Se calculan en más de seis millones los refugiados ucranianos que han dejado su país tras la invasión de Putin. La inmensa mayoría huyeron del terror y de la amenaza del sátrapa ruso en las primeras semanas y meses del inicio de la guerra. Muchos, la mayoría, tuvieron que preparar de prisa y corriendo, todo el material de avituallamiento para un largo “viaje a alguna parte” de incierta duración y de gran dureza. Fue tal la situación de angustia e improvisación que el Gobierno del presidente Volodímir Zelenski​ tuvo que hacer incluso unas recomendaciones para que se usaran mochilas, al tiempo que detallaba qué elementos, más necesarios e indispensables, deberían contener dichas mochilas. Una situación y unas imágenes que nos recuerdan a la de los republicanos españoles partiendo al exilio desde la frontera francesa.

De la pesada maleta del exilio a la actual mochila de refugiado

En esta ocasión, casi 90 años después, con una diferencia sustancial como es que las pesadas y enormes maletas de aquel momento, han sido sustituidas por ligeras mochilas. Pero dos cosas no han cambiado. Por un lado, el contenido interior en cada miembro de las familias de los refugiados lleno de amargura, miedo y desgarro. Y por otro, el motivo por el que huyen despavoridos, era alejarse de un régimen dictatorial del que solo esperaban cárcel o muerte.

A partir de una instalación artística basada en imágenes de mochila utilizadas por refugiados ucranianos de hace pocos meses, el artista visual Marcel Dalmau Brunet en colaboración con diferentes familias ucranianas exiliadas, propone una reflexión sobre lo que los refugiados escogen o se pueden llevar al exilio. Una pequeña pero desgarradora exposición que se puede visitar en el Museu Memorial de l’Exili de La Jonquera (MUME). Precisamente, la localidad gerundense fue el principal enclave fronterizo por el que pasaron a Francia centenares de miles de desplazados de diversas zonas de España, la mayoría a pie, hacia los Pirineos. Miles de refugiados que, como hoy los ucranianos, buscaban un lugar donde estar a salvo de las atrocidades de la barbarie totalitaria, la que ayer representaba Francisco Franco y ahora simboliza el plutócrata dictador Vladímir Putin.

“La mochila ucraniana”

Tras la invasión rusa, los exiliados y refugiados ucranianos se vieron obligados a huir apresuradamente de su país. La maleta ha sido hasta ahora todo un símbolo de exilio y se ha destacado la dificultad, por parte de quienes deben partir, a la hora de escoger lo que consideran más básico para llevarse. Los nuevos tiempos han cambiado la maleta por la mochila. Cuando la ofensiva rusa era más que probable, las autoridades ucranianas difundieron unos consejos sobre las prioridades a escoger. El criterio fue el del menor peso posible. Todo tenía que caber en una mochila.

Medicamentos, documentación, móvil, navaja multiusos, linterna, radio pequeña, toallas húmedas… el contenido que portan los refugiados ucranianos

¿Qué llevan en su interior?

En el original catálogo de la exposición que imita un pasaporte oficial ucraniano, se recogen las recomendaciones para llenar de contenidos la mochila. Al mismo tiempo nos da una idea de cómo son, por dentro, estas mochilas de los refugiados y sus familias:

“Sobre todo medicamentos, documentación personal (en bolsa sellada para preservarla de la humedad), teléfono móvil (con cargador y adaptador de enchufes), navaja multiusos, linterna, una radio pequeña, toallas húmedas y otro material higiénico, impermeable, cuaderno y bolígrafo, comida para solo un par de días, sábanas, ropa interior y de abrigo (polar). Un bote metálico para cocinar y comer. Nada de latas, que pesan mucho, ni tampoco una gran cantidad de agua (una botella que hay que llevar fuera de la mochila). También se recomienda una restricción en cuanto al papel higiénico: no se debe llevar un rollo grande, que ocupa mucho espacio, sino dos o tres rollos bastante gastados, juntos en los bolsillos del pantalón. Y naturalmente el mínimo de objetos personales. Sí que es importante, sin embargo, llevar algún juguete para los niños. Todo bien colocado para economizar el espacio disponible”.

En la mochila de la mente y en la maleta del alma

Como puede verse es un equipaje que contrasta vivamente con el que transportaron algunos de los exiliados republicanos de 1939, que intentaban llevarse el máximo de bienes posible, desde colchones y maletas cargadísimas, hasta el ganado que tenían. Pero en la mochila de la mente y en la maleta del alma de todos los refugiados, sean de Palestina, Venezuela, Siria, Afganistán, Burkina Faso, el Congo, Mali, Ucrania o de cualquier rincón del mundo, anida y se ubica el mismo deseo: que llegue pronto el día en que tengan que deshacer la mochila… pero de regreso, en su casa, en paz.