La izquierda, mermada ante la evidencia de las elecciones andaluzas, observa desde fuera cada informe demoscópico con el miedo del que teme correr la misma suerte. Provincia a provincia, autonomía a autonomía, el peso de la derecha parece caer como una losa sobre los ánimos de la izquierda que, a pesar de aislarse y mostrarse tranquila, es golpeada por las encuestas una vez tras otra.
La última, la estimación de resultados para la Comunitat Valenciana realizada por SyM Consulting para Valencia Plaza, nos deja ante nosotros un horizonte muy diferente de lo que ocurriera hace cuatro años. Si entonces el pacte del botànic consiguió imponer su mayoría -mediante una alianza del PSOE, Compromís y Podem- el escenario parece ahora más cercano a presentar una coalición con nuevos rostros, nuevas siglas y nuevos ideales.
Un empate técnico a la cabeza entre socialistas y populares, Compromís siguiendo muy de cerca a estos dos y, justo después, la gran sorpresa. Vox derriba la puerta adelantando a Ciudadanos y triplicando los votos que cosecharía Podem. Una ecuación que relanzaría a la derecha y la volvería a situar en la oficina principal de Les Corts.
Tras 20 años en los que la política valenciana estuvo teñida de azul y Valencia se conocía por las infraestructuras megalómanas y el despilfarro, la izquierda consiguió en 2015 doblegar la balanza. Gran culpa de aquello la tendrían Nóos, Gürtel, Erial, Fitur y todas esas tramas que han protagonizado, durante mucho tiempo, la actualidad política a orillas del Júcar.
Ahora, un Partido Popular dañado por la corrupción de sus predecesores trata de reponerse del golpe. Recuperar, sin mayorías tan atronadoras como las de antaño, uno de sus fortines más codiciados. Y, por ahora, a falta de tres meses y una campaña de por medio, los números les vuelven a sonreír. Eso sí, tendría que hacerlo a la andaluza. Rindiendo parte de sus intereses a los de sus socios Vox, quien tendrá mucho que decir e imponer, y Ciudadanos.
