En las últimas horas, España ha vivido algo insólito. Un hecho que jamás se podría prever y que ha sorprendido a gran parte de la población. Hasta hace escasas fecha, la izquierda tenía fama de hacer la guerra por su cuenta y de obviar una ‘unificación’ que muchos antojaban necesaria para derrocar a una derecha férrea y consolidada, sin ninguna cicatriz aparente en su siempre impoluta faz.

Pero las cosas han cambiado. La polarización en la izquierda ya no es tan viva e incluso han conseguido cambiar un gobierno, aparcando sus diferencias y llegando a acuerdos pese a no contar con una unificación como tal. La fractura ha cambiado de lugar en el espectro político y es ahora la derecha la que se ha sumido en una crisis exclusiva – por historia – de la izquierda.

La guerra se ha declarado en el flanco derecho y en cuestión de minutos. La irrupción de Vox primero y las diferencias entre Partido Popular y Ciudadanos han provocado que la contienda se recrudezca, desembocando en una batalla dialéctica que deja polarizada al espectro intocable de la política por antonomasia.

Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) han desatado la tormenta perfecta en el momento más inoportuno. Cuando la derecha mediática exigía a la par que fanfarroneaba de mantener un frente común firme, al centro derecha, formado por Ciudadanos y PP, se le ha visto las costuras y la fragilidad propia de una construcción de barro en un paraje de lluvia.

Golpe a golpe

Desde que Ciudadanos levantara el bloqueo que la Mesa del Congreso mantenía sobre la Ley de Estabilidad Presupuestaria, las ofensivas no han dejado de sucederse tanto por Twitter como a través de un micrófono. Andrea Levy ha protagonizado el primer disparo en esta suerte de guerra civil retórica a través de Twitter, acusando a la formación naranja de colaborar con Pedro Sánchez e Iglesias para que las cuentas sean aprobadas.

Los miembros de Ciudadanos no han tardado en responder a las ofensivas populares para dejar claro que “no” van a apoyar los Presupuestos porque ellos son los que tienen “la batuta”, según ha declarado Albert Rivera. Entre tanto, Girauta ha acusado a Levy de verter noticias falsas por el miedo en las encuestas ante un más que posible sorpasso naranja.

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Pero el golpe más duro ha venido por parte del líder del Partido Popular. Enarbolando la bandera unitaria del centro derecha, mientras calificaba a las propuestas de Vox como radicales – por fin -, celebraba con sorna el repentino regreso de Ciudadanos al “centro izquierda” debido a la – repitiendo término – la “radicalización del PSOE”.

Una situación incómoda

Navegar en terreno pantanoso no le conviene a nadie, pero ahora mismo no son conscientes de ello ninguno de los dos partidos, aunque urge ubicar a Vox dentro de la misma ecuación porque tiene un porcentaje de la culpa del viraje a la derecha del PP de Pablo Casado. El otro tanto por ciento corre a cuenta de un viejo conocido de la política española.

Se trata, ni más ni menos, de José María Aznar. El tótem al que en más de una ocasión se encomienda encarecidamente la derecha española. Un hombre venerado por este sector de la sociedad española y que ha sido el más crítico con su sucesor para acariciar la cabeza de un alegre Rivera. Los mimos persisten, pero ahora los reparte con Casado, su ojito derecho y la última esperanza del aznarismo para ‘salvar la patria’ de “golpistas”.

Sin embargo, el expresidente no quiere ver cómo se pelean sus pupilos, sino todo lo contrario. Aboga, como todos los popes de la derecha mediática, por un centro derecha con la fortaleza necesaria para derrocar a una izquierda a la que consideran desnortada y cautivada por el independentismo.

El tercero en discordia

Pero, como se observa, es necesario incluir a Santiago Abascal en la operación porque es otro de los culpables de la fractura total que existe en la derecha española. Casado coquetea con las doctrinas de la formación ultraderechista ante el auge de la misma y su éxito a principios de este mes que ya concluye en Vistalegre, lo que provoca una polarización aún mayor en el espectro diestro.

Y es que Santiago Abascal ha emergido como un elemento disruptor y con una fuerza inesperada por parte de los otros dos mellizos. Tanto es así, que no duda en ir a la guerra contra cualquiera que ose dudar de él o de los miembros de Vox. El líder ultraderechista no distingue de ideologías y esto explica que su última víctima haga manitas con Ciudadanos.

Abascal no ha dudado en cargar contra Manuel Valls después de este requiriera un cordón sanitario para frenar a Vox. El líder de extrema derecha le pidió que se volviera a Martinica porque “no tienes ni puta idea de lo que pasa en España”. La fractura crece por este lado y poco a poco se extiende.

Una guerra de guerrillas que pone nervioso al ciudadano conservador porque ve que la guerra civil no le beneficia a él, sino a una izquierda que está aprendiendo de errores pretéritos y se muestra algo más unida. Entre tanto, Casado, Rivera y sus respectivas formaciones contribuyen al calentamiento global de la derecha.