Todo hacía indicar que este jueves, el PSOE sellaría el acuerdo de investidura con las dos principales fuerzas del independentismo catalán. La amnistía, de la cual ya se conoce su nombre, era la porción más representativa del pastel tanto para Junts como para Esquerra Republicana. Pero Carles Puigdemont, tal y como avisara ya en su comparecencia a primeros del pasado mes de septiembre, hizo valer el músculo neoconvergente para dar el toque de gracia a un guiso que ya se veía cocinado. El expresident de la Generalitat sabe del valor que tiene ejercer condicionar al Estado y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. También en la presente negociación, especialmente cuando en el horizonte se vislumbran, aún a tientas, las elecciones catalanas. Entre los socialistas, desconcertados por la escenificación desde Bruselas, existe cierto temor a que la coronación de Pedro Sánchez se retrase a causa de la batalla electoralista en el nacionalismo.

En un primer momento, los neoconvergentes anunciaron una comparecencia de Carles Puigdemont a las 12:30 de este jueves. Declaración que sufrió varios retrasos hasta verse completamente suspendida. Los ecos de la jugada de Junts en Bruselas resonaron en los cuarteles generales de los principales partidos. En Madrid, los socialistas exhibían un cierto grado de desconcierto. Entre sus planes estaba el registro de la Ley de Orgánica de Amnistía para la normalización social, política e institucional en Cataluña; así es como han bautizado al texto redactado, según Rac1, en connivencia con todos los principales actores de la eventual investidura de Sánchez. Sin embargo, el plazo se consumió, favorecido por las reticencias de última hora del ahora protagonista principal de la historia.

Entre tanto, la incertidumbre crecía en las delegaciones de los grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados, dispuestos a registrar el texto tan pronto como hubiera fumata blanca a modo de llamada de teléfono. Pero esta no llegó. Puigdemont jugó con todos, advirtiendo al final del día que jamás abandonarían la posición de la "prudencia y la precaución" que conlleva "tratar con el sistema político español", independientemente de las "prisas que algunos tengan". Escenificación completa y sudores fríos en según qué cuartel general. 

En el Partido Socialista, el desconcierto era palpable. El optimismo intrínseco a dar carpetazo a los flecos en la negociación con ERC, escenificados en una fotografía que aunó al ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y al líder republicano, Oriol Junqueras, abrió el camino a un cierto desasosiego. Entre los planes del principal partido de la eventual coalición se mantiene fijar la investidura para la próxima semana; concretamente para los días 8 y 9 de noviembre, a pesar de que el segundo coincida con la festividad madrileña de la Almudena. No entra en sus previsiones celebrar dos votaciones. Quieren sellar cuanto antes la coronación del jefe del Ejecutivo en funciones, pero para ello son estrictamente necesarios los votos de Junts. 

Algunas voces de peso del organigrama socialista lamentaban no saber qué había pasado en la jornada de ayer; atónitos ante una nueva jugada de Carles Puigdemont en clave electoral. Temen que, de nuevo, la guerra intestina del independentismo se recrudezca y retrase la agenda. En cualquier caso, estas mismas fuentes apuntan a que seguirán trabajando para que el debate de investidura se celebre el miércoles y el jueves de la semana que viene y, así, Sánchez llegue al cónclave del Partido Socialista Europeo (PSE) encumbrado como presidente del Gobierno otros cuatro años más. Por el momento, las negociaciones siguen su curso y el protagonismo, como anhelaba Puigdemont, lo tiene ahora Junts, neutralizando la foto de Bolaños y Junqueras. De ahí, que en el PSOE crean que el acting de Bruselas no va con ellos, sino que se trata del enésimo capítulo de la pugna por liderar la cuota independentista. 

Batalla por el relato

Tras sellar el acuerdo por la ley de amnistía, el president de la Generalitat, Pere Aragonès, realizó una declaración institucional para erigirse como catalizador del texto, a pesar de que aún quedaba el fleco sin resolver de Junts. "Una vez logrado este objetivo es hora de avanzar en la autodeterminación. Es hora de avanzar hacia el referéndum", deslizó el líder del Ejecutivo catalán, dibujando el pacto con los socialistas como una "gran victoria" para Cataluña. Mientras tanto, abrazando en parte este mismo relato, el dirigente republicano manifestó su esperanza de que "todos se comprometan y acompañen". Un dardo velado a Junts. 

Lo cierto es que los neoconvergentes no siguieron el juego a quienes fueron sus socios. En el centro del tablero se sitúa el PSOE, que ha llevado el proceso de negociaciones con suma delicadeza, sabedor del ejercicio de equilibrista que debía practicar para evitar sustos. El objetivo pasaba por no privilegiar a ninguno de los dos en su lucha por el relato independentista, pero todo se truncó con el acting de Puigdemont en Bruselas. Ahora, la redacción del texto de la amnistía es el principal escollo, incluso se especula con que Junts exige que el clan de los Pujol quede bajo su paraguas

En el caso de que Puigdemont no hubiera jugado su as en la manga, la hoja de ruta pasaba por que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, anunciara este mismo viernes la fecha de la investidura, después de haber registrado  y rubricado la ley de amnistía. Los socialistas, que ostentan la mayoría en la Mesa de la Cámara junto a Sumar, la podían calificar este mismo viernes en la reunión del órgano. Un pago por adelantado que hubiese desencallado la unción de Sánchez, aunque todavía no descartan que puede haber un nuevo giro de guion en favor de sus intereses.