Eran tiempos en los que las mujeres éramos consideradas inmaduras, irresponsables, débiles, dependientes, superficiales, emocionales, irreflexivas… Eran tiempos en los que nuestro único papel debía ser el de amante esposa y madre entregada
Lo privado era nuestro mundo y el público el del varón. Y tal era que nos consideraban seres inferiores e irreflexivas que no podíamos abrir una cuenta en el banco sin permiso de nuestros esposos.
No saben el daño que hacen a la igualdad el que mujeres formadas con visibilidad pública pretendan parecer tontas como estrategia de legítima defensa jurídica, pero dañina para las demás, las que no estamos en los juzgados
Frases como “yo firmaba lo que mi marido me decía”, “no leía, confiaba en él”, “no sabía quién pagaba nuestros viajes a EuroDisney , ni quien se gastaba 4.680 euros en lanzamiento de confeti en el cumpleaños de mi hija”, “no vi el Jaguar en mi garaje” o “era directiva de Nóos pero no sabía a lo que se dedicaba Nóos”
Frases casi textuales que tienen como autoras a la ministra Mato o a la infanta Cristina, ambas con titulación universitaria y altas responsabilidades públicas actualmente y a lo largo de su vida.
La estrategia es eficiente (no lo creo jurídicamente, sino socialmente) porque va directa a reforzar un supuesto patrón de comportamiento profundamente interiorizado por la sociedad de mujeres irreflexivas e irresponsables y hombre dominador y figura de autoridad. Si ese mismo argumento lo dijera un hombre, resultaría hasta ridículo porque iría totalmente en contra del patrón vigente durante siglos. Y si lo dijera, nadie, absolutamente nadie, le creería. Hagamos el ejercicio. Visualicen a un hombre de unos 50 años (al ser posible corpulento y con barba), alto directivo de un banco y formación superior…. Imaginen todas esas frases dichas por él y terminadas con un… “lo hice por amor”… Pues eso.
Claro que, igual de eficiente es para cargarse décadas de lucha contra esos prejuicios y estereotipos.
Para las demás mujeres la estrategia que siguen es letal, alguno pensara incluso que si eso le sucede a mujeres con esa formación y experiencia que no firmaran las que no la tengan. (Cuidado que Gallardón igual se plantea lo de recuperar el permiso del marido para abrir la cuenta del banco).
Pero lo siento, las demás no estamos dispuestas a que nos tomen por tontas, leemos lo que firmamos igual que nuestros compañeros de trabajo o nuestras parejas. Si nuestros maridos vinieran con un jaguar un día a casa (caso harto improbable) preguntaríamos y no nos conformaríamos con un “es un regalo”. Las mujeres que están en Consejos de Administración (pocas, por cierto) tienen las mismas responsabilidades y capacidades que sus compañeros varones y se enteran, como poco, lo mismo que ellos de lo que pasa en la empresa.
Las mujeres nos enteramos perfectamente cuando hay un desfase entre ingresos y gastos y si en casa empiezan a entrar artículos de lujo (cosa harto improbable) sabríamos que no cuadra con los ingresos oficiales del hogar y no tardaríamos mucho en darnos cuenta (como ellos) que algo raro hay. Quizás deberían empezar a pensar que aunque a algunas les venga bien pasar por confiadas, irreflexivas e irresponsables el precio a pagar por las demás es demasiado alto y no estamos dispuestas.
Patricia Hernández es diputada socialista en el Congreso
En Twitter es @PatriciaHdezGut