España asumirá la presidencia de la Unión Europea en menos de un mes. Incluso antes de que ocurra, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha situado, con acierto y visión, a Iberoamérica en el centro de la agenda de la UE: ya ha anunciado inversiones por 9.400 millones de euros en la zona y, después de 8 largos años, se convocará de nuevo la Cumbre de jefes de Estado de la UE y Latinoamérica y Caribe (CELAC). Es, por tanto, momento de aprovechar este liderazgo de la Unión para hacer de la construcción del eje Euro-Latam un proyecto común de los 27 Estados miembros.

Pero también, en España, por razones obvias, tenemos que hacer una lectura interna de esta oportunidad histórica. Toca unir fuerzas. No bastan las buenas intenciones. Desde el Gobierno se deben articular propuestas tan atractivas como rigurosas que generen ilusión y compromiso de otras Administraciones (Comunidades Autónomas y Ayuntamientos son claves en ese tejido de relaciones con Latinoamérica), de las empresas y asociaciones empresariales y, por supuesto, de la sociedad civil. Ella es la gran protagonista de que el eje UE-Latam sea hoy una realidad que ha ido por delante de la propia acción de los Gobiernos de uno y otro lado del Atlántico.

Es mucho lo que se juega nuestro país en el desafío de relanzar el eje estratégico Euro-Latam. Más allá de fortalecer la presencia de nuestras empresas en Latinoamérica, el éxito en esta tarea colectiva haría de España un nodo tanto de entrada de las inversiones de empresas latinoamericanas con vocación de crecer en el resto del mundo como de salida para aquellas empresas y países europeos (y también asiáticos) con un interés renovado por invertir en Latam. España pasaría de ser solo emisor o receptor de inversiones unidireccionales, a ser un núcleo distribuidor de inversiones en red, generando sinergias y multiplicando su influencia.

Pero sería un error definir estrategias a corto plazo motivadas por una situación mundial condicionada por los coletazos de la pandemia o la guerra en Ucrania. Tenemos que pensar en Latinoamérica a largo plazo. No sólo como proveedor de materias primas y una de las grandes reservas de biodiversidad del planeta: también es un mercado emergente cada vez con mayor poder adquisitivo; cuenta con un capital humano mucho más rejuvenecido que el europeo y cada vez más cualificado, tiene economías cada vez más competitivas y destaca por su capacidad de innovación y talento, con más de 36 unicornios (‘start ups’ valoradas en más de 1.000 millones de dólares).

Por tanto, la agenda de España para afianzar ese eje Euro-Latam debe ser considerada como una política de país, e incluir aspectos que busquen el beneficio de todas las partes implicadas. Esa decisión de priorizar las relaciones de Europa con Iberoamérica, además, debe estar acompañada de hechos como la ratificación final del tratado UE-Mercosur; la promoción del desarrollo energético, de infraestructuras y telecos que impulsen el progreso económico y social;  el favorecimiento del bienestar y la igualdad a través de la salud y la educación; el impulso a la seguridad jurídica y también ciudadana; la eliminación de visados en los países que aún es necesario para viajar a la UE o la definición de planes de inmigración ordenada y beneficiosos para países emisores y receptores.

Se trata de generar un clima de mutua confianza, capaz de superar diferencias del pasado y que dé paso a una nueva etapa en la que Latinoamérica se consolide como socio de referencia para la UE en el suministro de energía, materias primas y alimentos, a través de alianzas estratégicas que reduzcan su dependencia con otras regiones del planeta que presentan mayor inestabilidad o riesgos. Y en la que Europa se refuerce como socio de referencia económico, comercial e inversor para los países iberoamericanos en su camino a un desarrollo y crecimiento sostenible.

Hay quienes llevamos años pidiendo, desde asociaciones como el CEAPI, que estos días celebra su VI Congreso en Madrid, ese giro de la UE hacia Latinoamérica, si de verdad aspira a continuar siendo una potencia global. Nunca es tarde si la dicha es buena, pero tenemos que recuperar el tiempo perdido, que sí han aprovechado o están aprovechando otros actores globales como China, India, Corea o los países del Golfo.

En conclusión, España quiere, puede y debe ser la voz de Iberoamérica en la UE, defendiendo sus intereses y reforzando unas relaciones estratégicas para ambas partes. Defendiendo Iberoamérica, defendemos un legado cultural y social común, nuestro presente y nuestro futuro, pero también el de la UE. Y en ese reto colectivo, todos los Gobiernos implicados, comenzando por el de España, deben contar con las empresas, verdaderas articuladoras de ese espacio común de progreso social y económico que es Iberoamérica.

Núria Vilanova es presidenta del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (CEAPI), asociación que agrupa a presidentes de las mayores empresas iberoamericanas, y fundadora y presidenta de ATREVIA, empresa Global de Comunicación y Asuntos Públicos con un equipo formado por 500 personas y oficinas en 15 países de Europa y América. Su perfil profesional se caracteriza por el compromiso con el desarrollo de conocimiento, de plataformas empresariales y de la responsabilidad social.