El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, creía este jueves que los votos para la investidura estaban cerrados. No obstante, y como empieza a ser habitual en esta ronda de esfuerzos por vender un relato particular y exclusivo, cerrar las negociaciones no será sencillo. Carles Puigdemont, eurodiputado y líder moral de Junts per Catalunya, reunió en Bruselas a la cúpula del partido con la firme voluntad de dar luz verde al apoyo de los suyos en Madrid para favorecer el inicio oficial de la legislatura. 

Sobre la mesa estaba el acuerdo de investidura, y, por ende, como moneda de cambio, la amnistía. El Congreso de los Diputados no se desprendía del runrún: hacía falta una llamada, fumata blanca y amnistía registrada. No llegó, como tampoco lo hizo la comparecencia de un Puigdemont que convocó a la prensa a las 12 horas y fue retrasando su hora prevista de salida constantemente durante horas, hasta las 17, cuando de repende se filtró que los cámaras allí presentes estaban recogiendo el set por petición del eurodiputado: "Mañana tal vez". 

Bruselas fallaba a la misma hora a la que desde Barcelona el pacto de ERC y el PSOE se rubricaba. Oriol Junqueras y Félix Bolaños eran los encargados de su firma y de dar las explicaciones pertinentes: esta vez, los republicanos no habían dado sus votos a cambio del netflix catalán ni de cuestiones menores; esta vez, los diputados de Esquerra se habían atado gracias a la amnistía, la cesión integral del servicio ferroviario de Rodalies y la condonación de 15.000 millones de deuda catalana -medidas, todas ellas, negadas por el PSOE tiempo atrás-.

Grandes cesiones, demasiadas incluso para algunos críticos internos del PSOE, que, no obstante, podrían quedar en papel mojado por un párrafo. Un simple párrafo de la redacción de la amnistía es el motivo de discusión entre socialistas y neoconvergentes, entre los de Sánchez y los de Puigdemont. Además se trata de la escritura del preámbulo, de la introducción, de cómo vender y exportar el prólogo de la expiación de los pecados del propio Puigdemont, que, una vez efectiva la herramienta legislativa convertida en centro neurálgico de las negociaciones, podría volver a caminar por la Barceloneta con un expediente delictivo en blanco y el simple recuerdo de una travesura, aquella que le llevó a huir de España y de la Policía Nacional escondido en un maletero.

Ambos partidos, no obstante, esperan que el ruido acabe pronto. Algunos cuadros del PSOE creen que, de hecho, la última rabieta de Puigdemont no es más que un intento por volver a monopolizar la agenda, por ganar el relato catalán, por ser el último a quien Sánchez mire y de quien Sánchez dependa antes de su coronación. "Demà veurem" [Mañana veremos], decían los cámaras y los responsables de comunicación este jueves al recoger el set de prensa. 

A falta de Junts y del PNV

Además de los votos de los neoconvergentes, los más difíciles de la negociación desde que los liderados por Miriam Nogueras en el Congreso convirtiesen a Puigdemont en el plenipotenciario de las conversaciones, este mismo jueves el PSOE centraba sus esfuerzos en atar la firma de ERC, el otro partido en la ecuación catalana para iluminar la próxima semana el contador del Congreso de los Diputados con una mayoría de luces verdes que refrenden la mayoría parlamentaria necesaria para los designios del líder del Ejecutivo.

Aún quedan flecos que asegurar, como los votos del PNV, pero los más valientes, a expensas de ver en qué deriva el último órdago del prófugo Puigdemont, vislumbran que la investidura parece cerrada en una semana de filtraciones, apretones de manos, reuniones y una jura de Leonor para amenizar convenientemente lo que sucedía entre bambalinas. El lunes todo empezaba a última hora de la tarde, con Ferraz y Junts mandando una foto de Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, reunido con el eurodiputado Puigdemont en Bruselas. Una imagen que, esta vez sí, valía más que mil palabras. Palabras que buscó rápidamente ERC en su guerra fratricida por amortizar en clave catalana la investidura vendiendo que la amnistía incluiría a Tsunami Democràtic y a los CDR.

Este jueves, una vez pasada la solemnidad con la que Leonor celebró su mayoría de edad, blanco impoluto y desfile militar mediante, ambas formaciones independentistas volvían a su guerrilla interna por apuntarse los tantos de las negociaciones: a primera hora era ERC quien aseguraba que parte del acuerdo se sustenta en la cesión integral del servicio ferroviario de Rodalies -algo imposible tiempo atrás-. Minutos más tarde Junts comunicaba que su plana mayor se encontraba en Bélgica, país en el que Puigdemont estableció su residencia en el exilio para evitar su entrada en la cárcel. Bien entrada la tarde, todos convocaban ruedas de prensa: ERC vendía la condonación de la deuda, Junts se marchaba sin dar explicaciones y el PSOE, en manos de Félix Bolaños y Salvador Illa, perfilaban argumentario para asegurar que los 176 síes necesarios serán una evidencia más pronto que tarde.

Fecha de la investidura

En cuanto a la fecha de la coronación de Sánchez, aún no oficializada, se sabe que será la próxima semana, la del 6 de noviembre. Queda por ver si es el martes y el miércoles, 7 y 8, o si la agenda del rey Felipe VI acaba propiciando una dilatación de 24 horas que haga que el parlamentarismo estatal no tenga día festivo por La Almudena. ¿Cuándo lo comunicará Armengol? Preguntamos este jueves: “Hoy no se prevé”, respondieron en declaraciones a ElPlural.com desde el equipo de la presidenta del Congreso. ¿Mañana tal vez?, insistimos. “Mañana será otro día”, exponían. 

Pistas que están cerca de convertirse en evidencias, en pruebas, en números. En una pantalla, la de la Cámara Baja, con mayoría de ‘síes’ y una investidura salvada en la primera votación con la misma unión que aupó a Armengol a la presidencia del Congreso o favoreció el uso de las lenguas cooficiales en la nueva normalidad del parlamentarismo español.

Amnistía como moneda de cambio

Por el momento, se desconocen los detalles concretos de la amnistía. Diferentes textos circulan por redes sociales y por los canales internos de los periodistas dedicados a cubrir la política nacional, pero, no obstante, ninguno ha alcanzado aún el paso posterior a la rumorología. No tardará, exponen las fuentes implicadas.

Este fin de semana serán las bases del PSOE las que deberán dar luz verde a un texto que el propio presidente del Gobierno lleva una semana defendiendo como la única y legítima solución para el reencuentro total con Catalunya. Solución, sí, pero no pretensión. Nadie en el PSOE esconde que su redacción no era una de las prioridades legislativas del partido cuando preparaban las elecciones del pasado 23 de julio. Los números son los números. Diálogo para algunos, cesión para otros. Real politik, en cualquier caso.

El resto de condiciones

Los imperativos de Carles Puigdemont llevan sobre la mesa desde hace meses. Concretamente desde el pasado 5 de septiembre, cuando el expresident compareció en rueda de prensa desde el exilio para invertir su papel de juzgado a árbitro de la gobernabilidad de España. Fue entonces cuando los preceptos de Junts quedaron claros, tasados y fijados en una lista con cuatro condiciones sine qua non para el presidente del Gobierno.

De esta forma, Puigdemont establecía su lista de deseos: el reconocimiento y respeto a la legitimidad democrática del independentismo, el abandono completo y efectivo de la vía judicial, la creación de un mecanismo de intermediación con un verificador externo que fiscalizase el cumplimiento de los acuerdos y el respeto de las libertades individuales y los derechos humanos como único límite de la lucha independentista.

Una demostración de intenciones que finalizará con la consecución de la amnistía, bautizada, según Rac1, como Ley orgánica de amnistía para la normalización institucional, política y social en Catalunya.