Unas horas antes, el ministro de Economía, Luis de Guindos, había remitido una carta de cuatro párrafos al presidente del Eurogrupo  Jean-Claude Juncker formalizando la petición de ayuda con destino a nuestros bancos.

El ministro no concretaba los términos deseados para dicha ayuda pero incluía la exigencia clave de Ángela Merkel que traducido al cristiano debió expresarse así: "No se te olvide, amigo Mariano, precisar que el préstamo y por tanto la obligación de devolverlo no atañe a los bancos sino al Estado español".

Y, en efecto, Luis de Guindos  acepta en su breve epístola que el receptor es el Fondo para la Restructuración Ordenada Bancaria (FROB ) "en representación del Gobierno de España". O sea que la obligación de devolverlo no es de los bancos que a saber cómo están cuando cumplan los plazos sino el Gobierno de España que suponemos seguirá donde está si es que no embargan el Palacio de La Moncloa.

Rajoy, que había enviado anteriormente una carta más larga al presidente de la Unión Europea, Herman  Von Rompuy, requiriendo la unión fiscal y bancaria de los estados miembros reiteró ayer su mensaje esta vez desde la sede de la gran patronal, cuyos representados están sufriendo el traslado de la crisis financiera a la economía real.

Pide el jefe del Ejecutivo español  al Consejo Europeo, que se celebrará el próximo jueves, “un calendario claro de integración".

La claridad y el calendario claro que requiere a Bruselas son en efecto imperativos razonables pero sería justo y razonable que el presidente se aplicara el cuento.

Sería de agradecer que explicara en Madrid, a ser posible en sede parlamentaria, su plan para que España rompa el círculo vicioso en que está atrapada.

Este país necesita un relato, como se dice ahora, en el que el presidente explique no solo los sacrificios que debemos asumir sino también un programa creíble con un claro calendario, por ejemplo a tres años vista.

Hasta ahora se ha limitado, modestamente, a imitar a Don Tancredo, el famoso torero que esperaba al toro, impertérrito, subido en una banqueta, encomendado a la Divina Providencia o a la piedad del astado.

A lo más que ha llegado Don Mariano es a constatar que estamos mal pero que dentro de un año estaremos mejor.

La ausencia de relato es lo que explica la desconfianza general en su gestión y, de forma especialmente dolorosa, la huida, la espantada se podría decir, de los inversores extranjeros, de  los grandes fondos de inversión o de pensiones, del “Big Money” de la bendita tierra de España.

Es este un elemento esencial del círculo vicioso al que me he referido. Los inversores extranjeros no compran la deuda del Estado español, tienen que acudir en su lugar los bancos españoles y el círculo se completa cuando estos son capitalizados por el Estado.

Solo se escapa del círculo vicioso restableciendo la confianza pero lamentablemente hay que preguntarse: ¿Hay alguien que confíe en Mariano Rajoy?

José García Abad es periodista y analista político