La sombra de Jeffrey Epstein vuelve a proyectarse sobre las élites internacionales. La desclasificación de documentos impulsada por la administración de Donald Trump ha sacado a la luz una extensa lista de contactos del financiero estadounidense en la que figuran varios ciudadanos españoles, algunos de ellos con proyección pública y vínculos con el poder político, económico o mediático. Entre los nombres que más atención han concentrado en España se encuentran Alejandro Agag, yerno del expresidente José María Aznar; José Aznar Botella, su hijo; y la actriz y presentadora Ana Obregón, cuya relación con Epstein ha reaparecido en el debate público con matices muy distintos.

La publicación de estos documentos —principalmente agendas de contactos, direcciones y registros administrativos— ha ido acompañada de una advertencia reiterada por parte de las autoridades estadounidenses y de expertos legales: aparecer en estos archivos no implica acusación penal ni participación en los delitos por los que Epstein fue investigado y condenado. Se trata de material documental que refleja relaciones sociales, profesionales o circunstanciales con una figura que, durante décadas, se movió en entornos de alto poder adquisitivo y acceso a las élites.

El yerno de Aznar: Alejandro Agag y los vínculos empresariales

Uno de los nombres españoles que figura en el libro de contactos de Epstein es el de Alejandro Agag, empresario internacional y yerno de José María Aznar. Su presencia en los documentos está asociada a direcciones y correos electrónicos vinculados a su etapa profesional en Nueva York, especialmente durante los años en los que trabajó en el ámbito de la inversión financiera y el capital riesgo.

Agag ha explicado en distintas ocasiones que su relación con Epstein fue estrictamente profesional, en un contexto de contactos habituales en el mundo financiero internacional a principios de los años 2000. No consta que haya viajado a la isla privada del magnate ni que exista ninguna investigación judicial que lo vincule a las actividades criminales de Epstein. Aun así, su nombre ha vuelto a aparecer en titulares como ejemplo de hasta qué punto el financiero logró tejer una red de relaciones con figuras influyentes de distintos países.

José Aznar Botella: un rastro documental sin acusación

Junto al de Agag, en los archivos difundidos también aparece el nombre de José Aznar Botella, hijo del expresidente del Gobierno. En su caso, la documentación lo vincula igualmente a datos de contacto en Estados Unidos, coincidentes con su trayectoria profesional en el ámbito económico y empresarial.

Fuentes cercanas al entorno de Aznar Botella subrayan que no existe constancia de relación personal relevante con Epstein, ni de encuentros en propiedades asociadas al magnate. Su nombre figura, como el de cientos de personas más, en una agenda que recopilaba contactos potenciales y conocidos, una práctica habitual en círculos empresariales de alto nivel. Hasta la fecha, no hay ninguna imputación ni investigación abierta que lo afecte.

Ana Obregón: del archivo oficial al relato mediático

El caso de Ana Obregón es distinto y, a la vez, más complejo. A diferencia de Agag y Aznar Botella, el nombre de la actriz no aparece confirmado en los documentos oficiales desclasificados por la administración estadounidense. Sin embargo, su figura ha vuelto al centro del debate a raíz de reportajes periodísticos internacionales que recuerdan su relación social con Epstein en los años ochenta, cuando ambos coincidieron en Nueva York.

Diversas investigaciones periodísticas han señalado que Obregón y Epstein mantuvieron una relación personal y de trato social en una etapa muy anterior a que el financiero fuera investigado por delitos sexuales. Se trataría de encuentros y vínculos propios de un contexto previo, cuando Epstein aún no había sido condenado ni señalado públicamente como criminal. La propia Obregón ha negado reiteradamente haber mantenido una relación sentimental estable con él y ha defendido que su trato fue puntual y circunscrito a aquella época.

Este matiz resulta clave: la mención de Obregón no procede de la lista oficial de contactos difundida ahora, sino de relatos periodísticos que contextualizan la vida social de Epstein antes del estallido del escándalo. Aun así, su nombre ha sido incorporado al debate público en España, a menudo sin diferenciar entre documentación judicial y reconstrucciones periodísticas posteriores.

Un recordatorio incómodo

Más allá de los nombres concretos, la publicación de la lista vuelve a poner sobre la mesa una realidad incómoda: Epstein no operó en los márgenes, sino en el centro de determinados círculos de poder, y su agenda refleja hasta qué punto logró normalizar su presencia entre las élites. Distinguir entre contacto, relación social y responsabilidad penal es hoy más necesario que nunca para no convertir la transparencia en ruido ni la información en sospecha.

Por último, a estas alturas, con los documentos más relevantes ya desclasificados por orden judicial, es poco probable que haya revelaciones explosivas sobre figuras públicas. Los fiscales federales y el FBI han revisado las pruebas durante más de una década, y los nombres que han sido implicados directamente –como el príncipe Andrés o el abogado Alan Dershowitz– han aparecido porque las víctimas los han señalado explícitamente.

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