Los ministros de Exteriores de Alemania y Francia, de visita este viernes en Siria para reunirse con las nuevas autoridades del país, han entrado en la cárcel de Sednaya, uno de los símbolos principales de la represión histórica orquestada por el depuesto presidente sirio Bashar al Assad.
Annalena Baerbock y Jean-Noël Barrot han comenzado su visita con acompañados por miembros de los Cascos Blancos, la organización de defensa civil siria, quienes ha puesto al día a los diplomáticos europeos sobre las condiciones y las atrocidades cometidas por el régimen de Al Assad en la prisión, conocida popularmente como el "matadero humano". “Un capítulo doloroso del régimen de Assad ha terminado. Un nuevo capítulo ha empezado, pero aún no se ha escrito”, comunicó la ministra alemana el viernes en X.
Tras entrevistas con ex presos, guardias de seguridad, jueces, abogados y expertos, el grupo de derechos humanos Amnistía Internacional ha llegado a la conclusión de que en Sednaya se cometieron crímenes contra la humanidad bajo las órdenes de Al Assad y de su padre, Hafez.
Desde el inicio de la guerra civil siria en 2011, activistas y organizaciones de derechos humanos han documentado las atrocidades llevadas a cabo en el centro penitenciario, incluyendo la supuesta anexión de un crematorio y la designación exclusiva de un edificio a los manifestantes opositores al régimen. Desde ejecuciones masivas hasta la tortura y la desaparición de prisioneros, además de la inaccesibilidad absoluta al centro, estos colectivos han monitoreado la prisión hasta su apertura en diciembre de 2024, donde han podido investigar por primera vez las entrañas del centro de tortura más infamia de Siria.
Baerbock y Barrot han viajado a Damasco como representantes de Bruselas en una visita que los llevará a reunirse con el actual líder sirio, el yihadista Ahmed Husein al Shara -aunque recientemente está persiguiendo legitimidad internacional a través del abandono de su pasado con al-Qaeda-, también conocido como Abú Mohamed al Golani, para evaluar el momento actual del proceso de transición tras la caída de la dinastía Al Assad tras medio siglo al frente del país. “En Siria queremos promover una transición pacífica y exigente, al servicio de los sirios y de la estabilidad regional”, escribió Barrot en X.
La alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, está utilizando la visita para recordar a las nuevas autoridades sirias que el respeto a los civiles y a las minorías será un factor primordial para entablar cualquier tipo de relación futura. "Nuestro mensaje a los nuevos líderes de Siria: el respeto a los principios acordados con los actores regionales y las garantías de protección a los civiles y a las minorías son factores de importancia primordial", comunicó Kallas en su cuenta de X. Baerbock, con un mensaje similar, también destacó: “Queremos apoyarles en esto: en una transferencia de poder inclusiva y pacífica, en la reconciliación de la sociedad, en la reconstrucción”.
Los horrores de la prisión de Sednaya
A partir del 2008 y a raíz de un disturbio de los detenidos, la prisión se convirtió en infame por su uso de tortura y fuerza excesiva. Los prisioneros sufrían un cierto grado de brutalidad, pero limitado en comparación con la escalada a partir del inicio de la guerra civil.
El acceso al complejo ha estado terminantemente prohibido para organizaciones civiles y periodistas, por lo que la reconstrucción del edificio realizado por Amnistía Internacional previa su apertura el mes pasado se hizo a través de entrevistas a los supervivientes; sus memorias dependían del sonido de la prisión, como la apertura de puertas y las pisadas, porque los detenidos permanecían a oscuras y los guardias imponían un silencio absoluto. Uno de los investigadores involucrados en la Arquitectura Forense de Amnistía Internacional, Lawrence Abu Hamdan, detalló en The Guardian que hacer un ruido en la prisión era exponerse a la muerte: “Incluso cuando los prisioneros estaban siendo atizados, no podían hacer ningún ruido, y los miles que no pudieron parar sus gritos fueron matados”. La propia prisión servía como un instrumento de tortura porque el sonido de las palizas resonaba por las paredes y las tuberías vacías. Hamdan entrevistó a un hombre, Salam, que explicó que el régimen utilizó la omnidireccionalidad del sonido para que lo que era una paliza para uno se convirtiese en una paliza para todos.

Máquina conocida como "compresor" que se cree que sirve para torturar a los presos en Sednaya. EP.
Un informe sobre la prisión de la Asociación de Detenidos y los Desaparecidos de la Prisión de Sednaya (ADMSP) también recopila la falta de luz en la prisión, detallando que las luces del techo y las del baño eran la única fuente de electricidad en las habitaciones. Adicionalmente, se cortaba la electricidad como forma de castigo. Los médicos del centro atendían mayoritariamente a los guardias y cuando había una epidemia entre los prisioneros, se mandaban especialistas exteriores dos veces a la semana. Sin embargo, la mayoría de los detenidos no divulgaban sus enfermedades a los especialistas visitantes porque corrían el riesgo de ser trasladados al hospital militar de Tishreen -también conocido como Hospital 601- donde estaban sometidos a aún más tortura. Muchos hospitales militares sirios también obtuvieron la denominación de mataderos humanos.
La Comisión de Investigación de Naciones Unidas (ONU) contó en 2013 que “los detenidos, incluyendo niños, han sido golpeados, quemados con cigarros y sujetos a torturas que explotan heridas preexistentes”, concluyendo que un alto número de pacientes fueron torturados hasta la muerte en el hospital, según el Washington Post.
Los dormitorios de Sednaya son de 6x8 metros y albergaban alrededor de 35 personas; tenían un acceso muy limitado a comida, fueron torturados regularmente y apenas tenían acceso a ropa -como mucho, cada persona podía recibir dos mantas-. Las celdas solitarias podían tener entre 25 y 30 detenidos en un espacio de 2x3 metros; solo se daba de comer cuatro barras de pan y 20 aceitunas a 20 prisioneros en esas celdas. Familiares podían visitar a detenidos, pero solo si pagaban sobornos desmesurados; posteriormente, los prisioneros fueron sometidos a torturas y consecuencias feroces para que no hubiese futuras visitas, según ADMSP. Entre 2011 y 2018 se estima que entre 30.000 y 35.000 prisioneros fueron ejecutados o murieron a raíz de tortura sistemática, falta de atención médica o de inanición.
La apertura de la prisión fue un momento significativo para el derrocamiento del régimen, pero también devastador para muchas familias. Miles de personas acudieron al recinto para buscar a sus familiares desaparecidos; abrieron paredes, taladraron los suelos y examinaron los registros de detenidos. El líder de la Red Siria para los Derechos Humanos (SNHR), Fadel Abdul Ghany, advirtió que la apertura de la prisión descontrolada ha hecho que sea difícil trazar a los prisioneros que realmente son criminales además de prisioneros políticos, de acuerdo con Reuters. Los Cascos Blancos mandaron un equipo para encontrar detenidos que algunos sospechaban que estaban bajo tierra, pero no se encontraron a más prisioneros.