga responsabilidades en una empresa de comunicación o en política" está sometido "tanto a la crítica como la insulto en las redes sociales".

Su respuesta surge tras una pregunta sobre los ataques de su portavoz parlamentario, Pablo Echenique, al presentador de Informativos de Antena 3, Vicente Vallés.

"Creo que la crítica es una cosa normal y propia de las democracias e incluso las cosas desagradables que vemos en las redes sociales y que no nos gustan a nadie también son normales. Y yo no sería partidario de que es se pudiera perseguir", afirmó el secretario general de Podemos. Unas palabras que ni mucho menos han destensado la situación.

En buena parte de los editoriales publicados al respecto se carga contra las palabras de Iglesias y se le exige respeto para el cargo que ocupa.

El periódico El Mundo, en un editorial titulado El problema de Iglesias es con el juez, no con los medios, apuntan que la reacción del vicepresidente responde a que cada vez “se siente más acorralado”.

“No es que Iglesias haya ocultado sus intenciones rupturistas ni su admiración por regímenes ajenos a la división de poderes: si acaso la ha modulado en periodos electorales para camuflar su radicalismo entre selectivos susurros constitucionales”, denuncia el citado medio; que además asegura que “desde el principio ha considerado la impostura y el cinismo como instrumentos revolucionarios legítimos para alcanzar el único fin válido, que es la obtención y conservación del poder y la colonización del mayor número posible de estructuras de Estado”.

Y por inercia, la crítica es extensible a Pedro Sánchez: “No es que desconociese todo esto, que ya en su día le quitaba el sueño: es que necesitaba abrazarse a Iglesias para sobrevivir a su propio fiasco electoral”.

A juicio de El Mundo, “es difícil hallar precedentes de hostigamiento a periodistas -con nombres y apellidos- como el desplegado ayer por todo un vicepresidente desde Moncloa que llama a "naturalizar el insulto".

Por último, lamenta que “causa bochorno que el líder del partido que introdujo en la política española el escrache en las calles y el linchamiento en las redes, y que hoy ocupa el tercer puesto en el Ejecutivo, se presente como víctima de los medios, sin los cuales hoy no sería nadie”.

El País pide explicaciones

El editorial del periódico de PRISA pide explicaciones de Iglesias sobre el caso Dina porque “es paradójico”: “Él, que en principio aparecía como la víctima principal de un delito de revelación de secretos, acabará siendo el centro del proceso si la investigación judicial confirma las sospechas del instructor. Pero más allá del resultado de la instrucción, el vicepresidente tiene la responsabilidad política de preservar el nombre de la institución que representa y ofrecer explicaciones claras”.

Así, el artículo se pregunta “¿por qué no devolvió durante meses una tarjeta con datos privados a su legítima propietaria? Y por qué, cuando se la devolvió a Bousselham, supuestamente en el verano de 2016, esta no pudo acceder a ella porque estaba estropeada”.

“En muchos Estados existen por desgracia cloacas, pero no es encomiable que un miembro del Gobierno las instrumentalice a ellas y a la prensa como chivos expiatorios para obtener réditos. Colocarse como perjudicado por una conspiración desde el poder es impropio de quien ostenta tanto poder. Iglesias no puede ignorar que su obligación es garantizar, además de su buen nombre, la estabilidad del Gobierno del que forma parte. Y no faltarle el respeto a los ciudadanos”, sentencian.

Por su parte, el diario ABC ha titulado su editorial La vena totalitaria de Pablo Iglesias. En sus líneas, se le acusa de haberse perdido en el laberinto de las conspiraciones

“Iglesias debería saber que la prensa es un poder de la sociedad y para que la sociedad cree su opinión pública. A Iglesias le disgusta la prensa, pero más aún la opinión pública que la sociedad ha generado sobre su turbia participación en el caso de la tarjeta de Dina Bousselham”, considera.

El artículo recuerda que “en un sistema democrático, el control sobre el Gobierno se lleva a cabo en el Parlamento y en los medios de comunicación”, por lo que “la libertad de información es un pilar de la democracia liberal y siempre es la primera víctima de las dictaduras, como la chavista”.

En este sentido, “Iglesias salta de conspiración en conspiración como quien salta de piedra en piedra para no caer al río”.