Emmanuel Macron y Olaf Scholz buscan reconducir sus relaciones en un almuerzo informal, en petit comité y alejados de los focos a los que está siendo sometida una relación indispensable para el marco europeo en los últimos años. La construcción del Midcat, el gasto en Defensa o la estrategia energética de Europa frente a las amenazas de Putin han provocado un distanciamiento del eje francoalemán, “motor de Europa” en el último siglo y binomio de poder con el que mantener la paz y la unidad de acción que en las últimas fechas ha tenido como máximo estandarte a Pedro Sánchez en su papel de intermediador, líder de la socialdemocracia europea y protagonista en las importantes negociaciones a las que ha tenido que hacer frente Bruselas en un contexto marcado por la inestabilidad.

El encuentro entre el canciller alemán y su homólogo francés tendrá lugar este miércoles en el Palacio del Elíseo. Será el primer acercamiento entre ambos mandatarios después de que Francia cancelase hace escasos días una reunión ministerial en Fontainebleau, donde ambos gobiernos se reúnen cada año para despachar en un rito convertido en sinónimo de actuaciones coordinadas. Con la tensión propia de la divergencia sobrevolando en ambos países, el presidente de la república francesa y el canciller alemán buscan paliar un escarnio internacional que complica, aún más, una situación compleja que ya experimentan intramuros en sus propios países ambos dirigentes.

En Francia, las movilizaciones sociales encabezadas por el izquierdista Jean-Luc Mélenchon amenazan con acabar con la poca paz que le queda a Macron. Las dificultades para negociar unos presupuestos obligaron al Elíseo a presentarlos a través del artículo 49.3 de la Constitución, saltándose así el trámite parlamentario y teniendo que hacer frente a una moción de censura impulsada por la izquierda y apoyada por la ultraderecha de Marine Le Pen. Superada la moción, que se produjo este martes con resultado negativo para los intereses de aquellos que la propusieron, Macron y la primera ministra, Élisabeth Borne, quedan señalados en un ambiente fragmentado, con un poder repartido e insuficiente para legislar en mayoría y una ultraderecha lanzada en su pretensión de derribar a Macron como sea: desde las calles, con movilizaciones sociales; o desde el odio, con mensajes antiinmigración que vuelven a tomar fuerza después del último adiós a Lola, una niña de 12 años presuntamente asesinada por una argelina sin papeles a la que la ultraderecha trata de sacar rédito político.

Las cosas no van mucho mejor para Scholz. La sombra de Angela Merkel es alargada, y las primeras voces empiezan a tambalear su gestión en un gobierno tripartito que muestra sus primeros síntomas de desunión. Su negativa a topar el precio del gas, extendiendo así la excepción ibérica al ámbito comunitario, le perfilan como el hombre a derribar en Bruselas, y el invierno se plantea largo y muy duro para los intereses de una ciudadanía pendiente de la falta de suministros energéticos a causa de una dependencia mortal con la Rusia de Putin. El pasado mes de septiembre una encuesta ponía cifras a esta debilidad: el 62% de los alemanes, según este informe, estaba descontento con el trabajo de Olaf Scholz, principalmente por su falta de liderazgo frente a estos desafíos.

Con su imagen dañada a nivel interno, Scholz y Macron buscarán en el Elíseo volver a otorgar certezas en sus relaciones bilaterales. El debate está especialmente caldeado en Francia, donde, pese a que hay una ley no escrita para no hablar mal de Alemania, los medios de comunicación hacen sangre y afilan sus navajas ante las diferencias existentes en un “matrimonio por necesidad”, como lo define en su apertura de este miércoles el diario Le Figaro, que insiste en las “diferencias a veces abismales entre las dos primeras potencias europeas”. Le Monde también dedica buena parte de su portada a medir el impacto del almuerzo entre Macron y Scholz, recalcando la falta de “unión”, que, en su opinión, provoca un “sentimiento de degradación que socava al país y se multiplica por diez”.

Sánchez refuerza su perfil institucional

En paralelo, España refuerza su proyección internacional. Las negociaciones en Bruselas, el plan energético, la viabilidad del corredor de energía verde entre Barcelona y Marsella y la posibilidad de aplicar el tope al gas -excepción ibérica- a nivel comunitario han convertido al Ejecutivo de Pedro Sánchez en uno de los baluartes en las negociaciones que se producen en el seno de la Unión Europea. El reconocimiento ha sido palpable, encabezado por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, quien no ha ahorrado en calificativos positivos y en la indicación de acelerar para convertir el modelo ‘marca España’ en una realidad homogénea para los Veintisiete.

Las relaciones de España con Francia y Alemania, además, se han ido acentuando a medida que entre ellos iban erosionando puentes paulatinamente. Si bien Macron había sido una piedra en el zapato del Ejecutivo español en los últimos meses, fruto de su rechazo al Midcat, la proyección del BarMar ha reconducido unas relaciones que derivarán en una interconexión energética que España quiere tener lista en 2026.

Con Alemania las relaciones son aún más fluidas. Sánchez y Scholz, en su condición de máximos baluartes de la socialdemocracia europea, han engrasado sus relaciones con diversos encuentros, pretensiones compartidas y una conexión permanente reconocida por ambos mandatarios: “Sánchez ha sabido defender los intereses de España de una forma magnífica”, reconoció el propio canciller alemán hace unos meses durante un encuentro en el Palacio de Meseberg, a unos 60 kilómetros de Berlín, donde el presidente español acudió a un consejo de ministros alemán tras ser invitado por el país germano en una clara demostración del buen entendimiento entre ambos países.

Además, a nivel interno Sánchez empieza a renacer. Los resultados electorales en Andalucía supusieron un lastre para los intereses del Ejecutivo, que se veía impotente ante la evidencia de que el esfuerzo realizado no cristalizaba en la recuperación del votante socialista. Ahora, tanto el CIS como varias empresas demoscópicas más empiezan a atisbar la remontada, el pinchazo del ‘efecto Feijóo’, en una carrera de fondo en la que las elecciones autonómicas y municipales del mes de mayo se presentan como una especie de reválida para los socialistas. Además, los Presupuestos avanzan a buen ritmo, las relaciones con los socios de investidura son positivas y únicamente las diferencias con el socio de coalición, Unidas Podemos, por la presencia de Vicky Rosell en el CGPJ o la tardanza en la tramitación de la Ley Trans ensombrecen un momento de alegría entre los fontaneros de Moncloa.

A nivel internacional, Sánchez se convertirá en noviembre en el presidente de la Internacional Socialista, cargo que desempeñará y hará converger con la presidencia interina de la Unión Europea, en manos de nuestro país en el último semestre de 2023 -en pleno proceso electoral para las generales si no hay alteraciones del calendario-. Una baza, la de la proyección internacional, muy cuidada por los asesores de la presidencia y que puede alterar el resultado, entienden, dada la imagen de falta de seguridad que transmite Feijóo en las últimas fechas, máxime después de la salida de Liz Truss en Reino Unido o de los apoyos que recibe el mecanismo ibérico para abaratar el recibo de la luz en Bruselas.