El candidato socialista a la Presidencia francesa, François Hollande, durante un mitin que reunió a más de 10.000 personas en Le Bourget, cerca de París, hoy. EFE

 


Hollande, pues, ha retomado una tradición que para la derecha es pura retórica y ha agitado el escenario político francés.

Un mensaje inesperado
Tenido por un socialista tradicional, de la escuela mitterrandiana y atento a evitar la demagogia, Hollande sorprendió a sus adversarios y también a muchos de sus amigos con un discurso de apertura oficiosa de la campaña presidencial que duró una hora y veinte minutos y ofreció doctrina y programa.

Abrió fuego con estas palabras que hoy resuenan en varios países de Europa: “Mi adversario real no tiene nombre ni rostro, no tiene partido, no concurrirá nunca a las elecciones, nunca será elegido y, sin embargo, gobierna: es el mundo de la finanza que en veinte años ha tomado el control de la economía, de la sociedad e incluso de nuestras vidas”.

¿Mucho decir? Más bien la constatación de una realidad inherente a todas las democracias liberales: nunca hubo más libertad ni más parlamentos elegidos ni más periódicos ni más viajes ni más permisividad. Pero tampoco hubo nunca más control ilegítimo de la acción de los gobiernos que hoy.

Filosofía y programa
Lo que siguió, después de la sorpresa y la ovación atronadora tras oir al discreto Hollande hablar en tales términos, fue un ensayo programático por sus proposiciones. No es el programa oficial del PS, largo, minucioso, concreto y disponible, pero sí medidas hacederas que suenan a social-democracia posible, porque Hollande tiene los pies en el suelo.

Propuestas revolucionarias
Un resumen rápido da estas propuestas: reducción en un 30 por ciento de los salarios de presidente y ministros; impuesto suplementario para los salarios superiores a 150.000 euros anuales; restablecimiento del impuesto sobre las grandes fortunas; separación en la banca de las actividades de depósito y las especulativas; tasa a las transferencias financieras internacionales, solos o con los europeos que quieran acompañarnos; prohibición a la banca francesa de operar en paraísos fiscales; nuevo banco público para la reindustrialización de Francia (…).

Además, dos sorpresas más: nuevo Tratado franco-alemán (con fecha: enero de 2013) e inserción de la laicidad en la Constitución, un asunto de gran repercusión histórica y social en el país de la laicidad estricta en la escuela y el espacio público desde hace más de un siglo. Se prevén problemas con la Iglesia porque, de inmediato, algunos medios poco favorables creen que habrá que revisar el Concordato…

Comienza la batalla
Bien situado en los sondeos, siempre holgadamente delante de Sarkozy y estimulado por sucesivos éxitos socialistas en las elecciones locales, regionales y senatoriales, Hollande se ha anotado ya el gran triunfo de ganar las inéditas y estupendas elecciones primarias entre las gentes de izquierda, no solo socialistas, que en octubre le eligieron como candidato a la presidencia.

Aunque visto por algunos como un mero “mitterrandista”, un socialista “a la francesa”, clásico, Hollande es también hombre de carácter y, visto lo visto, se advierte que se ha percatado de la mudanza del tiempo y la ansiedad de los franceses.

La batalla electoral apenas empieza y se puede dar por seguro que será ardua. Las descalificaciones desde el poder han llegado de inmediato y todas respiran el tono condescendiente de los contables que dan las propuestas por irrealizables. No es tan seguro que lo sean y resulta incluso probable que todo lo relativo a la “finanza”, sin rostro y controladora haya calado, y mucho, en sensibilidades no socialistas.

El mensaje de Hollande tiene muchas orejas atentas y no solo en Francia.

Elena Martí es periodista y analista política