Concluyó la visita del presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, al Palacio de La Moncloa. Pedro Sánchez ha recibido a su homólogo este miércoles en la residencia presidencial, tras una tensa -como de costumbre- sesión de control, con quien ha rubricado cuatro acuerdos en materia de Ciencia, Universidades, Seguridad Social y Trabajo. No obstante, más allá de las formalidades, ambos han comparecido ante los medios para desentrañar los pactos forjados, momento en el que han emergido sus diferentes visiones sobre la guerra de Ucrania. “Hay matices”, reconocía el presidente del Gobierno de España, quien ha reivindicado la importancia de escuchar a Volodimir Zelenski, frente a un Lula que situaba el foco argumental en la consecución de la paz.

Los dos mandatarios se han regalado incontables halagos durante todo el acto, máxime en los primeros compases, pero también con relación a las labores para frenar el conflicto armado en la frontera de Europa. Mantienen visiones relativamente diferentes. De hecho, el propio Sánchez no ha rehuido los “matices” argumentales entre ellos y así lo ha admitido en el turno de preguntas, lo cual no impide una cooperación para detener la invasión de Vladimir Putin y, por ende, la guerra en Ucrania.

Por ello, Sánchez ha agradecido al brasileño “su interés en impulsar un grupo de países mediadores” para lograr la paz en la región. El presidente del Gobierno ha defendido que tanto España como Brasil tienen un objetivo común que es más poderoso que cualquier opinión discordante: “Deseamos la paz justa y duradera”. Para alcanzar ese anhelado estadio considera fundamental que todos los países se impliquen en el respeto a los “principios de la Carta de las Naciones Unidas”, así como a la “integridad territorial y a un orden internacional basado en reglas”. Un camino que desembocaría en la propuesta de Lula para crear una suerte de “G20 por la paz”.

Diferentes enfoques

No obstante, la pieza que disidente en el puzle conjunto la ha verbalizado el propio Sánchez. A juicio del presidente del Gobierno, como trasladó en su momento a su homólogo chino, Xi Jinping, y replica por doquier cuando aborda la invasión rusa de Ucrania, es que la voz del pueblo ucraniano ha de preponderar por encima de cualquiera. Es más, ha remarcado que en este conflicto “hay un agresor y un agredido”, personificando el primer adjetivo en la figura del autócrata ruso, Vladimir Putin. “No debemos olvidarlo”, ha subrayado el presidente.

El Gobierno español sitúa el epicentro del debate sobre el eje ruso, poniendo en valor la figura de un país al que no se le ha respetado la integridad territorial. Por ello, Sánchez estima crucial que la voz de Zelenski “sea escuchada”, así como la fórmula que el propio presidente ucraniano puso sobre la mesa para salir del conflicto armado: “Ha de tenerse en cuenta”, percutió el anfitrión, sin perder de vista el objetivo común, que no es otro que la “paz”.

Lula, en cambio, prefiere no entrar en el debate de quién es el responsable o qué país tiene o no la razón. El presidente de brasileño siente una profunda preocupación por la deriva bélica en el frente ucraniano y su matiz argumental no es óbice para que reitere una rotunda condena a Rusia por “la violación de derechos de ucrania”. Sin embargo, anquilosarse en el reparto de culpas “no sirve para nada” y apuesta por una discusión más pragmática a través de la creación de “nuevos mecanismos” adaptados a una nueva en materia económica y geopolítica.

“Brasil siempre ha condenado la ocupación territorial de Ucrania, aunque yo no era presidente en aquel momento”, ha recordado Lula, al tiempo que insistía en que no ve “interés” en abordar la paz entre las dos naciones. Por ello, apuesta por la creación de un “G20 por la paz”. Es decir, un grupo de líderes que esté dispuesta a parar la escalada bélica. “Sabemos que no es correcto lo que sucedió, pero se necesita una intervención por parte de países amigos que pueda sentar en una mesa a los participantes. Tienen que parar de destruir y atacar”, ha precisado el máximo mandatario brasileño. En este sentido, ha mostrado su firme compromiso a abrir vías de diálogo tanto con Putin como con Zelenski. “Está por ver si somos capaces de establecer todas las negociaciones para frenar las hostilidades”, ha abundado.

Lula tampoco ha esquivado los matices con Sánchez, incluso ha justificado que su visión está condicionada por los 14.000 kilómetros de distancia que le separan del conflicto. Entiende la posición de Europa y por supuesto de España, máxime desde el punto de vista de la proximidad, lo que le sitúa en una postura “más cómoda” y hablar desde un punto de vista alejado de los decibelios que ensordecen al Viejo Continente. En cualquier caso, ha reiterado que todos los países están “contra” la invasión.

Con quien sí se ha mostrado especialmente duro ha sido con la Organización de las Naciones Unidas, a quien le ha instado a convocar una sesión extraordinaria para abordar una salida a la guerra. “¿Por qué no se hace o se ha hecho antes?”, se ha preguntado el presidente de la república, quien redunda en la necesidad de alcanzar un acuerdo. “A nadie le interesa la guerra”, ha sostenido mientras reivindicaba la creación de un equipo para buscar la paz.

Unidad frente a la ultraderecha

Donde no ha existido matiz alguno es en las feroces críticas a la ultraderecha. Ambos han afinado la voz y cantado al unísono contra un movimiento que, a la postre, ha mantenido a Brasil “inactiva” y ralentizada durante cuatro años. La etapa de Jair Bolsonaro sacó al país del escenario internacional, por lo que Sánchez ha celebrado su regreso, dado que comporta una recomposición de los puentes en materia de cooperación entre los dos países.

“Brasil ha vuelto. Es una potencia global, durante años no ha sido activa, ha estado ensimismada. Nadie puede imaginarse que podamos responder a la emergencia climática sin su compromiso”, ha celebrado el presidente del Gobierno español. Sánchez ha reivindicado que el retorno de Lula al poder es sinónimo de una apuesta en firme -de nuevo- por el “multilateralismo”.