La posibilidad de que la invasión rusa acabe derivando en una guerra nuclear asciende por segundos. Si bien en un primer momento nadie esperaba la virulencia de las reacciones contrapuestas -ni occidente creía a Vladimir Putin capaz de iniciar una invasión de tal calibre ni el Kremlin preveía sanciones económicas tan severas-, la guerra abierta desde distintos frentes en Ucrania, cuando está a punto de cumplirse un mes de su inicio, ha provocado un efecto dominó donde todos los actores se han visto obligados a posicionarse rápidamente y no ceder un ápice de soberanía ni liderazgo internacional para generar inestabilidad en el frente y someter a un escenario repleto de dudas e incertidumbre al rival.

El primero que dude perderá. Putin lo sabe y la OTAN también. Sin embargo, controlar la idiosincrasia y las voluntades de voces tan discordantes hasta hace apenas unas semanas no está siendo fácil para el frente común conformado por occidente. Si bien la Alianza Atlántica ha sido clara desde el inicio de la invasión en lo referente a una posible entrada de tropas en suelo ucraniano, negando esta posibilidad y advirtiendo de que la operatividad de los países miembros de la organización militar solo se produciría en caso de que alguno de sus países miembros se viera dañado militarmente por Rusia, algunas voces han abierto la puerta al despliegue de un operativo con fines pacíficos para garantizar la correcta salida de los ciudadanos ucranianos a través de los corredores humanitarios desplegados.

Este es el caso de Polonia. De hecho, el propio viceprimer ministro polaco, Jaroslaw Kaczynski, pidió recientemente introducir tropas de la Alianza Atlántica sobre el terreno de la guerra para una “misión de paz”, indicando que Ucrania no solo necesita solidaridad y buenas palabras, sino también acciones. "Será una misión que trabajará por la paz y la entrega de ayuda humanitaria", explicó el mandatario de Ley y Justicia, añadiendo que, sin embargo, si estas tropas fuesen atacadas, estarían en su legítimo derecho de “defenderse”.

Frente a esta posibilidad, descartada por el resto de los países miembros de la organización militar, el Kremlin ha amenazado con respuestas contundentes. “Sería una decisión temeraria y extremadamente peligrosa", ha indicado el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov. "Se está llevando a cabo una operación militar especial, y cualquier contacto entre nuestras tropas y las tropas de la OTAN podría acarrear consecuencias difíciles de reparar", ha añadido.

El portavoz, además, ha recordado que en este sentido ya se posicionó el propio Putin el 24 de febrero, día que comenzó el sonido de los bombardeos impactando en la frontera con Ucrania. Desde entonces, y pese a las continuas advertencias, por el momento no hay nada que apunte a un conflicto global en el que el marco de la OTAN se vea forzado a intervenir, aunque, de ser necesario, tal y como ha explicado la propia organización y el presidente de los EEUU, Joe Biden, los aliados no dudarían: “Sería la tercera guerra mundial”.

Nuevos batallones en el flanco oriental

El envío de tropas no tardó en hacerse realidad. La Alianza Atlántica desplegó en países aliados una cantidad ingente de tropas dispuestas para entrar en el conflicto a través de un despliegue de respuesta rápida en caso de ser necesario. De hecho, estos contingentes no han hecho más reproducirse con el paso de las semanas.

Los líderes de la OTAN, de hecho, han anunciado que acordarán este jueves que cuatro nuevos batallones de combate serán dispuestos en el flanco oriental, en Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria, en la reunión extraordinaria de Bruselas en la que discutirán también más apoyo militar a Ucrania ante la invasión militar rusa. Estos batallones contarán con componentes de las fuerzas nacionales de los países anfitriones, pero también con la participación de otros aliados, ha indicado Jens Stoltenberg, secretario general de la organización.

La reunión en que este anuncio se produzca será de vital importancia para fijar posiciones en un conflicto cuyo final es aún indeterminable. El propio Joe Biden, que no se reunía con los socios europeos desde el comienzo de la guerra, encabezará esta cumbre extraordinaria en la que se fijará una nueva hoja de ruta adaptada al contexto actual y las constantes amenazas del Kremlin.