Las últimas novedades del régimen iraní recaen en la primera ejecución de un preso condenado a muerte por haber participado en las protestas que inundan el país desde septiembre. Las manifestaciones que estallaron el día 16 de ese mes en la República Islámica ya son históricas, pues hunden su raíz en la muerte de Mahsa Amini, una joven kurda que fue detenida y torturada por la policía de la moral. ¿Su crimen? Llevar mal puesto el velo. Desde entonces, más de 400 personas han muerto en las protestas contra el régimen de los ayatolás, y al menos 15.000 han sido detenidas, según Iran Human Rights.

Estas protestas se están consolidando como el mayor movimiento en décadas contra el régimen iraní y tienen un elemento muy significativo tratándose de un país islámico: el trasfondo feminista de la movilización. Parece un buen momento para observar la radiografía de la República Islámica fundada por el ayatolá Jomeiní en 1979 y entender cuáles son los cimientos más desconocidos sobre los que se construye el régimen.

El Estado Profundo de la República Islámica

En primer lugar, es importante aclarar que Irán se ha ido empoderando en el Golfo Pérsico gracias a los conflictos ocurridos en Oriente Medio desde inicios de siglo. Este hecho se debe a acontecimientos como las invasiones estadounidenses de Afganistán en 2001 y de Irak en 2003, que debilitaron profundamente a los suníes y llevaron al poder a partidos islamistas chiítas cercanos a Irán (un 89% de la población en Irán son chiitas y esta es la religión oficial del Estado).

Una vez entendido este posicionamiento, es importante comprender la estructura interna del régimen. Tal y como explica Ana Belén Soage, colaboradora de Agenda Pública de El País, el Estado iraní se divide en tres: el Estado Democrático, del que hacen gala las autoridades de la República Islámica, formado por el presidente, Parlamento y Asamblea de Expertos, que elige al Líder Supremo; el Estado No Democrático, Consejo de Guardianes y Consejo de Discernimiento; y el Estado Profundo. A este último pertenece la Guardia Revolucionaria iraní, el cuerpo de élite militar e ideológico de la República Islámica de Irán, que fue creado tras la Revolución Islámica de 1979. Estos Guardianes de la Revolución controlan importantes sectores de la economía iraní y tienen una influencia importante en el sistema político del país asiático. La Guardia Revolucionaria también posee la llamada Fuerza Quds, que está especializada en operaciones en el extranjero, y que además controla a los Basij, una milicia paramilitar de voluntarios islámicos con gran influencia en la sociedad iraní creado en 1980 por el ayatolá Jomeini.

Este ejército paralelo constituido por la Guardia Revolucionaria, fue creado por el ayatolá Jomeini en 1979 para defender a la entonces naciente República Islámica de las amenazas internas y externas, pero con el tiempo ha adquirido un gran poder económico y político que lo ha convertido en un verdadero Estado dentro del Estado y en una suerte de punta de lanza de la política de Irán. Este cuerpo militar responde directamente ante el líder supremo, Ali Jameneí, por tanto, su importancia en la política iraní como protectores del sistema islámico es innegable y dada su presencia en Oriente Medio, los guardianes dictan en parte la política exterior iraní. Asimismo, la Guardia también posee una gran influencia sobre amplios sectores económicos del país, ya que se calcula que controla una tercera parte de la economía iraní a través de diversas empresas y filiales.

El papel de la policía de la moral y el impacto de las protestas

En cambio, la policía de la moral fue fundada en 2006 bajo la presidencia del conservador radical Mahmud Ahmadineyad, en el cargo entre 2005 y 2013. A diferencia del grupo paramilitar Basij, vinculado con la Guardia Revolucionaria Iraní, el objetivo de la policía de la moral es difundir la cultura de la “decencia y el hiyab”.

La policía de la moral está integrada por hombres de vestimenta verde y mujeres con chador negro, que les cubre todo el cuerpo salvo la cara. Su tarea principal es vigilar la aplicación de los códigos de vestimenta marcados por la ley de 1983. Según las autoridades iranís, este cuerpo pertenece al ministerio de Interior y precisamente por ese hecho, la Unión Europea sancionó en noviembre al ministro del Interior de Irán, Ahmad Vahidi, junto a otras 28 personalidades y tres entidades. Las sanciones incluyen el veto de entrar en territorio comunitario y la congelación de los activos que esas personas o entidades puedan tener en la UE. En esa lista negra se encuentran comandantes y altos cargos del Ejército, de la Fuerza de Resistencia Basij, la Fuerza Disciplinaria de la República Islámica de Irán, del Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica, así como varios miembros de la unidad de la policía de la moral que arrestó a la joven Amini.

Ahora, el presidente del país, Ebrahim Raisi, se ha visto forzado a intervenir tras meses de manifestaciones por todo el país y ha mostrado cierta predisposición a revisar la estricta ley 1983. Por su parte, el fiscal general, Mohammad Jafar Montazeri, ha hablado de la posible abolición de la policía de la moral. Sin embargo, el fiscal general ha recordado que “llevar mal el hiyab, especialmente en la ciudad santa de Qom, es una de las principales preocupaciones del poder judicial, así como de nuestra sociedad revolucionaria”, aunque también ha señalado que “la acción judicial es el último recurso”.

De esta manera, las autoridades iraníes remarcaban una vez más el mensaje que están lanzando desde hace meses, basado en que las protestas no van a lograr un cambio normativo ni social. No obstante, el tono ligeramente más aperturista del presidente y la mención, aunque sin detalles concretos, de la abolición de la policía de la moral por parte del fiscal general son considerados gestos hacia las protestas que desde el 16 de septiembre se han sucedido en República Islámica. Las manifestaciones en contra de la dureza del régimen de los ayatolás han dejado plasmado por todo el territorio el hartazgo que llevaban décadas acumulando, en especial, las ciudadanas de Irán. Las mujeres han decidido alzarse y, acompañadas por hombres simpatizantes, buscan sacudir los asentados tentáculos del régimen que las ha venido estrangulando durante tantos años. Las iraníes no aguantan más el silencio, pues ya lo dijo la escritora y activista Gloria Anzaldúa, “ahogadas, escupimos el oscuro. Peleando con nuestra propia sombra el silencio nos sepulta”.