La ola de progresismo sigue imparable en Latinoamérica, y Brasil, lejos de ser una excepción, ha confirmado que las políticas progresistas quieren ser el futuro del sur del continente americano. Lula da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), no ha podido vencer este domingo con una sola vuelta al ultraderechista Jair Bolsonaro y tendrá que esperar a la segunda vuelta de estos comicios brasileños, que se celebrará el próximo 30 de octubre.

Tras un recuento que ha durado mucho más de lo esperado -se estimaba una gran rapidez al tratarse de un sistema electoral con urnas electrónicas- y con un inicio muy lento, en parte por la tardanza en el cierre de algunos colegios electorales, Bolsonaro ha terminado por perder la primera vuelta de las elecciones, como venían adelantado los sondeos, con el 43,20% de los votos. En cambio, Lula da Silva se acerca cada vez más a la presidencia de Brasil doce años después de su salida al recibir un apoyo que ha alcanzado el 48,43%.

De esta manera, Lula, podrá volver con pronóstico favorable a la presidencia que ocupó entre 2003 y 2011, ya que en la historia de Brasil el partido que ha ganado la primera vuelta es quien vence la segunda. Fue durante las presidencias de da Silva cuando Brasil experimentó uno de sus periodos más prósperos. En dichos años, entre otras cosas, el dirigente brasileño –que goza de una gran simpatía y respeto por parte del Gobierno español- logró poner en marcha una serie de políticas de ayudas sociales con las que consiguió sacar a unas 30 millones de personas de la pobreza. Unas políticas progresistas que también lograron aumentar exponencialmente el PIB de Brasil, convirtiendo al país carioca en el gigante sudamericano que es hoy en día.

Un auténtico hito que dejó huella en la sociedad brasileña –cuando abandonó la presidencia del país, contaba con más de un 80% de aprobación-. De hecho, la reelección de Lula en las elecciones de 2018 parecía más que clara, sin embargo, su condena y posterior entrada en prisión –que años después serían anuladas-, supusieron el final de su carrera electoral, poniendo la alfombra roja para la llegada de Bolsonaro.

No obstaste, pese a la victoria de Bolsonaro en 2018, la sombra de Lula seguía siendo muy alargada en el país, especialmente en las clases más bajas. Prueba de ello es que desde que el candidato del PT recuperó sus derechos políticos, no ha habido un sondeo que no le haya puesto de nuevo en el Palacio del Planalto doce años después. Por ello, el probable presidente saliente no ha dudado en usar el manual de la extrema derecha, alimentando el fantasma de un fraude electoral, al más puro estilo Trump o Le Pen.

Ahora, tras cuatro años de gobierno de Bolsonaro, en el que Brasil ha sufrido un importante retroceso social, Lula puede optar de nuevo al poder con un ambicioso proyecto de país que busca, entre otras cosas, combatir la crisis económica con políticas de impulso del consumo, derogar la ley del techo de gasto y una reforma fiscal progresiva con la que gravar las grandes fortunas. Nacionalizar por completo la eléctrica Eletrobras, poner en marcha un gran plan de obras públicas para generar empleo y poner fin a la explotación indiscriminada del Amazonía, son otras de sus promesas.

La legislatura de Bolsonaro, una catástrofe para la economía

Pese a que Brasil está entre las diez mayores economías del mundo, se ha convertido en un Estado en el que hasta 33 millones de personas pasan hambre, el 15% del total de habitantes. Una cifra que se ha incrementado notablemente desde que Jair Bolsonaro alcanzó el poder presidencial, debido en gran parte a la falta de inversión en políticas contra la pobreza que dieron resultado durante los mandatos de Lula y Dilma Rousseff y la pésima gestión de la pandemia.

Según la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria (Penssan), durante los años 2020 y 2021, el ejército humano de brasileños que pasan hambre se dobló. Se pasó de los 19 millones en 2020 a los 33,1 millones actuales. Así, poniendo en comparación los datos actuales con los que había cuando el ultraderechista llegó al poder en 2018 se ha registrado una diferencia negativa del 60%.

La crisis por la pandemia del coronavirus actuó como un acelerador de la pobreza en un país que es un gran productor de alimentos. Desde el primer momento, Bolsonaro le restó importancia y no trató de atajarla y ayudar a la población. Fue en 2020 cuando el Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Brasil advirtió de que el país se dirigía al mapa mundial del hambre, pero el presidente hizo caso omiso.

Una campaña de dudas, al estilo de Trump

Los sondeos han situado a Lula da Silva como vencedor de los comicios durante la campaña electoral, y ello no fue recibido de la mejor forma en el especto ultraderechista brasileño. Hace varios meses desde que Bolsonaro iniciara una campaña para sembrar dudas sobre la seguridad del sistema de votación brasileño, al estilo del expresidente de Estados Unidos Donald Trump.

El exmilitar y probable saliente presidente de Brasil no tuvo reparo en asegurar en varias ocasiones que no aceptaría un resultado malo para él, al considerar que si no ganaba “por el 60% de los votos” era porque había “algo raro”, alimentando el fantasma del fraude.

Frente a esta campaña de dudas y fraude ha trabajado Lula da Silva y su partido, que han llamado en numerosas ocasiones a la población a acudir a las urnas y desbancar al ultraderechista del poder. “Tenemos que ganar las elecciones en primera vuelta porque Brasil no aguanta 20 días más de esta gente armada”, dijo el diputado estatal de Paraná por el PT, Luiz Henrique Dias da Silva.

“Sudamérica entera quiere que Brasil gane para coordinar otra vez una institución multilateral como la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas)”, afirmó Lula da Silva, añadiendo que este domingo “la gente echará a Bolsonaro a su casa”, después de que el propio Bolsonaro le tratara de “expresidiario” y “traidor a la patria”.

El líder del Partido de los Trabajadores adelantó que al menos ocho países europeos ya han expresado su interés en mantener una conversación telefónica este lunes, un día después de los comicios, para potenciar “una nueva relación” diplomática con el país.