En medio del “ferragosto” Albert Rivera está jugando a tope todas sus bazas para no quedarse dentro de la gran política nacional como una flor de primavera.

Consciente de que esas bazas pasan por representar el puente entre el Partido Popular y el PSOE ha mandado una carta a la militancia y cuadros de la socialdemocracia para decirles algo de cajón: “Los miembros del PSOE deben pensar más en su país que en quién manda en su partido…”

El mensaje de Rivera a su amigo Sánchez es muy claro. Pero no es el único que recibe estos días el líder de Ferraz. Existen, dicen sus críticos internos, una amenaza real de ruptura de la unidad socialista que tal y como están las cosas se trata de un “bien de Estado”.

Curiosamente, Rivera no ofrece a Sánchez un pacto para gobernar sino para compartir como buenos amigos la oposición al teórico gobierno del PP. ¡Demasiados juegos malabares! Muy complicados para que puedan ser entendidos por el pueblo llano.

Rivera y Sánchez tiene algo en común: su odio visceral por Mariano Rajoy y, al mismo tiempo, que sus jóvenes carrera están ahora mismo en almoneda.

Inmutable el ademán

Como ya hemos comentado en ocasiones anteriores Pedro Sánchez y su círculo interior están en lo que están: pasar a la oposición sin mover un dedo para que Rajoy puede ser presidente y, en efecto, colocarles a ellos en ese ansiado papel de oposición. Son cosas contradictorias difíciles de entender salvo que haya gato encerrado. Que es lo que se malicia el sector critico del PSOE.

Entienden que Sánchez lo que trata de evitar es la celebración del Congreso del PSOE que según se indica le atraería una nueva derrota, en esta ocasión, a manos de la lideresa andaluza Susana Díaz que fue clave en su elección como secretario general y luego, al decir de los andaluces, les ha dejado en la estacada.

Nos hemos colocado en mitad del mes de agosto y las cosas continúan exactamente igual desde el punto de vista político que en la noche del 26J. Han pasado ya cincuenta días desde entonces y hay cada vez más a distancia entre el pueblo soberano y los políticos a sueldos sin que el primero logre que entiendan los mensajes que les remiten.

¡Ya ni siquiera nos dejan la posibilidad de poner a parir al gobierno! Porque el gobierno no existe.

¡Porca miseria!, que diría el acongojado y asustado italiano Renzi.