Este martes se constituyen las Cortes y echa a andar la XIII Legislatura de nuestro país. Desde que se celebrasen las elecciones el pasado 28 de abril, el análisis de los resultados se ha apoderado del prime time. Las conclusiones sonríen más a un Partido Socialista que, cauto en palabras, pide cautela debido a la proximidad de los siguientes comicios.

Precisamente es el corto plazo que ha separado sendas citas electorales el motivo para no poner todavía toda la carne en el asador. Ferraz observa desde la cima cómo el resto de partidos mueve sus hilos. Analiza minuciosamente cada paso a contracorriente de sus rivales para imponerse a sus críticas, movilizar a su electorado y conseguir esa más que alcanzable mayoría que pueda teñir de rojo el conjunto de la nación.

Sin embargo, mirar hacia otro lado puede posponer los tiempos en lo que a la conformación de mayorías para la investidura de Pedro Sánchez se refiere, pero no puede hacerlo para ciertas citas ineludibles que se han colado en campaña. He aquí, en esta diatriba que el equipo socialista bien hubiera querido evitar, desde donde caen las críticas más virulentas de las últimas horas.

Este lunes los políticos independentistas encarcelados de forma preventiva y que están siendo juzgados por el TS han acudido a la Cámara Baja para recoger el acta que los acredita como diputados. 24 horas después, esta estampa volverá a protagonizar el runrún interno. Con todas las miradas pendientes de cómo deciden los líderes soberanistas prometer o jurar la Constitución, la oleada de críticas desde las bancadas de la derecha se prevé más que esperada.

Pero, por si fuera poco, la jornada tendrá más dosis de picante. La extrema derecha, desde su irrupción, ha conseguido colarse a la fuerza en el ideario colectivo y copar el protagonismo de las cámaras. Sus rivales lo saben: incluso aquellos que perdieron crédito posando ante los flashes tiempo atrás.

Quizá es este el motivo por el cual nadie quiere sentarse al lado de Vox. El PP ha pedido encarecidamente que no ocupen los puestos de su derecha (el centro que dicen encarnar no es motivo para una recolocación en el espacio), el PNV pide que los ultras no se sienten a su lado y Ciudadanos, preferiblemente, quiere tener el protagonismo que cree merecer en el centro del tablero.

De esta forma, después de quedar fuera de la Mesa del Congreso, los de Abascal temen quedar relegados a un puesto menor también en el orden interno de la Cámara. De esta forma, reivindican su posición como quinta fuerza del espectro político y esperan no acabar en lo comúnmente conocido como gallinero.