El presidente hizo dos cosas al respecto sin duda muy pensadas: llamar al presidente Bush, bajo cuya presidencia se produjo la matanza del 11-S para, además, mencionarle en su mensaje. Y subrayar discretamente que su prioridad fue la captura y/o muerte de Bin Laden, que había dado instrucciones a la CIA al respecto y que la operación se había producido finalmente “bajo mis órdenes”.

Justicia, venganza, euforia
Esto ha sido suficiente para que se viera lo nunca visto en mucho tiempo en Washington: una multitud jubilosa espontáneamente reunida ante la Casa Blanca para felicitar al presidente, a las fuerzas de seguridad y a la sociedad desde el criterio, conceptualmente mezclado, de “justicia cumplida” o “venganza ejecutada”.

Sea como fuere, la Casa Blanca ha dado al público norteamericano la noticia que esperaba desde ¡hace casi diez años! Los que han tardado las agencias de seguridad en localizar fehacientemente al jefe terrorista, a cuya cabeza Bush puso precio, el más alto de la historia norteamericana: 25 millones de dólares.

La dimensión operacional
Apenas conocida la muerte de Bin Laden han comenzado los análisis político-militares y los primeros balances sobre qué repercusiones tendrá su desaparición en el escenario arrojan un cierto consenso acerca de la conveniencia de no esperar grandes cambios ni, desde luego, un hundimiento de al-Qaeda.

Los foros yihadistas mezclan ya desde el ingenuo intento de negar lo sucedido y atribuirlo a la “guerra psicológica” hasta la tesis, más inteligente y convencional a un tiempo, de decir que la obra del “guía” es imperecedera y a presentarle como un “mártir” cuya muerte “en combate”, esta condición es fundamental, solo servirá para incentivar a los militantes a proseguir “la lucha contra los opresores”.

El registro político y diplomático
Más allá hay un trasfondo que puede ser más teorizado y en el que las especulaciones son inevitables. La primera es la posibilidad de que sea muy cierto que, en realidad, fueron los servicios secretos paquistaníes (ISI) los que dieron con la buena pista y la pasaron a los norteamericanos.

Si tal cosa ha ocurrido, debe servir para atenuar la sospecha que abiertamente abriga Washington cuando se trata de la poderosa Inteligencia paquistaní que es un gobierno dentro de otro y al que se ha acusado frecuentemente de hacer un doble juego.
No se olvide que, su jefe, general Kayani dijo hace una semana enigmáticamente que su ejército “ha roto la espalda del terrorismo y, con la ayuda de Dios, pronto podremos ganar del todo”.

Las “tres” posibilidades
Sobre qué cosa ocurrirá a corto plazo la previsión que pueda hacerse pasa por tres escenarios: a) que se produjera una ola de atentados rápidos, casi improvisados, a modo de respuesta y certificado de vitalidad; b) que –como es probable – en Afganistán la muerte de Bin Laden no cambie nada de nada, lo que probaría la exactitud de la tesis de que la “agenda talibán” es una y la de al-Qaeda, otra; y c) esperar a ver qué dice Ayman Zawahiri, números dos de la red terrorista.

Zawahiri es el inspirador político de al-Qaeda, un hombre con estudios superiores de alto nivel salido de una distinguida familia de liberales egipcios y heredero del padre del islamismo “militar”, Sayed Qutb, ejecutado en 1959 en El Cairo. El ha sido el portavoz en Internet y algo tendrá que decir.

Todo lo que se pudiera añadir sería especulativo. Salvo repetir que Obama se ha acercado mucho a su segunda presidencia….

Elena Martí es periodista y analista política